Es verdad que los muchos precedentes que tiene Extinction marcan una pauta clara de la que Miguel Ángel Vivas no se quiere salir. Los zombis, las plagas, los muertos vivientes, los infectados... Da igual cómo se llamen las criaturas protagonistas de este cine, se mueven en unos códigos claros, y el simple respeto a los mismos ya coloca a cualquiera película en el camino de satisfacer a los aficionados. Pero Vivas rueda bien. Eso hay que reconocérselo incluso aunque no se aleje demasiado de las claves reconocibles. En todo caso, Extinction, que tiene una francamente buena puesta en escena, sucumbe a unas debilidades que también son muy habituales en el género, los agujeros del guión, una construcción de personajes bastante irregular e incluso algunas trampas al solitario, problemas casi todos ellos concentrados en torno a un mismo personaje, el de la niña, desperdiciando así un casting bastante notable, algo que no es nada fácil cuando se trata de niños.
Durante buena parte de la película prima lo bueno. Extinction arranca francamente bien, con un prólogo atractivo, y tiene unas bases argumentales más que interesantes. Dos hombres que han sobrevivido nueve años en este mundo postapocalíptico poblado por zombis se mantienen alejados aunque viven como vecinos a cuenta de una mujer y la hija que ha dejado, sin más explicaciones inicialmente que las de su situación actual. La relación entre esos dos hombres, Matthew Fox y Jeffrey Donovan, y la forma en la que cada uno de ellos encara la amenaza a la que tienen que hacer frente es uno de los puntos fuertes del filme. La soledad, casi la locura del primero, la obsesiva preocupación por la niña del segundo. Una dualidad interesante, bien llevada además a través de los flashbacks que introduce Vivas, simplificadores del trabajo que puede hacer el espectador, sí, pero coherentes con el planteamiento.
Pero es con la presencia de la niña, Quinn McColgan, cuando comienzan los problemas. No por ella, porque su desparpajo es perfecto, su imagen también y la forma en la que encara escenas muy diversas es más que notable. Pero su personaje no funciona, no está bien construido. Es el que claramente rompe el escenario de nueve años viviendo en un mundo rodeado de peligros, el que no se comporta como si realmente llevara tanto tiempo alejada de todo contacto humano. No es coherente ni en su forma de hablar, ni en sus miedos, ni en su comportamiento. Y, sin que sea culpa de McColgan, va conduciendo la película a través de una serie de problemas e incoherencias hasta llegar a un clímax final que se antoja demasiado distinto del tono de la película y, de nuevo, culminado con algunos errores más (¿de verdad unos zombis que se guían a través del oído no escuchan a una niña moverse en un sótano inundado?).
Los problemas de Extinction no llevan la película al desastre, ni mucho menos, y siguen quedando muchos elementos interesantes para disfrutar de ella como parte de este tipo de cine, y más teniendo en cuenta que no deja de ser un filme español por mucho que esté rodado en inglés. Siempre es de agradecer el esfuerzo adicional que implica mezclar actores locales (es el caso de Claro Lago, aunque su personaje tenga poca presencia) e internacionales, y llevar la acción a un arquetípico escenario norteamericano con unas limitaciones presupuestarias evidentes y muy bien solventadas con talento. Eso no soluciona lo que no funciona, y sigue siendo frustrante que los detalles (¿de verdad una niña que acaba de ver por primera vez en su vida un monstruo que pensaba que no existía y del que su padre le ha hablado tanto lo primero que hacer es irse sola a tirar flores por una valla?) consigan sacar del ambiente de la película con tanta facilidad. Pero si se supera eso, el entretenimiento está asegurado.
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