Lincoln es un drama histórico inmenso. Partir de ese punto simplifica el catálogo de alabanzas que supone hablar de una obra cumbre, una más, de uno de los directores más influyentes de las últimas cinco décadas, al que se le ha negado con demasiada facilidad el reconocimiento por haber servido a la noble causa del entretenimiento audiovisual. Steven Spielberg es uno de los más importantes cineastas de nuestra época, insisto en la palabra cineasta, y así lo atestigua su cine, su elevado número de películas sublimes, aquellas que han servido para marcar épocas y memorias, las que han formado los sueños cinematográficos de tantos espectadores. En Lincoln demuestra una vez su madurez como autor, su dominio absoluto de todo lo que sucede en la pantalla para componer un fresco impresionante. Y añade a su gran colección de interpretaciones, algo que con frecuencia se le ha negado que forme parte de sus talentos, la de un Daniel Day Lewis legendario. Él es, ya para siempre, la efigie de Abraham Lincoln. Y ésta, la película definitiva sobre su protagonista.
La sensación que deja Lincoln es profunda. Durante su visionado y después del mismo. Tiene presencia y tiene poso. Spielberg, siguiendo un sobresaliente guión de Tony Kushner (que ya hizo para Spielberg el también impactante libreto de Munich), muestra una historia intensa y memorable, la del final de la guerra civil estadounidense y la lucha por sacar adelante la decimotercera enmienda de su Constitución, la que debía abolir para siempre la esclavitud. Y, al mismo tiempo,traza un minucioso retrato de una figura histórica como la de Lincoln. Fascinante en el papel y aumentada en la pantalla por la labor de Spielberg y Daniel Day Lewis. El director le da al actor todas las armas para que su interpretación sea única y redonda. Hace crecer su figura con sus encuadres, con sus sombras, con sus movimientos de cámara. Lo hace con una sutileza impresionante pero que tendría que ser mostrada en todas las escuelas de cine. Nada de lo que hace Spielberg es gratuito, toda tiene una razón de ser y prácticamente todo (por no hablar en términos absolutos) funciona a la perfección.
Y Daniel Day Lewis responde al mismo nivel, dejando un regalo irrepetible. Aunque hay que tener en cuenta que este actor sólo sale de su casa cuando una película realmente le motiva, no deja de ser curioso que no fuera la primera opción para el papel. Liam Neeson, al que Spielberg sacó un trabajo inolvidable en La lista de Schindler, iba a hacer la película. Entre director y actor refuerzan una imagen mítica a la que hasta ahora le faltaba un referente indiscutible. Hacen que sea un hombre legendario, a la altura de este presidente de los Estados Unidos intocable que forma parte de la memoria colectiva, pero también un hombre de carne y hueso. Vemos al político, al líder, pero también al esposo y padre de familia. No es un retrato complaciente, sino complejo y que, en manos de ese guión de Kushner y la dirección de Spielberg, evita el riesgo de ser el centro único e indiscutible de la película que se lleve por delante lo que tiene alrededor. Al contrario. Lincoln no es sólo Daniel Day Lewis, sino que él es la pieza central de un conjunto extraordinario, que dentro de su reparto aporta la enorme presencia de Tommy Lee Jones o el magnífico contrapunto de Sally Field.
Y es que Lincoln es perfecta en muchísimos sentidos. Hay apartados técnicos de matrícula de honor, como la fotografía de Janusz Kaminski o el montaje de Michael Kahn, por no hablar de la intachable ambientación histórica por medio del diseño de producción de Rick Carter o el vestuario de Joanna Johnston. Decir que lo más flojo está en la música del maestro John Williams, quizá demasiado impersonal, da idea del altísimo nivel que tiene la película en todas sus facetas. Y qué decir de todo el reparto, memorable en un conjunto, con apariciones destacadas de Joseph Gordon-Levit (aún con una gran e indispensable escena, puede ser el personaje menos útil a la historia), James Spader, Jared Harris o David Strathairn. Pero la maestría técnica de cada uno de estos aspectos sobrepasa los límites de cada sector y acaba desembocando en una artesanía magistral gracias a Spielberg, el autor que mejor entiende cómo conectar todos los elementos para crear una película apasionante. En ningún momento se hacen pesados sus 150 minutos, necesarios para entender la historia. No sobra una escena. No está de más un solo plano. ¿Que apela a los sentimientos? Sí, eso forma parte de Spielberg. ¿Eso hace de Lincoln una película blanda? No, aunque quizá quienes no conecten habitualmente con su sensibilidad puedan considerarla así.
Lincoln es una obra de arte. Y lo digo en el sentido más amplio de la expresión. Teniendo un guión formidable y unos diálogos importantes, tal es el poder cinematográfico de Spielberg que incluso sin sonido es una película visualmente magnética. Puestos a calificar, y dentro de sus dramas, encaja entre los mejores, probablemente junto a La lista de Schindler y la infravalorada Munich. Y en este punto de su carrera recoge con sumo acierto y mejorando características anteriores aspectos que recuerdan a otros de sus filmes: las escenas políticas solemnes de Amistad, el arrollador carisma de un personaje protagonista de La lista de Schindler, la poética transmisión de mensajes con planos muy concretos de Caballo de batalla, la trascendencia histórica de Munich, el mensaje de El color púrpura, y la sinceridad de El imperio del sol. Es un Spielberg en estado puro que, ya desde la misma temática de la película, estaba llamado a ser impresionante y que con un clasicismo ejemplar y de escuela de cine cumple las expectativas que siempre levante la obra de un genio que no siempre es reconocido como se merece.
4 comentarios:
Seguro que la película es muy buena, me da algo de pereza por si se hiciera pesada pero hay que verla! :)
tampoco leo esto, que no la he visto todavía, voy a comentar la otra...
Hoy la he visto, acabo de escribir mi opinión en mi blog y vengo a ver qué te ha parecido.
Veo que no le ves ningún fallo, pero yo no sí, como decía Ciarán Hinds precisamente en "Munich", si no me quejo no hago bien mi trabajo :)
Estoy de acuerdo contigo en que Daniel Day-Lewis está impresionante y en que no se hace larga, pero creo que a la peli le falta garra, pensaba que iba a ser todo mucho más apoteósico, más redondo. Especialmente el final, que me ha decepcionado un montón.
Me ha gustado, pero no la he visto tan brillante como esperaba o como a ti te ha parecido.
Van, a mí no se me hizo nada, nada pesado...
Meg, pues cuando la veas, me comentas, ¿eh...?
Doctora, imaginé que yo sería más entusiasta que tú. No es que sea perfecta, tiene algún defecto, pero creo que están compensados con creces por todos los buenos que tiene.
Publicar un comentario