Hay películas que se quedan a un paso de ser algo más grande. Epic. El reino secreto es una de ellas. Porque es evidente que funciona como entretenimiento juvenil, que tiene un hermoso diseño de producción que realza los elementos de corte más fantásticos y que cuenta con una animación más que solvente, en la que incluso se intuye un uso atractivo del casi siempre tan superfluo 3D. Pero al conjunto final le falta algo de fuerza, una garra que pide a gritos por momentos, quizá algo de épica, puede que una personalidad propia, como la que suelen conseguir los productos de la imbatible Pixar, que no beba tanto de las fuentes más conocidas (la influencia de Star Wars, por mucho que moleste a algunos, sigue siendo innegable en buena parte de la fantasía contemporánea). Eso no es más que un reproche de máximos, porque lo que ofrece Epic es un sincero, gozoso y accesible entretenimiento para todos los públicos, que respeta la inteligencia del espectador sin olvidar su principal objetivo: fascinar a los más pequeños, deseosos siempre de mundos de fantasía que llenen sus sueños.
Chris Wedge, responsable de la primera Ice Age y de la algo anodina Robots, busca un doble equilibrio. Por un lado, la historia realista y la fantástica. La primera es la de una adolescente que, tras la muerte de su madre, tiene que ir a vivir con su padre, en una aislada y algo destartalada casa de campo. La incomunicación y la confianza son los temas clásicos que se exponen en esa parte, no sin cierta brillantez y con apenas una simple escena de diálogo, cuando cineastas reputados necesitan películas enteras, y no precisamente de animación, para conseguir resultados parecidos. La segunda es la clásica lucha entre el bien y el mal, con un trasfondo ecologista, que se produce entre los Hombre Hoja del bosque y sus enemigos, los boggans. En esa parte destaca mucho más la imaginería visual que la inventiva de los guionistas, pues pasado el efecto inicial es fñacil detectar en la composición de los personajes una mitología previa que Epic se limita a adaptar, el aguerrido guerrero, el joven rebelde, la hermosa reina... y los secundarios cómicos, en la piel de una babosa y un gusano, por qué no decirlo de lo más divertido de la película.
La parte buena de Epic está precisamente en que el uso de los elementos más previsibles en una película de estas características es más que correcto. Funcionan muy bien la comedia, el drama y la aventura. El diseño de los dos mundos, y de los submundos que compone el de fantasía, están muy logrados, y hay algunos hallazgos más que interesantes, en especial la diferente velocidad a la que se mueven el mundo real y de los diminutos seres que protagonizan la película, porque esto es lo que permite algunas de las secuencias mejor hechas y los momentos más emocionantes. Hay que destacar también el valor de la película en algunos aspectos, como la inusual tara física del perro que aparece (siempre hay que agradecer que los dibujos animados contribuyan a hacer cotidiana la diferencia), el delicado y digno trato a la muerte que ofrece su guión. Y la aventura, porque siempre se agradece una película que meta al espectador en una misión con todo en contra en la que hay que salvar el mundo. Pero, insisto, no termina de dejar mejor sabor de boca por algo tan sencillo como la falta de personalidad.
No es éste un problema tan grave, ni mucho menos, como para descalificar la película, probablemente de lo mejor que se haya estrenado en el campo de la animación y el cine familiar en lo que llevamos de año. Pero sus intentos de ser algo diferente se quedan en detalles y el conjunto no termina de ser tan arrollador como podría haber sido con los mimbres de que se disponían. Quizá no sea más que una cuestión de expectativas, pero sí parece evidente que Epic no está a la altura de los grandes clásicos de Disney o Pixar pero, al mismo tiempo, se convierte en una fantasía animada que, aunque un peldaño por debajo, no se queda tan lejos de la más conseguida Ga'Hoole. La leyenda de los guardianes. En cualquier caso, y aún pensando en que hace un par de décadas Epic podría haberse convertido en un clásico, siempre da gusto que el cine de animación explore estos mundos, desde una mirada pensada para los más pequeños pero sin desdeñar un público adulto. Así lo indica el gran reparto de voces reunidas en la versión original (Amanday Seyfried, Josh Hutcherson, Colin Farrel, Christoph Waltz o Beyonce) o la intensa banda sonora de Danny Elfman. Recomendable en cualquiera caso.
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