En el cine hay veces en que el qué devora ligeramente al cómo, y eso le sucede a Blue Lips. La película es un singular experimento que sigue las andanzas de seis personajes procedentes de diferentes partes del mundo que acaban confluyendo en Pamplona en los Sanfermines. Cada personaje, además, tiene un director diferente, que codirige las escenas en las que se junta con otro de los seis principales. Curioso, sin duda. Pero quizá, al margen de ese detalle y del esfuerzo que hay que reconocerle, algo insuficiente por momentos. No es que la película flaquee especialmente en alguno de esos segmentos o en sus nexos de unión. Muy al contrario, la acción se sigue con interés, sea por parte del ex futbolista brasileño, el periodista americano, el fotógrafo italiano, la adolescente argentina, la joven hawaiana o la mujer pamplonesa. Pero quizá hay un exceso en no ofrecer toda la información, sin duda es algo intencionado pero le resta impacto a la historia. Aún así, lo curioso de la historia, coral pero no una suma de cortometrajes, es atractivo.
Lo es porque hay una diversidad en el reparto, muy bien escogido y muy efectivo, que permite encontrar amplios espacios de empatía. Podrían haber sido más si el guión hubiera precisado algo más algunos detalles. Algunos se ofrecen con una elegancia espectacular (eso permite deducir, por ejemplo, cómo pudo morir el marido de la mujer pamplonesa), pero otros se quedan tan en el aire que exceden incluso el carácter de macguffin (el novio de la joven hawaiana, la enfermedad de la chiquilla argentina). Siendo una película dirigida por seis personas, es difícil saber cuánto de lo que falta estaba en el guión original, se quedó en la sala de montaje o directamente nunca se planteó su inclusión en la película, pero sí es cierto que esos detalles dejan una sensación de irregularidad, incluso aunque haya buenos momentos en cada segmento (y en algunos de los encuentros, en especial el de la pamplonesa y el periodista americano, probablemente lo mejor del filme y de donde sale su título).
No es que la tarea de ensamblar la cinta fuera fácil, eso también hay que reconocérselo a la película. Rodar en pleno San Fermín es un reto inmenso y eso da a la cinta un sabor bastante especial. Incluso sin conocer de primera mano la fiesta navarra, es indudable que Blue Lips ha sabido captar muchos de los elementos esenciales de esa semana de desenfreno, e incluso algunos de sus problemas más conocidos. Pero eso mismo obliga a pensar de nuevo en que las historias quedan sin una conclusión real en muchos casos. Se ve Pamplona, se ve San Fermín, se intuyen muchos de los recovecos emocionales que configuran a cada uno de los personajes, pero no termina de sentirse con firmeza un nexo de unión real entre todo. Así, hay brillantez por momentos, pero se echa de menos un motor más propio del argumento que del escenario. Obviamente, eso no es lo que busca la película, pero cabe preguntarse cómo habría sido la película de haber dado ese paso adelante.
Blue Lips es un complejo salto mortal casi sin red, y asumir que la película sale adelante con cierta facilidad es la mejor forma de reconocer el esfuerzo que hacen sus seis directores (Daniela de Carlo, Julieta Lima, Gustavo Lipsztein, Antonello Novellino, Nacho Ruiperez y Nobuo Shima) y un reparto entregado a la hora de convencer emocionalmente, no sólo por la diversidad cultural que representan. Es también verdad que esa irregularidad y algunos elementos de la propia concepción de la película no convencen con la misma facilidad, pero hay un buen trabajo de concreción y condensación. Son muchos los perfiles y las emociones que toca la película y todo ello tiene cabida en un filme de apenas hora y media que supera la sensación de que se trata de una postal turística pero que no llega a satisfacer todas las ambiciones propuestas que lanza. Con todo, entretiene y por momentos gusta mucho.
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