lunes, enero 20, 2014

'El lobo de Wall Street', un Scorsese desatado pero no redondo

Martin Scorsese desatado. Eso es El lobo de Wall Street por encima de cualquier otra cosa. Y siendo por ese mismo motivo una película gozosa en su exageración, en sus escenas de sexo y desenfreno de todo tipo, también es obligado decir que está lejos de ser un filme redondo o uno de los verdaderamente grandes de su mítico director. Lo es en algunos aspectos, pero no como obra completa. Juegan en su contra el inmenso parecido narrativo con Uno de los nuestros y una duración de 180 minutos que se antoja excesiva. Y aunque Scorsese es un maestro manejando el tiempo y las elipsis, también aquí, lo cierto es que la película se le escapa en su segunda mitad. Claro que eso también es resultado de que la primera mitad es sencillamente magistral, en su narrativa, en sus diálogos, en sus personajes... En todo, en realidad, incluso en su descarado exceso, uno que disfrutarán mucho quienes no asimilaron La invención de Hugo como un filme propio de su director. Pero no da la impresión de ser tan completo como le habría gustado.

El principal lastre son esos 180 minutos, una duración que supera en un par de minutos la de Casino y en algo más de media hora la de su claro referente, Uno de los nuestros. ¿Hacían falta? La tentación de decir "sí" proceden del ritmo infernal y apabullante de su arranque, que hace que el espectador se sienta partícipe de la orgía de sexo y drogas que vive su protagonista, Jordan Belfort, un broker de Wall Street con una única meta en la vida, meterse en sus bolsillos el dinero de los inversores en un juego malévolo que camina a ambos lados de la Ley. Pero en realidad, al final, no acaba compensando. Ahí, ese ritmo baja, no todo parece tan trascendente como lo que acontece hasta la hora y media y acentúa que algunos personajes han quedado algo desdibujados (como por ejemple el padre de Jordan, interpretado por Rob Reiner), algunos infravalorados (el de Naomi, principal papel femenino, en manos de Margot Robbie) y otros por desgracia reducidos a apariciones que rozan el cameo (el del un descomunal Matthew McConaughey).

Lo que es difícil considerar como un lastre, por mucha polémica que se quiera organizar a su alrededor, es el exceso. Es la razón de ser de la película y no hay duda alguna, porque así se plantea desde su secuencia inicial. Por eso engancha tan fácilmente el personaje de un Leonardo DiCaprio que, siendo un actor al que gusta la exageración, vive un extraordinario desmadre dando vida a este personaje. Con su scorsesiana narración, omnipresente en la voz en off, en ocasiones hablando directamente al espectador y apareciendo en prácticamente todos los planos de la película, consigue un trabajo fascinante, asombroso y, sí, desatado. Y es que todo lo que destaca en El lobo de Wall Street es lo que sobrepasa los límites, incluyendo a un Jonah Hill excepcional, la descarnada realidad económica que plantea la película, la devastadora exposición que hay en la película sobre el consumo de drogas (que en algún momento roza la glorificación... pero lo hace de una forma cinematográficamente tan extraordinaria que no hay polémica alguna a poco que se medite), y, en general, el retrato que muestra del ser humano y sus instintos más primarios.

Si a eso unimos el como siempre sensacional uso que Scorsese hace de la música (y el chiste privado del segundo tema que suena en los créditos, la última broma de una película que es muy divertida), su portentoso dominio de la cámara y un reparto excepcional, es evidente que ver El lobo de Wall Street está lejos de ser una pérdida de tiempo. Y por momentos se convierte en algo imprescindible, divertido, salvaje y sin límites. Pero queda la sensación de que falta algo, de que la grandeza que hay no tiene el cierre adecuado, que su final se prolonga demasiado o que el magistral uso de la elipsis y los saltos en el tiempo que por momentos muestra Scorsese no es una constante en toda la película. Es evidente que quería contar el ascenso, la gloria y la caída del personaje protagonista, pero todo eso junto acaba siendo demasiado y dejando una cierta sensación de irregularidad que, hay que insistir en ello, procede de la segunda mitad de la película. Ahí hay momentos increíblemente brillantes (y a veces lejos del exceso, como el cierre en el metro de una de las subtramas) pero otros que no terminan de convencer. Aún así, Scorsese es un imprescindible.

2 comentarios:

Doctora dijo...

"Uno de los nuestros" es mi peli favorita de Scorsese, si tiene una fórmula similar me la apunto.

Lo que es una lástima es la reciente costumbre que se está instaurando en Hollywood de alargar mucho las películas. Realmente todas las pelis de Scorsese son largas, pero en ese aspecto va a peor. está de vuelta de todo ya.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Doctora, pues ya me contarás, que seguro que le sacas mucho jugo... Scorsese es tan bueno que se ve en cualquier película que haga, tenga o no defectos. Y sí, a mí lo de la duración también me molesta bastante. Parece que piensan que cuanto más, mejor, y desde luego no siempre es así.