viernes, marzo 14, 2014

'Dallas Buyers Club', la inagotable infalibilidad de McConaughey

No hay forma humana de explicar que el mismo actor que protagonizó en 2009 Los fantasmas de mis ex novias es el mismo que renació en El inocente en 2011, fascinó en todas y cada de las películas que ha hecho desde entonces y ahora se asoma al Oscar por su descomunal papel en Dallas Buyers Club. Él es la película y la película es él, y eso es un arma de doble filo. Porque él está absolutamente inmenso, construye un personaje de una forma modélica y se apodera de él, lo carga de matices y sensaciones y entusiasma en todos y cada uno de los planos que protagoniza. Pero, claro, si él es la película, ¿que dice eso de la película por sí sola? Que se deja llevar por lo que haga el actor, y como es tan extraordinario el filme se contagia. Pero, en realidad, suma mucho menos de lo que aporta McConaughey. Es verdad que es un filme equilibrado y bien llevado, pero supeditado completamente a la genialidad interpretativa, y eso hace que el conjunto, aún con un espléndido final, sea menos impactante de lo que parece.

McConaughey interpreta a Ron Woodrof, un electricista drogadicto, alcohólico y mujeriego cuya vida cambia para siempre el día que le diagnostican el sida, algo que no cree en un principio porque lo considerar una enfermedad de homosexuales. A partir de entonces inicia una lucha por la supervivencia que se sale de las canales hospitalarios habituales y le lleva a fundar un club de compradores para probar medicinas que las autoridades norteamericanas aún no han aprobado. Estamos, por supuesto, en los años 80, cuando el sida tenía un protagonismo social inmenso por el enorme número de afectados por la enfermedad, por su indiscriminada selección de víctimas en diferentes estratos sociales y, sobre todo, por el enorme desconocimiento que había sobre ella y los lentos pasos que se daban hacia una cura. El filme combina con acierto la faceta más personal con la lucha que Woodrof entabla contra el sistema farmacéutico establecido, evitando el peligro de convertirse en un duro y exagerado melodrama personal o en un aséptico documental.

Ese es el principal logro que se puede extraer de la dirección de Jean-Marc Vallée y uno de los tres que emanan del guión de Craig Borten y Melisa Wallack. El segundo, es un gran uso del tiempo, con constantes saltos y elipsis que, sin ser perfectos, dan una mayor agilidad a la película y evitan el peligroso del drama continuo. Y el tercero es el personaje central. Se nota que está construido desde el guión con mimo, pero es McConaughey quien consigue que este luchador se convierta en algo memorable. Muy, muy por encima del por momentos demasiado exagerado papel de Jared Leto (que, curiosamente, crece cuando más en un segundo plano está, como por ejemplo en la escena del supermercado), aunque haya cosechado las mismas alabanzas e incluso más premio que el actor principal de este filme. Porque mientras Leto crea un personaje que sólo podría existir aquí, el de McConaughey trasciende. El cierre de la película no deja lugar a dudas sobre la poesía que hay en su interpretación.

Pero con ese poderosísimo influjo del personaje principal, el resto todo lo que le rodea, se antoja algo escaso en algunos momentos. Su ritmo lento y pausado cae en ocasiones en un tono de telefilme que no ayuda a que la película esté al mismo nivel del trabajo interpretativo, y donde destaca la inserción del personaje de la doctora Saks (Jennifer Garner), una concesión clara a la narrativa más previsible. Con elecciones diametralmente opuestas, le sucede algo parecido a la primera gran película emblemática que se atrevió a retratar a un enfermo de sida, Philadelphia. Esto es, muchos elementos positivos a tener en cuenta pero, a la larga, una interpretación principal como elemento a perdurar. En un estado de gracia difícil de describir para quienes le hayan visto con frecuencia en sus películas anteriores a 2011 pero merecedor de lo más encendidos elogios, McConaughey perdurará para siempre con el que a día de hoy se puede considerar su mejor trabajo. Pero la película, siendo un cine tan comprometido como necesario, se queda algún peldaño por debajo.

2 comentarios:

VAN dijo...

Ayer vi la peli y me encantó. No esperaba que me gustara tanto. Matthew Mcconaughey está increíble pero yo me enamoré de Jared Leto... el personaje que representa es tan auténtico, tan adorable, tan genial... Me sorprendió mucho y me enamoró

Juan Rodríguez Millán dijo...

Van, a mí la verdad es que la película no me llegó a entusiarmar... McConaughey sí, y fíjate que el de Leto me pareció un personaje más 'sencillo'. Pero ha gustado a mucha gente, Oscar incluido, así que...