Si cabía la posibilidad de empezar a considerar la existencia, solvencia y futuro de una industria de la animación española después del éxito de Las aventuras de Tadeo Jones, la clave tenía que ser Justin y la espada del valor. Y si aquella era un producto muy entretenido y pensado para los más pequeños, éste, apadrinado por Antonio Banderas, no se queda atrás en absoluto. Justin es una atractiva aventura medieval, quizá demasiado modernizada en cuanto actitudes y lenguaje de algunos personajes, pero muy bien animada, correcta en su desarrollo y con las clásicas lecciones de comportamiento que inevitablemente se cuelan en los productos de dibujos animados. Y como sigue una línea con muchos antecedentes, puede que le falte algo del atrevimiento que le hubiera gustado al espectador más adulto, incluso para dar algo más de protagonismo al punto de partida inicial, pero el conjunto es suficientemente satisfactorio para los niños y para los no tan niños.
¿Y cuál es ese punto de partida? Muy sencillo: los caballeros han desaparecido, han sido prohibidos por la reina y han sido sustituidos por los abogados. Sus normas agobian a la población (espectacular el gag triple de la niña en esa primera escena) y hacen de las peleas con armas algo del pasado. Quizá lo más negativo de la película, y no es en realidad un problema demasiado grande, está en que ese planteamiento no dura más allá de la escena inicial. Sí, luego queda el derivado enfrentamiento generacional entre Justin, que quiere seguir los pasos de su abuelo como caballero, y su padre, que desea que siga los suyos como abogado, pero el toque social que emana del arranque del filme no vuelve a tocarse y la película pasa a ser, sin duda de forma consciente, un divertimento infantil con los habituales toques de humor para un público más adulto. Nada que reprochar por ese lado, pero ¿para cuándo una película de dibujos animados que ahonde en temas sociales de una forma más audaz y no sólo como parte de su planteamiento?
Lo que sigue es un canon agradable en el mundo de la animación. El héroe con dudas, la chica ya nunca en apuros (Talia) que no sólo le ayudará en su misión sino que buscará su amor, el mentor (aquí mentores: Legantir el mago, Blucher el caballero y Braulio el sabio) a los que seguir y de los que aprender, el villano (Heraclio) como héroe caído y vinculado al protagonista a través de su familia y de sus sueños... El desarrollo está muy centrado en la aventura y en la comedia. Lo primero funciona a la perfección, porque las escenas están muy bien planificadas, porque la animación es espléndida y porque los personajes encajan en todo momento. Pero en la comedia no está todo tan claro. En ocasiones es difícil justificar la exageración de un personaje como Sota (aunque es cierto que hay un gran momento cómico de Talia a su costa y por este motivo) y la parte del dragón está cogida con pinzas... pese a ser una secuencia admirablemente animada. Y es que sucede a menudo en la película que sus puntos más débiles se rescatan por otros motivos, con lo que el resultado final es aún más agradecido.
Manuel Sicilia, que ya había dirigido El lince perdido (también con la supervisión de Banderas), se suma así a la lista de nombres a tener en cuenta en la animación española. Vista la película en versión doblada, y abrumado todavía por el alocado divertimento que (se) ha proporcionado el propio Banderas prestando su voz al falso caballero Sir Clorex, se agradece que la película no caiga en el recurso al famoseo no actor. Pero también hay que decir que da cierta envidia ver que en la versión en inglés participan actores como Charles Dance, Rupert Everett, Alfred Molina, Mark Strong o Saoirse Ronan. En cualquiera de las dos versiones, Justin y la espada del valor es una más que correcta aventura animada, sin nada que envidiar técnicamente a buena parte de las producciones norteamericanas que llegan a nuestros cines y con muchos elementos a disfrutar. Es lo que es, cumple con lo que promete y no engaña a nadie. ¿Se puede pedir más? Pues a disfrutar.
2 comentarios:
Es una lástima que no ahondasen más en lo de los abogados, porque podría haber dado más juego.
No me había llamado mucho la atención, pero bueno, tras leerte no la descarto del todo, como sí hice, por ejemplo, con la de Tadeo Jones.
Doctora, ¿verdad que sí...? Bueno, pues a ver si te convence... A mí ya sabes que Tadeo Jones sí me gustó, aunque es verdad que su público era el infantil.
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