Las comparaciones resultaban imposibles desde el principio, pero qué diferentes son las sensaciones que dejó El Señor de los Anillos, una trilogía monumental y todo un momento cumbre de la historia del cine, y las que deja ahora El hobbit, un proyecto mal planteado desde el principio y cuyo último capítulo, La batalla de los cinco ejércitos, revela lo mejor y lo peor de este nuevo intento de Peter Jackson de adentrarse en el mundo de J. R. R. Tolkien. Lo mejor es la capacidad de recrear todo un mundo de la nada y de fascinar con el resultado. Lo peor, sus problemas para entender la narrativa cinematográfica. La mezcla acaba resultando en un producto mucho más olvidable de lo que su descomunal tamaño puede hacer pensar. El hobbit está a años luz de El Señor de los Anillos, y eso es algo que probablemente tendrían que reconocer hasta los más acérrimos defensores de esta nueva trilogía y que, ya sin ningún género de dudas, nunca debió llegar hasta las tres películas viendo el escasísimo desarrollo narrativo que ha quedado para este clímax final.
La batalla de los cinco ejércitos termina de consumar varios de los errores que había cometido Peter Jackson en las dos entregas precedentes, Un viaje inesperado y La desolación de Smaug. El más llamativo es el de estirar El hobbit hasta las tres películas, algo que redunda en la repetición y en un metraje claramente descompensado, entre las películas de la saga y también en este tercer filme por si solo, sabiendo ya de sobra que no hay identidad posible para cada una de las partes. En El hobbit sobran escenas y personajes y Peter Jackson parece haberse dado cuenta al final, porque ha firmado la más corta de sus películas basadas en el mundo de Tolkien, con la certeza además de que su arranque, de largo la mejor, la más brillante y la más espectacular escena de este cuento artificialmente alargado hasta los 474 minutos en sus versiones comerciales, tenía que haber sido el clímax de La desolación de Smaug. Eso, con todo, no es el gran problema de El hobbit en general o de La batalla de los cinco ejércitos en particular. El problema es que lo que sorprendía, emocionaba y fascinaba en El Señor de los Anillos aquí prácticamente no existe.
Jackson no se ha superado, eso es evidente, pero tampoco ha conseguido cubrir el expediente. ¿Entretiene? Sí, claro que sí. Era prácticamente imposible que no lo hiciera. ¿Tiene momentos brillantes? Desde luego, Jackson tiene esa capacidad. Y La batalla de los cinco ejércitos es, de largo, la mejor de las tres películas de El hobbit. Pero da tanta rabia saber que el propio Jackson podría haber hecho algo tan maravilloso como El Señor de los Anillos que viendo el resultado final ahora despunta el deseo de saber qué habría hecho Guillermo del Toro de haber seguido en el proyecto, incluso sin abrazarlo con un fervor especial en su momento. Este cierre es, en todo caso, peculiar. La épica que exige el clímax de El hobbit está presente en la película, pero va derivando a una suerte de duelos personales que no siempre terminan de hacer justicia a lo que se podría haber conseguido y que olvidan el gran escenario. Por supuesto, nada esconde el brutal trabajo visual que hay en el filme. Es cierto que hay un exceso de efectos visuales imposibles, pero el diseño de este universo a todos sus nieles, el sensacional casting y la descomunal batalla planteada merecen elogios.
Este tercer filme cumple con lo esperado, sobresale por encima de los anteriores, es una correcta unión con la trilogía anterior y prácticamente obliga a salir del cine con un gesto de satisfacción por la forma en la que acaba. Aún así, resulta curioso ver que Jackson se haya ido librando estos años de las furibundas críticas que George Lucas sí recibió con el regreso a su propia trilogía, la de Star Wars, cuando los errores del responsable de El Señor de los Anillos han sido como poco parecidos. La batalla de los cinco ejércitos comete excesos visuales extraños dentro de esa intención de unirse al espíritu de El Señor de los Anillos, prescinde de personajes en algunas escenas de una forma asombrosa (¿de verdad van a quedar cosas trascendentes para la versión extendida?) y maneja francamente mal los tiempos de la historia, los internos y los cinematográficos. Es decir, falla en todo lo que hizo de El Señor de los Anillos la maravilla que es. Este Jackson sólo sabe magnificarlo todo a todos los niveles. Y El hobbit no necesitaba eso. Qué lástima.
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