Empezaremos con una confesión y así quedará claro el terreno que pisamos. Hacía muchos años, y cuando digo muchos son muchos, que no me reía tanto en una sala de cine. Ese efecto lo ha provocado El lado bueno de las cosas. Después de esa primera impresión, tengo que decir que cada vez me apasionan más películas como esta. ¿Y cómo es esta película? Preciosa. Divertida. Humana. Real. No he dejado de pensar en las semejanzas, salvando las distancias, con Mejor... imposible, aquella igualmente deliciosa comedia de James L. Brooks protagonizada por Jack Nicholson, Helen Hunt y Greg Kinnear. Y el efecto es el mismo. Es una deliciosa comedia que lidia con aspectos que difícilmente podrían servir de base a un filme de este género, que trata con enfermedades mentales, problemas de conducta social, envidias, mal de amores y matrimonios rotos. Gracias a eso, es cínica, hiriente e incisiva. Pero es también divertida, emotiva, dulce y maravillosa. Qué gozada de película.
Pat Solitano junior (Bradley Cooper) es bipolar. Después de un incidente traumático con su esposa (que se detalla pocos minutos después de iniciarse la película), es internado durante ocho meses en un psiquiátrico para tratar de curar esa afección. Tiffany Maxwell (Jennifer Lawrence), hermana de una amiga de la esposa de Pat, acaba de afrontar la muerte de su marido. Ambos tienen problemas psicológicos. Ambos encuentran en el otro una forma de ser mejores. Y ambos están interpretados con una sublime precisión por dos actores en estado de gracia que tienen una química fascinante. Aportan tantos matices y se meten tan de lleno en todas las facetas de sus papeles que parece imposible no sentir, padecer y soñar con ellos. Hay docenas de momentos en que se ve esa hermosa fusión, esa química indescriptible, pero parece difícil no quedarse con esa mirada inocente de la foto después de una escena maravillosa. Y tanto da que el final pueda ser más o menos previsible, es la historia lo que cuenta. Siempre es la historia. Por esta película es tan buena.
David O. Russell, que no me había enamorado con sus dotes para la comedia (Tres reyes) y sí aunque no de forma tan contundente como se apuntó mayoritariamente en su momento con su forma de abordar las miserias humanas (The Fighter), escribe y dirige una maravilla. Y si El lado bueno de las cosas casi se dirige sola gracias a sus actores (o, precisamente, gracias a una formidable dirección de actores, que es lo que Russell evidenció en su anterior filme con un Christan Bale soberbio y magnígicamente acompañado), es obligatorio alabarle por su trabajo aquí como guionista. Diálogos frescos, contundentes y divertidos pueblan la película. Y no solo entre un Cooper que se está revelando como un actor mucho más versátil de lo que cabía suponer y una Lawrence que confirma que es una actriz a tener muy, muy en cuenta mientras algunos se limitan a hablar de ella como mujer deseada. Robert De Niro, entrando ya en el campo de secundarios de cierta edad, borda su papel junto a Jacki Weaver como los padres de Pat. Y lo mismo Chris Tucker, quién lo iba a decir. La solidez en el reparto es proporcional a lo que va creciendo el guión por momentos.
La película convence porque no hay nada en ella que chirríe a pesar de tocar muchísimos palos. Es obviamente, el retrato de dos personas enfermas (delirante su primer diálogo sobre las medicinas que han tomado). Pero es también el de una familia en apuros (sí, Robert De Niro puede llorar). O el de una afición como el baile (¿sabéis ese tradicional montaje musical de diferentes instantes que suele ser tan cansino en otras películas? Aquí funciona de maravilla). O el de una pasión como el fútbol americano (hay quien ha querido ver polémica en este aspecto por el tema de las apuestas; absurda, por supuesto). Todo parece tener cabida y cada escena encaja de una forma maravillosa, como pedazos de una historia realista, creíble y preciosa. Y divertida, muy divertida, porque, como la vida misma, en la que una risa compensa cientos de momentos de amargura, El lado bueno de las cosas fluye con una sencillez tan contundente que casi parece fácil hacer una película tan completa.
Bradley Cooper y Jennifer Lawrence forman una pareja formidable, de esas que perduran para siempre en la memoria del espectador. Pero El lado bueno de las cosas es más que eso, y escena a escena se va convirtiendo en una de esas películas que esbozan una permanente sonrisa en la cara del espectador. En las escenas en las que Pat y Tiffany salen a correr por la calle, en todas las apariciones de Chris Tucker, en la memorable reunión tras el gran y decisivo partido de fútbol americano (uno de los diálogos más divertidos que recuerdo... y el duelo interpretativo brutal entre De Niro y Lawrence), en los arranques bipolares de Pat (por ejemplo, y aunque el trailer ya haya destrozado esa escena, ojo a su reacción al leer el final de Adiós a las armas de Ernest Hemingway). Y una pequeña reflexión final. Cuando parece que solo las películas que quieren ser rompedoras, diferentes, violentas, visualmente innovadoras, épicas o dramáticas están llamadas a ocupar un hueco en el panteón del cine contemporáneo, es refrescante descubrir que una historia de las de siempre como esta alcanza los mismos o más méritos que aquellas. Chapeau.
3 comentarios:
También tengo ganas de verla, me ha sorprendido la expectación que ha levantado tratándose del género que se trata. Un beso!!
Estoy totalmente de acuerdo contigo, me apetecía ver esta película pues tenía un buen presentimiento y acabó siendo mucho mejor de lo que me esperaba. Simplemente me encantó.
Meg, la verdad es que sí, sorprende, pero para mí es una sorpresa maravillosamente agradable. Ya me dices...
Van, me alegro mucho de que te encantara, que una dosis de buen rollo nunca viene mal...
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