Cada película de dibujos animados basada en los personajes del universo DC obliga a recordar que en este terreno, y a diferencia de la acción real, la supremacía con respecto a Marvel es absoluta. Mientras Spiderman, Vengadores y X-Men triunfan en los cines pero no consiguen encontrar su camino en series o películas de dibujos animados dirigidas al mercado de vídeo, Superman, Batman, Green Lantern, Wonder Woman o la Liga de la Justicia siguen asombrando en este formato. Superman. Sin límites es la última muestra, una especialmente gozosa porque es la adaptación de una espléndida historia del cómic escrita por Geoff Johns y dibujada por Gary Frank en 2008, porque supone un muy buen complemento a El Hombre de Acero (con la que comparte algún que otro punto argumental... al igual que con algunos de los proyectos abandonados años atrás para llevar al personaje a la gran pantalla) y porque ofrece impresionantes versiones no sólo de Superman y el villano al que se enfrenta, Brianiac, sino también de Supergirl.
Analizada en detalle, lo cierto es que Sin límites tiene todo lo que se puede pedir a una película de Superman. Aparece el protector de Metrópolis desatando al máximo sus poderes (espléndida coreografía de la batalla contra el primero de los robots de Brainiac), hay un villano de altura en una encarnación casi perfecta, se ofrecen cuantiosos detalles sobre la herencia kryptoniana del héroe (y la diferente manera en que la reverencian Kal-El y su prima Kara), está por supuesto Supergirl, la relación entre Clark y Lois Lane tiene un papel crucial en la historia, hay bastantes escenas de acción y por supuesto Superman pelea por salvar el mundo, que es lo que se espera del primer y más reconocible superhéroe de la historia. Teniendo todo eso, cabe suponer que el juicio al filme dirigido por James Tucker (a pesar de su muy escasa experiencia como director y afrontando su primer largometraje) ha de ser sobresaliente. Y a ratos lo es, pero no siempre.
Juegan en contra de la película que su clímax no sea lo más espectacular de la historia. Quizá en el cómic tenía mejor encaje esta resolución, pero en pantalla, y después de lo visto en la primera hora, sabe a poco. También falta, aunque está muy bien resuelto este problema con buenas dosis de imaginación, cierta espectacularidad en algunos momentos. Es evidente que estamos ante una película destinada al mercado de vídeo, lo que supone un menor presupuesto que las películas que sí llegan a los cines, y eso se tiene que acabar notando. Estos detalles limitan levemente el alcance de la película, pero no impiden que se la pueda considerar como una de las mejores versiones animadas de Superman, atrevida además en muchos momentos (increíblemente impactante es el momento en el que se ve al héroe sangrando; sin ser específicamente para adultos, no es una película pensada para los más pequeños por mucho que sea de dibujos animados).
Además de la habitual lectura superheroica, que aprueba con nota, Superman. Sin límites ofrece un segundo punto de vista sumamente interesante, el femenino, el que aportan a diferentes niveles Lois y Supergirl. Son parte de la acción, pero también del corazón emocional de la película (¿suena muy descabellado decir que incluso más que Superman?), y esa parte no queda sepultada en ningún momento por las escenas de acción (como sí podía llegar a sucederle en cierta manera a El Hombre de Acero). Respetando pero marcando alguna distancia con respecto al original de las viñetas (donde Gary Frank optó por un héroe que se pareciera mucho a Christopher Reeve), es una adaptación notable y una película muy conseguida, que bucea en una interpretación del mundo de Superman más oscura de lo que suele ser habitual. Pero con Brainiac como villano de la función, y más en esta encarnación siniestra y lúgubre, es sin duda el mejor acercamiento posible. Muy entretenida.
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