Cuando Pixar estrenó Los Increíbles, no sólo mostró su firme apuesta por un cine de calidad y disparó el prestigio de su director, Brad Bird, sino que además hizo probablemente la mejor película de superhéroes que se había hecho hasta entonces sin necesidad de bucear en el mundo del cómic de forma directa. Cuando Disney compró Marvel, era de suponer que habría películas de animación basadas en los personajes de la editorial. La sorpresa fue que para la primera se escogiera un grupo del que muy poca gente había oído hablar, Big Hero 6. De hecho, la versión que aparece en la película es sensiblemente diferente a la del cómic (por personajes y por historia), pero no es nada descabellado decir que son a Disney lo que Los Increíbles fue a Pixar. Es su versión del mundo del superhéroe, una trepidante, quizá algo más juvenil, pero aún más hermosa y apabullante en lo visual. Es una delicia de película, un producto que rezuma el espíritu Marvel por los cuatro costados y que convence de principio a fin.
¿Por qué? Sencillo, porque abraza su origen (aunque también lo esconda al prescindir del logo de Marvel) y al mismo tiempo le un toque Disney muy genuino y un aspecto moderno que seguramente ayudará a captar a un público nuevo. Puede que no sea tan brillante como el cine de Pixar, que al fin y al cabo es el referente obvio en animación en general y en el mundo del superhéroe en particular a través de Los Increíbles, pero Big Hero 6 supone un paso adelante bestial en el terreno visual. La película no sólo no tiene nada que envidiar a Pixar, sino que en algunos aspectos supera a su empresa competidora pero a la vez parte de la misma casa. La creación de los escenarios, de las masas, de los colores y de las texturas es maravillosa incluso con el habitualmente efecto oscurecedor que tiene el 3D. Y el movimiento de los héroes en acción o su diseño es extraordinario. Nada falla en la película en ese sentido, y sorprende viendo la experiencia de sus codirectores, Don Hall (Winnie the Pooh) y Chris Williams (Bolt).
La historia es donde quizá se nota más esa transición entre Marvel y Disney. Cambian las relaciones familiares y de amistad, las motivaciones, e incluso el escenario (que en el cómic era directamente Japón y aquí es una especie de híbrido ficticio entre Tokio y San Francisco), pero eso no importará a mucha gente dado el carácter absolutamente marginal del grupo en la historia de Marvel, y sí contentará al habitual espectador Disney. ¿Es por ello una película blanda? En absoluto, todo lo contrario. La intensidad de sus imágenes de sus imágenes también encuentra algún rincón en su desarrollo y en lo que le sucede a los personajes, por mucho que sea una aventura para todos los públicos que por movimiento, colorido y edad de sus protagonistas está llamada a hacer las delicias de un público infantil y juvenil contentando además a los adultos y, sobre todo, a los aficionados al cómic (esencial para esto, el villano de la función, un diseño espléndido y una ejecución en la película por momentos insuperable).
Resulta dificilísimo ponerle alguna pega a Big Hero 6. Es divertida cuando tiene que serlo, profundamente imaginativa desde su planteamiento hasta su final, un festival visual como pocas veces se ha visto, con escenas de acción que incluso ofrecen el lujo de colocar una de ellas entre las grandes persecuciones que se han visto en las calles de (más o menos) San Francisco. Y, sí, con un indudable sabor a cómic (ojo al cameo de alguien muy reconocible), que hace de la película una formidable historia de origen (uno de sus mejores personajes, Fred, no deja de hacer alusión a ello con algunos de los diálogos más divertidos del filme) que lleva a pensar por qué diantres no se ha puesto Disney como loca a hacer películas basadas en personajes de Marvel, incluso también de los más conocidos. Además, es una película Marvel por mucho que lo indique, así que es obligado esperar hasta el final de los títulos de crédito. Ningún Marvelita quedará decepcionado por la espera. Ni por la película, formidable en todos los sentidos, de esas que hace desear un regreso a la infancia para disfrutarla aún más si cabe.
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