sábado, abril 30, 2011

Más luces que sombras para un notable y entretenido 'Thor'

Ni la cúspide shakespeariana del cine de superhéroes ni el desastre que algunos esperaban y querían ver. Thor es una notable película de aventuras, una buena adaptación del cómic de Marvel y un interesante ejercicio de estilo de Kenneth Branagh. Tiene luces y sombras en el guión, también en el casting. Muchas más luces en el aspecto visual, aunque el 3D desvirtúa bastante el resultado final. En cualquier caso, la valoración es muy positiva, porque Branagh ensambla un entretenido cóctel de aventuras y fantasía que deja con ganas de más. Más de Thor, más de Asgard y más, sobre todo de los Vengadores (la insensata manía de salir corriendo de la sala casi antes de que termine la película, sin importar que se moleste descaradamente a otros espectadores, hace que la mayoría de los que han pagado una entrada se pierda una última escena al final de los títulos de crédito). Y si la sensación es de querer más, la conclusión es que el regusto que deja Thor es dulce y agradable, lo que lleva a perdonar los fallos que tiene. Al fin y al cabo, su misión es entretener.

Thor es el dios del trueno de la mitología nórdica, convenientemente adaptado para el universo Marvel por Stan Lee (otro gran cameo el suyo, atentos a la camioneta que intenta levantar el martillo), Larry Lieber y el gran Jack Kirby. Su adaptación al cine sólo podía hacerse con generosas dosis de grandiosidad. Asgard, hogar de los dioses, se ve con todo su esplendor y el gran acierto de la película en centrar el comienzo de la historia allí, en los reinos fantásticos de esta mitología. El camino fácil, y evidentemente mucho más barato de rodar, sería el que tantos otros personajes de ficción han seguido, enviarle directamente a nuestra Tierra para explotar las virtudes cómicas de colocar a un extraño en el mundo que conocemos. Pero Thor apuesta por otro camino y brinda unos tres cuartos de hora iniciales llenos de acción y efectos especiales, visualmente fantásticos (aunque las comparaciones en algún caso con El Señor de los Anillos seran inevitables... y siempre a favor de la aún no superada saga de Peter Jackson) y narrativamente interesantes. Es ahí donde se ve al Thor arrogante, ambicioso y belicoso, bien llevado por un actor limitado, Chris Hemsworth, pero que visualmente es perfecto.

En ese tramo de la película, después de un magnífico prólogo (y de una superflua escena inicial), es donde está lo mejor de Thor. Su relación con su hermano Loki (Tom Hiddleston) y con su padre Odín (Anthony Hopkins), el equilibrio de paz entre los reinos de Asgard y Jotunheim (gobernado por los gigantes de hielo), su amistad con la dama Sif (Jaimie Alexander; ¿alguien ha pensado que podría ser ella la heroína que permitiera a Hollywood por fin hacer una película de fantasía con una mujer como protagonista?) y los tres guerreros, Volstagg, Fandral y Hogun (Ray Stevenseon, Josh Dallas y Tadanobu Asano), y la visión del puente de arco iris que une los Nueve Reinos y el guardián que lo custodia, Heimdall (espléndido personaje y magnífica caracterización, aunque la elección de Idris Elba, un actor negro, para interpretar a un dios nórdico se quedé como un anecdótico, algo absurdo y conseguido intento de que se hablara de la película mucho antes de su estreno). Ver el esplendor visual que se alcanza en este tramo, el adecuado nivel de brutalidad en las luchas y la pasión en el retrato de personajes y escenarios hace anhelar una futura secuela en la que se narre la etapa que en el cómic de Walter Simonson llevó a Thor a visitar el reino de Hel (el equivalente nórdico del infierno), gobernado por Hela.

Con la entrada en escena de Jane Foster (Natalie Portman), el tono de la película se rebaja y se hace más cómico. Acertadamente cómico, por cierto, pero de ritmo más lento. La historia de amor no sólo era inevitable, sino que también se agradece, porque da más sentido a la evolución de Thor. Pero ahí es donde se empiezan a notar los fallos del guión de la película. Introducir demasiados elementos en dos horas de película suele conducir irremediablemente a que algunos queden desdibujados, y eso queda en evidencia con la batalla entre Thor y el Destructor (un gigante mágico de aspecto metálico que dispara unos poderosos rayos desde el rostro). Se desvirtúa con tanta facilidad a los otros asgardianos que ahí es difícil de creer el heroísimo sin medida de Thor y el carácter supuestamente invencible de su adversario. Del mismo modo, es absurdo transformar a Jane Foster desde la enfermera que es en el cómic a la científica que es en la película (triste pago de los tiempos políticamente correctos que corren), y ese aspecto es quizá lo más endeble de la trama, gracias también a que Natalie Portman no destaca en papeles así. Como también termina por ser endeble el retrato de Loki, cuyas motivaciones quedan demasiado en el aire y desvirtúan lo que sólo se había apuntado en los dos primeros tramos del filme.

