lunes, enero 28, 2013

'Bestias del sur salvaje', imaginativa fábula con grandes momentos de cine

Bestias del sur salvaje es una fábula realizada con mucha imaginación. Puede que sea justo eso lo que hace que la película se vea con mucha comodidad, que esa imaginación es una baza jugada con astucia y esconde algunos de los defectos que tiene. Y es que, en el fondo, es un relato muy sencillo que se convierte en una película atractiva con la sabia construcción de escenarios del debutante Benh Zeitlin y con el carisma de un reparto encabezado por la pequeña Quvenzhané Wallis. Que llegue a España después de su sorprendente presencia en las nominaciones a los Oscars es un arma de doble filo. Por un lado, atraerá público interesado en ver qué tiene que ofrecer la película que ha llamado la atención de los académicos. Por otro, puede generar expectativas demasiado altas en una película que tampoco tiene muchas pretensiones más allá de ser lo que es, una fábula pequeña y simpática que contiene grandes dosis de cine en algunos momentos.

Aún a fuerza de ser repetitivo con el término, hay que insistir en que se trata de una fábula. Emplear un solo minuto en buscar verosimilitud en el planteamiento inicial de Bestias del sur salvaje es perder el tiempo. La Bañera es una inusual comunidad en una zona pantanosa de Louisiana separada del resto del mundo por una presa. Pero los raros no son sus habitantes, son los que viven al otro lado. En dicha comunidad se encuentra Hushpuppy, una chiquilla de raza negra de cinco años, junto a su padre, Wrink. A partir de esa premisa, la película se centra en mostrar el modo de vida de las personas que ocupan esa comunidad, en contar la relación de la niña con su padre (y con su madre, quizá uno de los puntos dramáticos más intensos y poderosos del filme aunque no esté presente durante muchos minutos) y en los efectos de una tormenta que amenaza con anegar la zona y obligar a Hushpuppy, su padre y sus vecinos a tener que dejar la tierra que habitan y buscar un nuevo lugar en el que desarrollar su vida.

La película cuenta con un indiscutible eje central, la jovencísima Quvenzhané Wallis, protagonista y narradora. Es evidente que hay algo magnético en la interpretación de Wallis. De otro modo, es imposible que alguien de tan corta edad sustente un filme de esta forma. Sin embargo, que buena parte de su historia se geste en la narración de off le quita presencia y le añade trabajo de montaje al buen resultado final. No se entienda esto como una crítica al esforzado trabajo de la más joven intérprete en ser nominada a un Oscar, sino como la constatación de un hecho. Es más, su trabajo crece precisamente cuando la narración hablada es menos intensa, en el último tercio de la película. Dwight Henry, también sin experiencia en el mundo de la interpretación, ofrece un sólido contrapunto interpretando a su padre. Algunas de las mejores escenas de la película son las que comparten ambos.

Para construir este cuento moderno, Zeitlin usa las dosis adecuadas de fantasía, que llegan a sorprender bastante cuando llegan con los momentos más realistas y dramáticos del relato y que ofrecen, hacia el final, la escena más inolvidable, que, en el fondo, da sentido al título y al mensaje del filme. A cambio, el director se excede en el uso de la cámara en mano en docenas de planos que no lo necesitan, una costumbre que roza lo molesto y en la que caen casi todos los directores contemporáneos. Su triunfo, en todo caso, está en la ambientación (cuánto ayuda en esa labor la alegre música compuesta por el propio Zeitlin y Dan Romer). Y es que todo lo que aparece en pantalla adquiere una onírica sensación de verosimilitud, y eso tiene mérito mezclando sensaciones tan diferentes como las que ofrecen los distintos segmentos del filme, desde la rebelión de la hija contra su padre a su atento aprendizaje para sobrevivir si él no está, pasando por la búsqueda de su madre o las metáforas entre la historia de Hushpuppy y las imágenes de la naturaleza.

Bestias del sur salvaje es una pequeña rareza que ha caído en gracia. Su sencillez e imaginación hacen que se pase por alto algún que otro defecto en una narración no siempre bien cohesionada y en la que los personajes secundarios apenas tienen importancia más que para completar el fresco que pinta Zeitlin. Quvenzhané Wallis ya ha sido encumbrada, quizá con un exceso de cariño procedente de la ternura que despierta ver a una niña (tenía seis años durante la filmación de la película) haciendo el trabajo con la misma solvencia que cualquier adulto. En ella y en la puesta en escena de Zeitlin están las mejores bazas de un filme a ratos sorprendente, a ratos desconcertante, pero que deja buen poso al acabar. No es cuestión de valorar si son muchas o son pocas las nominaciones que ha recibido porque los premios, ya se sabe, son siempre subjetivos y muchas veces injustos. Pero sí es una sorpresa que una película como ésta haya llegado tan lejos. En el fondo es algo a celebrar, porque fomenta la diversidad en el cine.

4 comentarios:

Meg dijo...

A veces me quedo con lo comercial más que con la diversidad, y me da que éste es uno de los casos. Lo confirmaré cuando la vea, pero no está en mis prioridades. Un beso!!

Sonix dijo...

Bueno, no sé si ha sido sobrevalorada en nominaciones y demás, puede que un poco sí... pero a mí en su momento también me cayó en gracia, y perdoné sus fallitos de guión y otros, para dejarme llevar por esa niña (lo reconozco, me inspiró ternura), la música y algunas de las bonitas imágenes.
Un saludo, y perdóname por no comentar más en tu blog... en realidad leo todas o casi todas las entradas. ;)

Juan Roures dijo...

Sencilla y muy imaginativa; quizá los Oscar se han pasado, pero da gusto ver films así en la ceremonia rodeados de Lincols y otros americanismos. Un saludo.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Meg, yo también suelo tirar a lo comercial, pero de vez en cuando da gusto encontrar propuestas frescas y alejado de lo típico.

Sonix, sí, tiene suficientes elementos interesantes como para olvidarse de errores y dejarse llevar... No fastidies, si a mí me pasa lo mismo con tu blog, je, je, je...

Juan Roures, si es que en el fondo tampoco hay que pensar que el número de nominaciones mide la calidad de una película. Es verdad, a mí lo único que me gusta de que haya tantas nominadas es que haya diversidad, aunque se sepa de antemano que hay algunas que no pueden ganar en una ceremonia como esa...