Qué difícil es hacer una buena tragicomedia y qué fácil parece cuando se ve una que merece la pena. The Skeleton Twins, segundo filme de Craig Johnson como director, encaja en esa categoría porque encuentra el equilibrio perfecto entre el drama y la comedia, entre momentos emocionalmente demoledores y secuencias terriblemente divertidas. E incluso consigue que ambas sensaciones se mezclen con naturalidad, como por ejemplo en la primera secuencia de la película, una que sirve para sentar las bases de la historia y para mostrar a una espléndida pareja protagonista, la que forman Kristen Wiig y Bill Hader. A partir de ahí, la montaña rusa emocional que supone la cinta, reflejo de la vida, no deja de moverse, de agitar los cimientos de la existencia de una pareja de hermanos tremendamente singular. Quizá al final queda una muy leve sensación de insatisfacción por dejar demasiados cabos sueltos, pero todo lo que aparece en la pantalla funciona francamente bien.
Y eso que la película arranca con situaciones que rozan peligrosamente el arquetipo, especialmente por el lado de Milo (Hader), el hermano gay que incluso en uno de sus diálogos llega a referirse a ese tópico del que parte su personaje. Pero como el toque cómico funciona desde el principio es bastante fácil perdonar lo trillado que pueda haber en el guión para así disfrutar de lo que ofrece la película, que no es otra cosa que el reencuentro de estos dos hermanos probablemente en uno de los peores momentos de su vida. Ese anclaje en la realidad es lo que permite a Johnson mostrar una inusitada alegría por vivir dentro de un drama a ratos muy profundo (y que se desborda en la conversación que tienen Milo y Maggie en plena calle tras salir juntos en la noche de Halloween). Quizá por eso el final quede relativamente abierto, aunque eso no termina de justificar el olvido de la película hacia algunos personajes como el marido de Maggie, Lance (Luke Wilson).
Siendo el reparto lo esencial en una película de estas características, y estando tanto Wiig como Hader francamente bien, superando los tópicos y estableciendo una química especial (¿existe la idea de que sólo puede haber química entre una pareja protagonista que tenga vínculos de pareja? Si existe, aquí un ejemplo de que no es así), se agradece que Johnson haya prestado atención al detalle. Los personajes tienen trabajos, aunque no sean parte del corazón emocional de la película o necesarios para su desarrollo; tienen un entorno, aunque en realidad el relato podría suceder en cualquier parte; y los días pasan, aunque la época del año no sea en absoluto fundamental para The Skeleton Twins. El envoltorio complementa así a los personajes, les deja respirar y les da un aire de verosimilitud que acaba permitiendo que todo parezca incluso más completo de lo que es.
Así, The Skeleton Twins es una de esas películas tan inteligentes como divertidas que sabe maximinzar sus puntos fuertes (entre ellos la música, una espléndida selección que, aquí sí, tiene un sentido narrativo evidente, como la escena en la que Milo le da sentido a una canción, sin duda el momento más emotivo de toda la cinta) para que los más débiles queden ocultos, incluso que pasan desapercibidos. Se puede discutir con razones coherentes la forma en la que acaba la película, dejando algunos elementos vitales en el aire, pero al mismo tiempo permite al espectador sacar muchas conclusiones. Y eso, aunque a alguien pueda convencerle más el final montado de otra manera, no deja de ser un elemento más de implicación. Al final, es tan fácil meterse en la piel de Milo y Maggie, reflexionar sobre cuáles serían nuestros pasos en su situación, que sólo queda reconocer que la película cala. Y si cala es porque,efectivamente, la vida a este lado de la pantalla también es una tragicomedia. Como la de ellos, aunque no tenga el mismo nivel de drama.
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