En el aspecto visual, fantástico en líneas generales (se ve a Thor y a su mundo haciendo todo lo que hace de él un personaje apreciado en el cómic), sólo cabe hacer dos reproches. Uno, el ya habitual, es el 3D, que oscurece demasiado una película que clama por ser luminosa para hacer justicia al trabajo de sus diseñadores. Otro, que Branagh, al tiempo que triunfa con arriesgados planos en diagonal, se pierde demasiado en las peleas. Domina muy bien los efectos especiales, y eso tiene mérito teniendo en cuenta su filmografía tan alejada hasta ahora de este campo, pero las coreografías de batalla a veces se pierden como en tantas otras películas de acción (siempre quedará ahí la brillante música de su inseperable compositor, Patrick Doyle). Branagh, en todo caso, consigue dar coherencia al resultado final y salir triunfante. La misma crítica que le encumbró en sus inicios casi como el nuevo Orson Welles ahora disfruta criticando todo lo que hace (aunque con menos intensidad, recuerda al fenómeno que sufre M. Night Shyamalan), pero no hay motivo. Thor funciona y encaja en el cine de Branagh porque, aunque a veces se quede en la superficie, la tragedia shakespeariana es un elemento fundamental de esta saga de dioses nórdicos y su relación con los humanos.

Antes de esa mencionada escena final, de la que es mejor no revelar más detalles para no estropear la sorpresa, la película concluye con un mensaje: "Thor regresará en Los Vengadores", lo que inevitablemente despierta el ansia del fan. ¿Algo más que buscar en Thor para entender mejor la conjunción de esta película en este magníficamente bien trazado Universo Marvel cinematorgáfico? Obviamente, la presencia del agente Coulson de SHIELD (que ya apareció en los dos entregas de Iron Man), pero también el debut en pantalla, apenas un cameo, de Ojo de Halcón (Jeremy Renner), la duda de si esa misma escena esconde algo más y la mención a Stark (Tony Stark, el hombre bajo la armadura de Iron Man). Marvel sigue sumando y queda todavía un capítulo, Capitán América, antes de la explosión definitiva de sus personajes en la gran pantalla con Los Vengadores. Para eso habrá que esperar hasta mayo del año que viene. Y visto el buen nivel de Iron Man y su secuela, de El increíble Hulk y ahora de Thor, sólo cabe esperar lo mejor del filme que está ya dirigiendo Joss Whedon.

miércoles, abril 20, 2011

'La legión del águila', decente y desconcertante

La legión del águila es una película tan decente como desconcertante. No es un filme de romanos, pues Roma no aparece y centuriones sólo vemos en la primera mitad del metraje. No es una película de aventuras al uso, pues es más reflexiva y detenida de lo que suele ser normal, no tiene demasiadas escenas de acción en realidad y tiene altibajos rítmicos. No es una película de actores, pues hay un claro desequilibrio entre los miembros del reparto, alguno muy interesante y otros, la mayoría carentes de relevancia y de química entre ellos. No tiene la fuerza de otras películas de su director, Kevin Macdonald, pero sí algunos apuntes interesantes. Y no es una película que deje un sabor de boca glorioso como Gladiator, pero tampoco negativo como Centurión. Así que al final la cosa se queda en que es una película entretenida, con algunos aspectos positivos, pero que no pasará a la historia ni revitalizará el género de romanos, que sigue siendo un quiero y no puedo desde que hace más de una década Ridley Scott y Russell Crowe lo llevaran hasta la modernidad.

El peligro de decepción es innegable cuando se vende como algo que en realidad no es. Y La legión del aguila no es una película de romanos. Al menos, no una al uso. Es decir, romanos aparecen, pero Roma no. La película tiene dos partes bien claras. En la primera, Marcus Aquila (un sosísimo Channing Tatum) intenta ganarse el respeto de los suyos en un puesto en la Britania ocupada por el Imperio, a pesar de que pesa sobre él la desgracia de ser el hijo de un militar romano que desapareció con la preciada águila dorada de la novena legión (la que da título a la película en España) y del que se rumorea que es un traidor. En la segunda parte, y tras ser apartado del ejército por razones que conviene ver en la pantalla, se introduce junto a su esclavo Esca (un mucho más interesante Jamie Bell) en territorio enemigo para localizar el águila y saber qué fue de su padre. Si la primera parte sí es de romanos, la segunda es fácilmente intercambiable con cualquier otra película medieval, de espadas o de culturas extrañas. Falta coherencia narrativa y visual como para que la película triunfe.

