Por Lucía Alegrete.
En los años 40, el director Norman
Z. McLeod, basándose en una novela de James Thurber, estrenó La vida secreta de Walter
Mitty. Era la historia de un hombre fracasado que se evade de su infeliz vida
creando una realidad paralela donde sus aspiraciones se cumplen hasta que un día su suerte cambiará y comienza a conseguir sus anhelantes sueños.
65 años después, el conocido actor cómico Ben Stiller traslada la historia a
nuestros días, dirigiendo y protagonizando una película que nos hará creer en
el poder de la imaginación. Walter Mitty es un desdichado empleado que lleva
toda la vida revelando los negativos de la prestigiosa revista Life. Todo ello
parece tocar a su fin cuando se anuncia su cierre inminente, traspasando sus
páginas a la edición digital. Sólo un último número más verá la luz y el
encargado de la portada es el prestigioso fotógrafo Sean O´Connell (Sean
Penn), quien concede la fotografía que recoge la esencia de la empresa, el
negativo 25. Las cosas se tuercen cuando al llegar el envío hay un hueco en
blanco, el 25. El caos y el desconcierto se apoderan del protagonista, quien
decidirá perseguir por tierra, mar y aire al escurridizo fotógrafo,
adentrándose en un sinfín de aventuras tan inverosímiles como espectaculares.
Hace unas semanas, la National Board of Review la nombró como
una de las diez mejores películas del año. Y aunque es una afirmación
demasiado categórica, es cierto que es un filme interesante, entretenido y
reflexivo. La fotografía y los escenarios son excepcionales, nos sentimos como
si fuéramos el propio Walter Mitty viajando alrededor del desconocido y salvaje
mundo, escalando el Himalaya o luchando a muerte con tiburones en medio del
océano. Es sencillo dejarse llevar por esta avalancha de paisajes sorprendentes
y magníficos y embaucarse con las sorprendentes sucesos que se van
aconteciendo. El problema de ello es que por momentos se ahoga en su propia artificiosidad
y esplendor olvidando la verdadera esencia del filme. El despliegue de efectos, colores y medios es
sorprendente, pero no es bueno abusar de ello. Lo más destacable es la
originalidad y las imágenes vistosas y llamativas que se nos ofrecen, mostrando
un talento artístico del director desconocido para el público. También es
divertida y ligera y la acción se desarrolla velozmente.
Walter Mitty es la mejor película de Ben Stiller. Nos
demuestra que no es un simple actor de comedias tontas y vacías, sino que debajo
se esconde una persona con talento que puede llegar a hacer grandes cosas. Pero
aún le queda un largo camino por recorrer, ya que la película sigue siendo muy imperfecta.
No resulta creíble o convincente nada lo que ocurre, sobre todo porque sigue demasiado
el patrón de una típica comedia americana. Los personajes son estereotipados y
están trazados muy superficialmente, al igual que las relaciones entre ellos,
por lo que no llegamos a empatizar con ninguno. Es más sencillo buscar la risa
fácil del espectador que preocuparse por trazar una historia más real. La
relación del protagonista con su compañera de trabajo (Kristen Wiig)
está introducida forzosamente, por esa imperiosa necesidad de que exista
siempre una pareja. El antagonista (Adam Scott) es el prepotente
y calculador empresario que encarga de realizar los despidos de la empresa y
también está altamente caricaturizado, mostrándose como un ser insensible al
que no importa lo que suceda a la plantilla o a la propia empresa.
Este asombroso viaje del protagonista le llevará por los lugares
más recónditos del planeta donde descubrirá lecciones vitales y se conocerá a
sí mismo. Se nos muestra cómo con esfuerzo hasta nuestros sueños más inverosímiles
se pueden tornar realidad. Con respecto a la fotografía que se corresponde con
la última portada de la revista creo que es uno de los puntos más acertados y
sorprendentes de la película, que le confiere un cariz nostálgico. El gran
mensaje que se nos quiere transmitir ya no es sólo el poder de la imaginación sino
también el drástico e imperioso progreso hacia la digitalización. La evolución
tiene puntos negativos y en este caso es como la tecnología sustituye al
esfuerzo humano. Personas que llevan toda una vida luchando por sacar adelante
un proyecto descubren como tan rápido como se logra se desvanece,
convirtiéndose en un simple recuerdo. Todos ellos son sustituidos por grandes
empresarios, gente con conocimientos de economía y gestión pero que no
comprenden el verdadero significado de lo que hacen. Es un homenaje a esos luchadores
desconocidos a los que todo el mundo olvida, pero que sin su empeño no se habría
conseguido llegar a nada.
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