El éxito de una película lleva a los estudios a buscar sucesores de forma inmediata. Cuando Crepúsculo se convirtió en la moda, surgieron docenas de intentos de crear sagas de éxito juvenil, del mismo modo que sucedió, por ejemplo, con Harry Potter. Cazadores de sombras, con sus seis novelas, era un título perfecto para que Hollywood se lanzara a su adaptación más pronto que tarde, porque da, fácil, para siete película (la última, doble, por supuesto). Ciudad de hueso, la primera entrega, es trepidante, tiene un ritmo altísimo, y eso hace que sea una película que no aburre en ningún momento. Pero lo negativo es que todo tiene una disposición sumamente fácil, todo se va anticipando con suma sencillez en un guión que no se aleja de lo esperado, docenas de situaciones quedan sin explicar o, quizá, demasiado resumidas para adaptar al completo las casi 500 páginas del libro de Cassandra Clare en que se basa. Y al final, todo esto confluye en dos conclusiones. La primera, que entretiene por encima de su nivel real. La segunda, que pensarla afecta negativamente a su valoración.
Hay en Cazadores de sombras. Ciudad de hueso un sincero intento de no caer con demasiada facilidad en las garras de Crepúsculo, con todo lo bueno y malo que pueda tener eso para sus seguidores y detractores, y a fe que lo consigue durante casi toda la película, a excepción por supuesto de la pastelosa escena obligatoria desde que las películas, al menos algunas, se hacen pensando en estudios de mercado. El gran mérito de Harald Zwart (director del remake de The Karate Kid, La Pantera Rosa 2 o Superagente Cody Banks, que nadie espere por tanto una pieza de artesanía) está en el endiablado ritmo de la película, a pesar de los incontables cabos sueltos, las situaciones inexplicadas o incluso momentos que uno no sabe muy bien por qué están ahí. Como de costumbre, se intuye que la respuesta es porque está en el libro, aunque lo más probable es que sus seguidores en papel encuentren miles de diferencias entre la novela y su adaptación cinematográfica.
Ese ritmo tan alto, presente prácticamente desde la primera escena, permite la enorme mezcla de mitología de fantasía que hay en la película y es lo que diferencia a ésta de las muchas otras que siguen un patrón fijo: chavales de moda (o aspirantes a serlo) como protagonistas, veteranos para dar prestigio al reparto, fantasía urbana y locales de moda, la vida de una joven protagonista que se ve alterada por completo por la irrupción de seres extraordinarios, una o varias sociedades secretas, un misterio que resolver y, por supuesto, una historia de amor que afecte al menos a tres personajes. Visto una y mil veces, con influencias que es mejor no detallar para no estropear algunos de los giros argumentales de la película (y eso que dan ganas de insistir en la imperecedera influencia de...). Lo molesto, en todo caso, no está en el planteamiento, que tiene su público, sino en que todo parece dispuesto para que ese público no tenga que utilizar ni una sola neurona. Todo se va anticipando un par de escenas antes de que suceda, y muchos detalles que se verán en la secuela, ya anunciada, están ya adelantados aquí.
Y no se trata de dejar cabos sueltos para las siguientes entregas, lo que ofrece esta primera entrega de Cazadores de sombras es una retahíla inagotable de elementos dispersos, que dejan incompleta la historia en demasiados aspectos. Incluso los personajes cambian de idea con una facilidad y una ausencia de explicaciones que parece sorprendente. Como el ritmo elevado es el mejor arma del filme, el epílogo es donde más se nota esa carencia, porque tras el clímax los personajes desaparecen sin más, las explicaciones de lo sucedido brillan por su ausencia y todo viene a dar un poco igual porque se ha conseguido el objetivo esencial: que los chicos jóvenes dejan su impronta de guapos (incluso con motivos vergonzosos como el que esgrime el guión para que Lily Collins lleve un vestido corto en una de las escenas), que Jonathan Rhys Meyers actúe de villano con cierto interés, que los efectos visuales y la creación de la fantasía sean resultones y que los 130 minutos que dura la película se pasen sin haber aburrido a nadie. Eso lo consigue. Pero, insisto, irse deteniendo en los detalles (como lo de Bach y la sospechosa presencia de pianos por todas parres) va destrozando tantos elementos del filme que es mejor no pensarlo.
2 comentarios:
Siempre que una serie o película tiene éxito aparecen mogollón de clones para explotar la misma fórmula. Hasta cierto punto es normal, lógico, pero no recuerdo que ninguna de estas copias haya tenido el mismo éxito que el original.
No es que quiera que estas pelis fracasen, a mí me da lo mismo, pero sí quedan un poco de rabia ya.
Doctora, no tienen tanto éxito, pero les suele dar igual. Alguna triunfa y da un par de secuelas. Y si no, con hacerlas un poco más baratas que la original ya ganan algo de dinero. A mí me cansan las modas. El caso es que a veces se intuyen posibilidades incluso en las copias, y fastidia que caigan en la fotocopia, pero...
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