Ridley Scott viene siendo un saco de boxeo en el que la crítica ha descargado muchos golpes durante bastante tiempo. Algunos con razón, pero probablemente muchos desmedidos, eliminando el valor que tiene el trabajo de un espléndido artesano, un sensacional operador de cámara, un inteligente montador y un creador de mundos que, realistas o no, suelen ser sumamente entretenidos. Sin embargo, poco de eso se puede ver en El consejero. Poco o prácticamente nada, en realidad. Queda algo de ese tipo que tan bien sabe rodar, pero es mayúscula la sorpresa de ver una película firmada por Ridley Scott que es aburrida durante buena parte de su metraje, especialmente en una primera media hora que sólo puede calificarse de pretenciosa, con unos diálogos rimbombantes, procedentes del guión de Cormac McCarthy, el primero que escribe para la gran pantalla, y que se pierden en escenas superfluas o redundantes, en una película larga (con sus 117 minutos) y monótona que ni siquiera el gran trabajo de Michael Fassbender consigue salvar.
Sobre todo por Fassbender pero también por algún otro detalle más se puede decir que la película no es un desastre, pero visto desde los ojos de un admirador del cine de Ridley Scott es imposible esconder la amplia diferencia que hay entre esta película y sus grandes espectáculos de los últimos años (incluso el tan denostado Robin Hood, una película bastante reivindicable, o en Prometheus, que compensó un guión lleno de agujeros con una fuerza visual deslumbrante). En Un buen año, probablemente su película más floja en este siglo, que arrancó con la majestuosa Gladiator, al menos se intuía el deseo de disfrutar de un rodaje y una historia, por floja que fuera. Pero aquí, teniendo en cuenta que lo mejor de ese intérprete que probablemente no sepa actuar mal llamado Michael Fassbender llega en el tramo final de la película, que las escenas mejor rodadas por Scott están precisamente en ese tramo, y que dentro de la maraña de frases recargadas y pretendidamente profundas de McCarthy no hay una verdaderamente irónica y divertida hasta los tres cuartos de hora de metraje, es difícil agarrarse a lo bueno.
Cuando todo eso llega, uno se está haciendo ya desde mucho tiempo atrás la misma pregunta que el camarero mexicano que no entiende una de esas frases ampulosas, una de las que le toca a Fassbender, y a la que responde con un inocente y sincero "¿cómo?", que en realidad describe a la perfección la sensación que puede llegar a tener el espectador durante toda la película. Y se puede decir que la historia era prometedora y podría haber desembocado en una de esas películas fronterizas que abordan desde una visión oscura el mundo del crimen y el narcotráfico. Pero hay tantos momentos que no encajan, sobre todo en esa primera media hora, un lastre insuperable para el resto del filme, que cabe preguntarse cuál era el objetivo real de la película. ¿El escándalo con las dos escenas de sexo, que en realidad uno no sabe muy bien qué pintan en la trama? ¿El divertimento de reunir a un reparto que ofrece una irregularidad absoluta (desde el gran papel de Fassbender hasta la desorientación absoluta de Penélope Cruz, pasando por la fácil extravagancia de Bardem, un agradable pero escaso Brad Pitt o la mirada impasible de Cameron Díaz)?
A El consejero (en realidad tendría que haber sido El abogado, pero esto de modificar títulos en España es lo que tiene...) le sobran metraje y pretenciosidad. Este es un mal que se puede achacar a las historias de Cormac McCarthy en la gran pantalla, desde la sobrevalorada No es país para viejos (como ésta, otra en la que Bardem luce sin demasiado motivo un peinado extravagante) hasta la no tan conseguida La carretera, y que aquí consigue arrastrar a un Ridley Scott mucho más plano que de costumbre. Y no, no se trata de que el salto al realismo corte las alas de un realizador visualmente extraordinario cuando se trata de filmar universos de aventuras, fantasía o ciencia ficción, porque en Red de mentiras, Black Hawk derribado (y no necesariamente en sus escenas más brutales de guerra) o American Gansgter hay cine puro. Y de eso hay más bien poco en El consejero. Algo hay, pero más allá de la evidencia de Fassbender hay que rascar muchísimo para encontrarlo.
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