martes, marzo 13, 2012

'Los idus de marzo', la fascinante corrupción del alma

Pocas figuras del cine contemporáneo han conseguido cambiar tan radicalmente la opinión que yo tenía sobre ellas como la de George Clooney. De ser el actor que casi enterró para siempre la franquicia de Batman (¡gracias, Christopher Nolan, por devolvérnosla en todo su esplendor!), Clooney ha pasado a ser un actor interesante en muchas ocasiones y, sobre todo, un director más que notable. Su visión de la podredumbre que hay en el mundo de la política, Los idus de marzo, es una genialidad que desborda carisma por sus cuatro costados. No termina de ser redonda, pero deja un poso sobresaliente, gracias a la sobriedad clásica del Clooney director y al enorme trabajo de un grupo de actores sensacionales. Con los Oscars todavía muy recientes, no termino de ver claro que haya nueve películas mejores que ésta. Pero así son los premios.

Arranca la película con una escena formidable, intensa, poderosa. En unos pocos segundos, en un par de planos y con unas líneas de diálogo robadas a otro personaje, queda retratado Stephen Meyers, uno de los encargados de la campaña electoral de un gobernador que aspira a ser presidente de los Estados Unidos. Idealista, trabajador, convencido de que está junto a un hombre que merece la pena apoyar. Trabaja para él, no para el partido. No por un sueldo, sino por un sueño. Su poderosa presentación no es más que el preludio de lo que está por venir. Aparecen en la película el propio Clooney, Philip Seymour Hoffman, Paul Giamatti, Marisa Tomei, Evan Rachel Wood. Y todos tienen un primer plano en la película de intensidad semejante al de Goslin. Todos quedan retratados a primera vista con una fuerza a tener en cuenta. De todos desprende un aura especial. Eso es mérito de los actores, por supuesto, pero también del ojo de Clooney tras la cámara.

Cobra especial importancia el carisma de los personajes por el entorno en el que se mueve esta historia. Lo más oscuro de la política, aquello que no solemos ver pero todos imaginamos. Las cloacas que acaban por aniquilar todo el idealismo y la ilusión que puede generar un líder. Es evidente que la mirada de Clooney no es optimista. Al contrario, es un sueño roto, encarnado excepcionalmente por lo que esconde Ryan Gosling tras su rostro y sus gestos. Es un duro placer ver cómo le va cambiando el gesto, aunque es difícil digerir algunas de las cosas que salen a la luz en el tramo final de la película y quizá sea eso lo que hace que Los idus de marzo no sea la película redonda que aspiraba a ser. Pero qué bien construída está hasta llegar a ese final. Y qué interesante es el mundo que ha querido mostrar Clooney, con qué estilo escoge enfoques y puntos de vista.

Cuando estrenó Buenas noches, y buena suerte, su primera película como director, George Clooney se mostró como un tipo compretido con la actualidad y con posturas políticamente incorrectas, posiciones que ahora confirma de una forma fascinante. Los idus de marzo no deja de ser el reverso más oscuro de aquella. En Buenas noches, y buena suerte, el tema era la fortaleza de los principios como arma para enfrentarse al poder. Aquí es precisamente lo opuesto, es el poder carcomiendo la ilusión, es la vida cercenando la ingenuidad. Temáticamente hay un influjo muy poderoso en la película, imposible de disociar del actual desencanto con este mundo de la película. Cinematográficamente, Clooney encuentra soluciones hermosas, como esa conversación que nunca llega a escucharse en el interior de un coche pero cuyos ecos resuenan en un elegante y pausado zoom, o en la brillante escena inicial.

Los idus de marzo es una de esas películas necesarias que no acaban de encontrar el lugar que merece por motivos difíciles de comprender. Tengo la sensación de que a Buenas noches, y buena suerte le sucedió algo parecido. Que quienes la vieron la alabaron, pero que no muchos llegaron en realidad a verla. Ni siquiera el tirón de George Clooney o la presencia de enormes actores parece colocar la película en el pedestal que se ha ganado, incluso con los pequeños fallos que impiden darle un sobresaliente sin condiciones, y que quizá obedecen más a razones personales que a cuestiones objetivas y más evidentes. Sigo creyendo que cine político y actual como Los idus de marzo merece un aplauso, siquiera por la valentía de afrontar temas que, es evidente, otras cinematografías no son capaces de abordar. Y si encima hay talento cinematográfico en su interior, se me antoja un título imprescindible.

1 comentario:

VAN dijo...

La vi ayer y me ha gustado mucho. No me lo esperaba pues, normalmente, las películas con trasfondo político a veces me parecen pesadas... Una para recomendar ;)