Después de unas cuantas décadas ya a sus espaldas como cineasta, no es ninguna sorpresa descubrir a Ken Loach haciendo películas de claro corte social. Jimmy's Hall es ese cine social que domina el realizador británico con tanta facilidad, que se mueve entre un cuadro mucho más amplio y una situación muy concreta. Así, en esta película posa su objetivo en un pequeño pueblo irlandés que, a comienzos de los años 30 del siglo pasado, cuenta con la presencia de un activista, que regresa de Nueva York, donde ha estado refugiado durante diez años, dispuesto a plantar cara a la iglesia y a los grandes terratenientes con un local social como eje de las disputas. Aunque no es la cinta más potente por su contenido ideológico de la filmografía de Loach, lo compensa con agradables sensaciones que procede tanto del ambiente en el que se desarrolla la película como del espléndido uso de la música.
Si Jimmy's Hall funciona tan bien es porque, a pesar de la sencillez de su historia y de un ligero maniqueísmo en algún momento de su desarrollo, es porque la película entiende perfectamente el momento y el lugar en que acontece la película. Irlanda era entonces un escenario postbélico entre partidarios y detractores del Reino Unido, el mundo estaba en pleno periodo de entreguerras y al crack del 29 todavía se dejaba sentir mientras el comunismo avanzaba por todo el mundo. Todo eso, que ya es un escenario suficientemente complejo, se mezcla con el folclore irlandés, con el papel de la iglesia y con una lucha de corte sindical, haciendo de la película un completo mosaico que, en realidad, nunca abandona la idea de ser una película pequeña e intimista.
Hay un elemento que siempre funciona en las películas de Loach, y es su reparto. Integrado tantas veces por nombres absolutamente desconocidos para el gran público, el cineasta siempre saca lo mejor de sus elegidos y hace que todos ellos enriquezcan lo que de verdad hace grande sus películas, y es el entorno. Jimmy's Hall no es ninguna excepción en ese sentido, ni en la brillantez de sus actores ni en la inmersión que ellos mismos hacen en el entorno rural en que se mueven. Loach, además, es un cineasta lo suficientemente hábil como para que el montaje le sirva a sus propósitos. Hay un flashback espléndido y un montaje paralelo aún más brillante (alternando uno de los bailes en el salón social y un sermón religioso) que bien podrían ser los mejores momentos de la película junto a las escenas más personales en el último tercio del filme entre los dos protagonistas esenciales, Jimmy (Barry Ward) y Oonagh (Simone Kirby).
Como Jimmy's Hall se basa en una historia real, muchas sinopsis han decidido incluir el desenlace de la película como si ese fuera el único aspecto reseñable. Lógicamente, si no se conoce al personaje real, lo mejor es olvidarse de cualquier sinopsis, crítica o resumen que decida sencillamente alterar una parte de la forma en la que Loach transmite su relato. Cosas del marketing moderno. Y no es que Loach supedite el acierto de su película al desenlace del relato, ni mucho menos, ¿pero por qué arruinar esa sensación de una forma tan gratuita? Incluso habiendo caído en la trampa publicitaria, Jimmy's Hall destaca por su sencillez y su compromiso, marcas indelebles del cine de Loach que funcionan aquí de nuevo por su habilidad de hacer que el espectador se zambulla en el entorno escogido.
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