Quién iba a decir en el ya lejano 1996, cuando Brian De Palma llevó a la gran pantalla la mítica serie de televisión de Misión imposible que hoy, dos décadas más tarde, seguiríamos disfrutando de las aventuras de un Ethan Hunt con el mismo rostro, el de un incansable Tom Cruise, y que la saga habría alcanzado un nivel tan extraordinario. Porque sí, hay que decirlo, Misión imposible es hoy en día el único rival posible de la mística de James Bond. En esta quinta entrega, Nación secreta, Christopher McQuarrie se ha lanzado a un decidido homenaje a todas las anteriores (incluyendo el único patinazo de la serie, la segunda entrega, dirigida por John Woo, a la que supera con creces en la persecución por carretera que imagina) que convence de principio a fin, desde el intenso y divertidísimo prólogo que sirve para volver a sentar de nuevo las bases de lo imposible hasta el final, tan sencillo en su ejecución como brillante por su significado. Y entre medias, algo más de dos horas de intensa diversión y de sincero y brutal entretenimiento.
Y eso se agradece aún más porque la serie ha ido creciendo poco a poco. Si el primer filme pareció autoconclusivo (¿cuando se olvidó Hollywood de hacer que sus historias fueran así para pensar antes de un primer filme en que una franquicia es siempre necesaria?) y el segundo pareció sumir la serie en un cambio radical de estilo, las tres siguientes entregas han apostado decididamente por la creación de un universo con una continuidad reconocible. Y más que una continuidad, una espléndida mezcla entre el tono más clásico del espionaje que propugnaba la serie con una tecnología formidable, escenas de acción de una ejecución brillante (merece la pena destacar la persecución de motos, que por cierto esconde un pequeño guiño final a Casino Royale), coreografías de acción muy bien construidas, escenarios exóticos, muchos guiños a las películas anteriores (y, por qué no decirlo, incluso a Hitchcock) y un humor muy adecuado y liberador.
Parte del éxito está, precisamente, en que el grupo de espías que se ha ido formando en torno a Ethan Hunt funciona francamente bien para conseguir esa mezcla entre acción y humor. A estas alturas, el carisma de Tom Cruise como héroe de acción está más que demostrado (por si acaso, ojo a su entrada en escena en este filme), pero Simon Pegg, Jeremy Renner y Ving Rhames ayudan muchísimo a que la película encuentre un desarrollo fluido y divertido. Pero es que además los tres añadidos en esta entrega son tan acertados que por momentos da la sensación de que ya formaban parte de la saga. Rebecca Ferguson aporta ese misterioso encanto del espionaje con un personaje femenino fuerte y muy bien definido, Alec Baldwin aporta una presencia que invita a cabrearse todavía más por desaprovechar tan a menudo su talento en comedias absurdas y películas de medio pelo, y Sean Harris da vida a un villano interesante que sí supone un reto para los héroes. Nada falla por ese lado.
Sí se puede decir que hay algún que otro altibajo en el ritmo, algo fácil de comprender viendo su duración de 131 minutos (aunque no es excusa, ya que todas las entregas de la serie salvo la primera superan las dos horas y manejaban mejor este aspecto), pero McQuarrie ha firmado una muy buena película de acción, que provoca continuas sonrisas de aprobación entre los seguidores de la saga, entre el aficionado al género y quizá también entre quienes se asomen por primera vez al mundo de Ethan Hunt. Y es que ofrece un entretenimiento tan sincero y desenfadado que es toda una invitación total a ver o redescubrir toda la saga. Misión imposible va a llegar a las dos décadas de vida cinematográfica en una buena forma casi imposible de creer. Y sí, desde parámetros completamente distintos, siendo la única serie de acción que se merece estar cerca de las aventuras de 007. Si Bond es ahora más oscuro, Misión imposible es un entretenimiento más divertido. Y las dos conviven de fábula para deleite de los que estamos a este lado de la pantalla.
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