El biopic es un subgénero en auge en cuando a producción y ambiciosos, por los personajes a los que ha llegado, pero, por supuesto con excepciones notables, en decadencia general en cuanto a resultados. Por algún motivo, el gancho del famoso ya no funciona tan bien como debiera, por mucho esfuerzo que le pongan los actores en sus recreaciones. Diana es una muestra evidente. Se ha hablado más de ella antes de verla de lo que probablemente se volverá a hablar de ella después de que llegue a los cines. El morbo de ver sus últimos años o pasajes directamente vinculados a su muerte o el parecido de Naomi Watts con la Princesa de Gales han sido noticia. La película, por desgracia no lo es. Es un relato confuso y sin un claro objetivo de los dos últimos años de vida de Lady Di, una recopilación de imágenes reales recreadas y una historia de amor sin credibilidad en pantalla (al margen de lo que fuera en la vida real), tramposa y maniquea en muchos momentos y que quiere mostrar ecuanimidad mostrando alternativamente a Diana como lo más parecido a un ángel y como una mujer perdida, sin llegar a convencer en ninguna de las dos facetas.
La norma en este tipo de películas viene a ser dejarlas en manos de la estrella de turno, que se transforma físicamente en la persona real a la que interpreta, preferiblemente en icónicas imágenes que lleven la mente del espectador a sus propios recuerdos. A Naomi Watts, en realidad, no le queda demasiado margen para hacer un trabajo propio. Oliver Hirschbiegel, director del filme que confirma su decadencia desde que sorprendiera con la fascinante El hundimiento y confundiera con Invasión, su desembarco en Hollywood, basa una parte importante de la película en la foto fija, en la famosa entrevista a la BBC, en el vídeo de seguridad que se recuerda como la última imagen de Lady Di con vida, en los vestidos que usó, en sus discursos. Imágenes que quien conociera a Diana tiene en la cabeza. Y todo arranca con la absurda estrategia de ocultar durante unos minutos el rostro de Naomi Watts, como si el cartel y las fotos promocionales no hubieran impedido ya sorpresa alguna en ese apartado.
Watts es una actriz espléndida, pero con esos mimbres será difícil que se recuerde este trabajo más allá de que supone personificar a una de las mujeres más famosas del último cuarto del siglo XX. Y es que la película no hace justicia a la leyenda ni hay nada en ella, desde el punto de vista cinematográfico, que justifique tanta expectación. Podría haber sido un relato sobre la historia de amor prohibida de Lady Di, pero éste queda en pantalla sumamente artificial y no llega a conseguir el interés necesario. Podría haberse volcado también en la faceta humanitaria de la Princesa de Gales, pero estos aspectos quedan más destacados por protagonizar los rótulos de texto con los que finaliza el filme que por los escasos minutos que se lleva en pantalla (y en los que la adoración por Lady Di alcanza tintes excesivos). Y podría haber sido una reflexión sobre el papel de los paparazzis en la vida y en la muerte de Diana, pero estos elementos apenas se esbozan e incluso no suenan coherentes a lo largo de la película. Quiere ser las tres cosas y se pierde en la misma neblina que aparece en una de las escenas del filme.
Diana tiene el problema de ofrecer nada realmente trascendente, y tener una estética propia de un telefilme más que de una producción cinematográfica. No cuenta con un guión compensado, sino que éste se limita a ir tocando temas alternativamente, sin destino y sin propósito claro. Ni siquiera en los momentos que tendrían que ser verdaderamente emocionantes, como el improvisado memorial de flores que la gente erigió junto al Palacio de Buckingham, llega a conmover tanto como debiera. Y así, el esfuerzo de Naomi Watts de personificar a Lady Di es algo vacío e intrascendente, olvidable e incluso discutible desde el punto de vista de un ferviente admirador del personaje real, porque su retrato es en demasiadas ocasiones esa bala perdida de la que se habla en la película, pero no precisamente por su rebeldía frente a la Corona británica. Una lástima el estado del biopic como subgénero, porque la personificación de un personaje querido está dejando de conducir a películas interesantes.
2 comentarios:
Mmmm... a mí es que este tipo de adaptaciones me huelen tanto a telefilme de Antena 3 después del telediario... que lo descarto en el momento. :-/
BkindZanks, por desgracia esta huele así...
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