El poder del dinero ha sido un enorme fracaso en taquilla, donde apenas lleva recaudados 13 de los 35 millones de dólares que costó, y de crítica, vapuleada por prácticamente todo el mundo. Y tristemente hay que decir que de forma merecida. El único valor que tiene el filme es haber reunido un reparto muy atractivo sobre el papel. Están muy lejos de conseguirlo, pero los nombres son lo que tenía que haber ocultado los enormes vacíos que hay en una película con innumerables defectos, tópicos y situaciones absolutamente inverosímiles, rodada aparentemente con una enorme desgana, lo que posibilita que hasta los detalles más pequeños sean fuente de críticas y lamentos fundados. Como revisión de lo que andan haciendo en estos momentos Harrison Ford o Gary Oldman y los inevitablemente guapos protagonistas Liam Hemsworth y Amber Heard, es mínimamente pasable. Desde cualquier otro punto de vista, totalmente prescindible. Y siendo quisquilloso, hasta cabreante.
Empezamos mal hasta desde el título. Paranoia, que es el origen, se convierte en el impersonal El poder del dinero, que recuerda a otras doscientas películas y que podría ser un título genérico para ir estrenando una tras otra con la misma denominación. En realidad, la historia no habla de ninguna paranoia y del poder del dinero se habla poco y mal. Y es que el siguiente gran problema que tiene el filme es su guión. Cuenta la historia de Adam (Liam Hemsworth), un tipo al que echan de una empresa de telefonía después de no haber convencido con un nuevo proyecto a su jefazo, Nicholas Wyatt (Gary Oldman), que después le medio obligan a trabajar para ellos haciendo espionaje industrial en la competencia, en la empresa que dirige Jock Goddard (Harrison Ford), y en la que casualmente trabaja como directora de marketing Emma Jennings (Amber Heard), la chica con la que se enrolló la misma noche en la que le despidieron. Lo que sorprende es que, enlazando esos elementos, nadie haya querido darse cuenta de cuántos absurdos hay en la película.
En realidad, lo más probable es que todo el mundo sea consciente de esos enromes vacíos que hay en la película, y eso es triste, pero que se haya confiado en que los actores llenen ese vacío. Ni siquiera a eso se puede agarrar el filme. Gary Oldman y Harrison Ford son dos actores a los que se les suele notar cuando están en una película por un cheque, y éste es el caso. Ninguno de los dos convence lo más mínimo y más allá del carisma que puedan tener, están lejos de ser razones de peso para disfrutar de la película. El caso de Liam Hemsworth y Amber Heard parece estar sustentado en estudios de mercado. Esos que dicen que protagonistas jóvenes, guapos y esbeltos tienen el suficiente tirón como para que se vendan entradas de cine, independientemente de que sus personajes sean inverosímiles y planos. Pero parece poco factible que funcione, porque más allá del torso de él y la espalda de ella, renuncia a esas escenas de desnudo que suelen llenar estas películas con ese ansia sexual de consumo que mueve a tantas películas.
A estas alturas, sigue sorprendiendo que se hagan las películas de esta forma. No hay sorpresa en que su director sea Robert Luketic, responsable de Una rubia muy legal, La madre del novio o La cruda realidad, pero sí en que gente con nombre respetado como Oldman o Ford y con posibilidades de ascender como Hemsworth o Heard se vean envueltos con tanta facilidad en títulos como éste, en los que falla todo. La intriga es absurda, la resolución es completamente dependiente de la casualidad, los detalles hunden por completo muchas escenas (¿de verdad uno pierde el tiempo en vestirse antes de piratear el ordenador de su novia después una noche de sexo mientras ella se está duchando o va andando tranquilamente mientras intenta robar un prototipo y le persiguen todo el cuerpo de seguridad de una empresa puntera?), el arranque es el lento y aburrido, y el final es tópico. Por desgracia, porque había mimbres para más, ver a sus actores, y más por fetichismo que por lo que ofrecen, es el único aliciente por ver El poder del dinero. Y eso es tan poco...
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