viernes, marzo 21, 2014

'El gran hotel Budapest', Wes Anderson en su apogeo

El cine de Wes Anderson tiene unas características tan marcadas que no hay película suya que no sea inmediatamente reconocible. Y viendo una, sea Life Aquatic, Viaje a Darjeeling, Fantástico Mr. Fox o Moonrise Kingdom, se asumen las directrices de su estilo con suma facilidad. Es verdad que eso le lleva a mostrar una forma sumamente original de entender el séptimo arte, pero también que sus películas siempre corren el riesgo de no ser comprendidas por sectores muy grandes del público. Pero es igualmente que El gran hotel Budapest puede ser fácilmente la manifestación de que Anderson ha llegado a su apogeo. Esta puede ser la película más redonda hasta la fecha de su autor, que maneja su habitual e imaginativo teatro de guiñoles, a veces literalmente, para mostrar una rocambolesca historia, en este caso la del conserje del gran hotel Budapest y el chico que acaba de empezar a trabajar como mozo de vestíbulo, en los años 30 y resolviendo un misterio igualmente inverosímil. Y todo tremendamente divertido.

Anderson basa su cine en dos pilares innegociables: un personalísimo estilo visual y unas historias que rozan el surrealismo. Lo primero le lleva en El gran hotel Budapest a rodar buena parte del filme en un formato no panorámico, convirtiéndolo en un cuento antiguo que se narra en el presente, cuyas escenas sí se muestran en un formato más acordes a lo esperado. Y aunque técnicamente sea arriesgado, como también lo es el acelerar algunas escenas sin caer en el ridículo, lo cierto es que esos saltos funcionan francamente bien y cada elección se amolda perfectamente a las extravagancias visuales de lo que propone el cineasta. Lo segundo, el surrealismo de la historia, es definitivamente lo que define su cine. No sólo el suyo, pero en su caso adquiere una personalidad tan clara que no cabe más que reconocer que estamos ante algo no sólo diferente sino notable. Y con mucha más claridad que en anteriores películas de Anderson, que se movían en terrenos más discutibles o menos agradecidos.

La historia de El gran hotel Budapest, de la que casi es mejor no revelar absolutamente nada para no chafar ninguna de las sorpresas que va escondiendo Anderson en el guión, funcionaría probablemente contada de otra forma, pero si crece hasta convertirse en el mejor filme de su director es por las impagables interpretaciones que tiene. Algo tendrá Anderson si tantos actores de tanta categoría quieren trabajar con él, en papeles casi insignificantes en ocasiones. Por supuesto, Ralph Fiennes como protagonista se lleva buena parte de la atención, bordando una faceta cómica que muy pocas veces se aventura a mostrar y que domina con tanta brillantez como los registros más dramáticos, que son los que le trajeron el reconocimiento casi universal. Pero junto a él van desfilando infinidad de rostros conocidos que impiden cualquier posibilidad de aburrimiento. Cada aparición es un destello. Y tratando de desvelar lo menos posible, es imposible no destacar a Willem Dafoe, Jeff Goldblum, Harvey Keitel o Bill Murray.

Quien no conozca el cine de Wes Anderson encontrará en El gran hotel Budapest una espléndida ocasión de zambullirse en su peculiar y original universo, probablemente uno de los más personales del cine contemporáneo. Y quien le conozca, sencillamente gozará incondicionalmente con los 99 minutos de su última propuesta, que está cargada de momentos divertidísimos que definen su sentido del humor como un absurdo continuo (dentro de los muchos gags que hay, es imposible no destacar la escena del gato con Dafoe y Golrdblum como la que definitivamente decanta la película hacia el triunfo absoluto), de un estilo visual llamativo entre lo juguetón y lo imposible, y de tantos buenos actores (puede que alguno hasta pase desapercibido detrás de su caracterización) que no hay aburrimiento posible. Y también, gusten o no gusten sus películas, lo que siempre hay que reconocerle a Anderson: una frescura impagable en el a veces tan impersonal cine que se hace.

2 comentarios:

Juan Roures dijo...

Gran película, de las mejores de Wes Anderson, quien a veces desvaría en exceso... He dedicado un artículo a su filmografía, por si te interesa: http://laestaciondelfotogramaperdido.blogspot.com/2014/03/wes-anderson-director-irregular-genio-postmodernista.html
Un saludo :)

Juan Rodríguez Millán dijo...

Juan, esos desvaríos son los que a mí a veces me descolocan demasiado, pero aquí me encantó. Le echaré un vistazo a tu artículo.