viernes, diciembre 05, 2014

'Exodus. Dioses y reyes', hermano rico, hermano pobre

Ridley Scott dedica Exodus. Dioses y reyes a su hermano Tony, que se suicidó en 2012 con 68 años. Ridley cierra así un curioso sentido metafórico de hermano rico y hermano pobre en la película, la ya conocida historia de Moisés y Ramses, dos hermanos divididos por su pasado, por sus lealtades y por sus creencias. Aunque Ridley es el más dotado cinematográficamente hablando, Tony lograba más unanimidad crítica y de taquilla con su trabajo. Ridley, a pesar de reconocerle méritos, siempre ha estado más expuesto a juicios mucho más duros hacia su cine. Y sin embargo, eso mismo le ha permitido hacer siempre las películas que ha querido, variando lo que ha deseado y sin límites presupuestarios. Pero Tony llevaba a los cines películas mucho más propias y personales. Lo que veíamos era lo que él quería hacer. En el caso de Ridley no es así y Exodus lo confirma. Lo que llega a los cines es sólo parte de lo que ha querido hacer. La parte abreviada, la comercial, la viable. Y esa es irregular, descompensada, brillante a veces y carente de emoción en otros momentos. ¿Por qué? Porque el hermano rico de esta historia es la versión extendida.

En realidad, para descubrir si este planteamiento es acertado habrá que esperar hasta que la película llegue al mercado de vídeo, pero viendo la trayectoria de Ridley Scott parece evidente que será así. El ejemplo más perfecto es El reino de los cielos, una película con la que esta comparte no pocos elementos, pero cuyo montaje comercial es mucho más hábil que el de Exodus. La irregularidad de la cinta es tal que sus 150 minutos no bastante para explicar todo lo que Scott quiere meter. Y es paradójico, porque los 99 minutos de El príncipe de Egipto cuentan la misma historia mucho mejor en su conjunto, por no acudir al referente de los 220 de Los diez mandamientos. Puede que las comparaciones sean injustas, pero también son inevitables, porque Exodus tiene una enorme cantidad de personajes que están porque tienen que estar, pero apenas se desarrollan. Se ve con claridad con los papeles de Sigourney Weaver, Aaron Paul o Ben Kingsley, pero en realidad afecta a todos salvo a Christian Bale y Joel Edgerton.

Scott busca que su película gire casi exclusivamente en torno a los dos hermanos, Moisés y Ramsés, quizá con la única salvedad de Séfora, el rol de María Valverde, y encuentra brillantes interpretaciones de Bale y Edgerton. Este incluso sorprende porque elude el toque de psicópata que se puede esperar de quien tiene preadjudicado el papel de villano, aunque la película no quiera sentenciarle de esta forma. Y lo que hace para darle lustre a la película es algo que sólo Ridley Scott parece dominar a al perfección en el cine contemporáneo: recrear un entorno histórico de una forma que quita el aliento. Le da igual que sea el Imperio Romano, la Edad Media o, como es el caso, el Antiguo Egipto, Scott es el cineasta perfecto para la creación de escenarios épicos que luzcan en pantalla, para montar batallas de gran escala a la antigua usanza (no se puede describir con palabras la gozada que supone ver una refriega así sin cámaras lentas). Scott es, en ese sentido, un director incomparable en el cine de nuestra era.

Pero, a diferencia de lo que en otras películas sí conseguía (desde la alabada Gladiator a la bastante injustamente denostada Robin Hood), en Exodus le falta algo de espíritu. No tanto por las obvias licencias que se toma con respecto a la historia bíblica, que eran más que esperables y no hacen tampoco demasiado daño (a pesar de la enormemente desaprovechada escena del Mar Rojo, a años luz del efecto que creaban Los diez mandamientos o El príncipe de Egipto), sino porque Scott hace una apuesta extraña. Parece que quiere ser realista, pero él mismo se olvida de ello cuando le interesa. Parece que quiere centrar la historia en la rivalidad entre hermanos y la olvida en cuanto pone rostro a un Dios vengativo y violento. A pesar de todo, la película no aburre en ningún momento. El carisma de Bale interpretando a Moisés es tan inmenso que su epopeya interesa. Ni siquiera el discutible uso del tiempo y la cereza casi absoluta de que la versión extendida mejorará bastante los logros de esta pueden evitar eso. Pero ya lo hemos visto. No con los ojos de Ridley Scott, y eso siempre compensa, pero no está entre las mejores películas de su director.

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