lunes, abril 28, 2014

'El viento se levanta', belleza sin tanta sustancia

El nombre de Hayao Miyazaki lleva años siendo destacado como el de un genio, un maestro del anime y de la narrativa. Y sin embargo es un cineasta con el que siempre me ha costado conectar, algo que se reproduce de nuevo en El viento se levanta. Aprecio sus enormes hallazgos visuales, la belleza poética que consigue imprimir a sus imágenes, lo bien que utiliza las secuencias irreales (en ese caso, oníricas) y algunos aspectos de sus historias. Pero el conjunto me suele dejar algo frío. Incluso, aunque pueda parecer un sacrilegio a los muchos seguidores de Miyazaki, me llega a aburrir. Eso sucede en El viento se levanta con bastante facilidad si no se conecta con el sueño del protagonista. Un sueño que funciona cuando es niño, en el primer cuarto de hora, y cuando se convierte en un hombre enamorado, en la media hora final. Pero que entre medias queda algo deslabazado y no consigue enganchar tanto. Por supuesto, habrá quien sí se vea no sólo enganchado sino sumergido. Y ahí sí se podrá disfrutar de la película con mucho interés.

El viento se levanta es una biografía, con toques de ficción bastante claros, de Jiro Horikoshi, el ingeniero que creó los aviones de combate que Japón utilizó durante la Segunda Guerra Mundial. Obviando todo tipo de controversia que pueda generar el sujeto escogido y ese trasfondo (sobre todo porque no la hay, es una película y no un dogma), lo cierto es que esta trama, pese a ocupar buena parte del metraje, acaba por no tener la mayor importancia. Es la excusa de Miyazaki para arrancar la película como el deseo infantil de un niño que por sus problemas de visión jamás podrá ser piloto y para generar sus secuencias oníricas, que están entre lo mejor del filme, pero todo este asunto palidece, y además con una enorme claridad, cuando el guionista y director se centra en la historia de amor que desarrolla al final. Tanto es así que resulta inevitable pensar que, empleando tanto tiempo en aviones y trabajos de ingeniería, se le ha escapado la oportunidad de hacer una de las mejores películas románticas de los últimos tiempos.

Estas secuencias, no obstante su confinamiento en ese tramo final, son las que dan belleza y sustancia a la película. Sin ellas, la profundidad parece perderse casi por completo mientras se suceden peripecias que no terminan de servir más que de motor de secuencias concretas pero que adolecen de un hilo emocional claro. Al final, Hiro es un personaje con un enorme potencial pero que nunca termina de explotar. Y siempre da la impresión de que los planes de Miyazaki pasan por hacer de la película algo más que una simple biografía, pero no parece que esas intenciones trasciendan lo visual. Ahí sí hay una excelencia notable, con planos bellísimamente animados y con ideas sobre el papel que habrían sido hermosas incluso sin un acabado tan preciosista. La película crece, de hecho, cuando esas ideas se agarran además a la parte más real. Narrar sueños parece más fácil, pero es más sobresaliente el trabajo en secuencias como la del tren o la del avión de papel (en ambas el viento juega un papel protagonista y da sentido completo al título del filme).

Pasada la intriga del planteamiento inicial, se sumerge en una fase pretendidamente mucho más profunda, pero a la que le falta mucha fuerza. Al final, no tiene mayor trascendencia que el protagonista sea quien es (y, por tanto, la base de la polémica en torno al filme), porque se deslizan varias frases en la película en las que se distancia por completo al protagonista de la guerra a la que está contribuyendo con su trabajo, y sí quién quiere ser, el hombre enamorado que no sabe dividir su tiempo entre su trabajo y la atención hacia su amada. Hay detalles atractivos en las poco más de dos horas de la película, pero el conjunto, casi unánimemente alabado y reconocido con premios y nominaciones, se antoja bastante más vacío de lo que parece. Y será difícil que El viento se levanta no enamore a los seguidores de Miyazaki, que con este filme anunció su despedida del mundo del cine, pero tampoco parece la película más sencilla para admirarle si no se tiene experiencia previa en el mundo del anime en general y en la filmografía de este autor en particular.

2 comentarios:

Juan Roures dijo...

Sin duda es de las más flojas de Miyazaki, pero creo que sigue siendo una gran película. En mi opinión, el director da tanto tiempo a los aviones porque eso es precisamente lo que hace el personaje, quien pone siempre su trabajo por delante del amor. Y, por desgracia, a menudo los genios triunfan precisamente por dejar de lado las maravillas de la vida. Un saludo :)

Juan Rodríguez Millán dijo...

Juan, yo no le pillé el punto. Como digo, me pasa habitualmente con Miyazaki aún admirando sus enormes logros visuales. Me quedo con la sensación de que con otro nombre desconocido en la dirección no habría alcanzando la reputación que tiene...