La primera mitad eleva el filme por encima de la media de títulos similares que se han visto en los últimos años (de romanos o no) como la mencionada Centurión o El Rey Arturo. Es un segmento bien rodado y muy bien ambientado. Lástima no disponer de un protagonista con más carisma. O de haberlo rodeado mejor. Porque Donald Sutherland, llamado a ser uno de los nombres de la película, se conforma con un papel secundario y bastante inane, que simplemente se pasea por la pantalla sin encontrar un motivo real por el que está en ella. Bell, en cambio, sí ofrece todo lo interesante que tiene narrativamente la película. Su personaje de esclavo que poco a poco se gana la confianza de su amo es bastante tópico, pero sabe hacerlo suyo. Seguro que con unos centímetros más y un buen entrenamiento físico, Bell podría haber hecho un mejor protagonista que Tatum. Ni el habitualmente fascinante Mark Strong (cuesta incluso reconocerle) consigue levantar la segunda mitad de la película con un personaje confuso y difuso.

El descenso de ritmo que acusa la película después de la batalla junto a las puertas del puesto romano es enorme. El mal uso del tiempo y las elipsis a partir de ahí, una lástima. Y eso que el director de la película ya ofreció en sus dos anteriores trabajos (La sombra del poder y El último rey de Escocia) dos notables ejemplos de cómo conducir una buena historia. Bien es verdad que en aquellos dos títulos había un fuerte sustento en el reparto que aquí, por desgracia, no consigue. En cualquier caso, sí hay algunos apuntes interesantes en ambas partes del filme, que son los que hacen que el interés se mantenga a pesar de los defectos de la narración. Entretiene pero no emociona. Sus escenas de acción (el mencionado ataque y el clímax final, una vez aceptado el inverosímil giro que iguala las fuerzas en liza) son efectivas. Algunos diálogos, más que interesantes. Pero el conjunto flaquea. Seguiremos a la espera de que el cine de romanos recupere el esplendor perdido, pero al menos tenemos productos como éste para ir saciando el hambre.

jueves, abril 14, 2011

Correcta 'Invasión a la Tierra'

Después del fiasco que supuso Skyline, todas las miradas estaban puestas en Invasión a la Tierra (nefasto título español de Battle: Los Angeles; lo que se ve en la película es lo que dice el original y no el traducido). Y aunque es un divertimento correcto, tampoco se convierte en la película que quería ser. Decían que debía convertirse en una mezcla entre Independence Day (se supone que cogiendo lo mejor de aquella, claro) y Black Hawk derribado. Es decir, la guerra en estado puro pero con alienígenas como enemigos. Y lo es sólo en parte, porque entretener sí entretiene, si uno es capaz de olvidarse de sus muchos tópicos, pero no alcanza la crudeza o el realismo que uno espera. De esta forma, se queda en una película más sobre invasiones extraterrestres, muy lejos del nivel de los grandes clásicos del género de los ños 50 y 60 (y, por qué no decirlo, de la infravalorada La guerra de los mundos de Steven Spielberg), pero como una buena muestra de lo que sería una invasión vista sólo desde el punto de vista del ejército... norteamericano, por supuesto.

Esa es quizá la mayor aportación de Invasión a la Tierra, el punto de vista militar. Sí es cierto que aparece en algunas películas del género (por ejemplo, la misma Independence Day), pero hasta ahora no como visión exclusiva del conflicto narrado. Aquí todo lo ven, lo sienten y lo viven los marines norteamericanos, hasta el punto de que ninguna información se aporta sobre unos extraterrestres visualmente interesantes pero, debido a este enfoque, poco desarrollados. Los marines sí han sido protagonistas de mil y una películas, por lo que estamos abocados a ver los tópicos de siempre. El marine a punto de retirarse, el marine que ha perdido a un hermano en el campo de batalla y culpa a su jefe, el marine que lo arriesga todo por salvar a los civiles, el marine patriota que hace lo imposible por su país, la dura marine que interpreta siempre Michelle Rodríguez (¿continuando su papel en Avatar?)... Todo está aquí. De hecho, hay muchas críticas que se han cebado en la película por esto, por ser un folleto de reclutamiento de los marines (lo es), y eso contamina una crítica exacerbada que suele hacerse a todo producto de exaltación patriótica norteamericana.

La hay, es absurdo negarlo, porque en este episodio de guerra con extraterrestres hay muchas ciudades invadidas pero sólo vemos Los Angeles. Pero no tiene por qué molestar tanto. Es decir, si España fuera una potencia mundial en esto del cine de entretenimiento (no lo es, por si acaso hay que aclararlo), seguro que habría muchas películas de género ambientadas en España. La potencia es Estados Unidos, luego las protagoniza sin que ello tenga que suponer un elemento en contra. No hay problemas narrativos o visuales que deriven de este hecho. Pero molesta. Curioso. Quien no se sienta ofendido por el protagonismo absoluto de los marines, puede llegar a sentirse entretenido por esta película, que al fin y al cabo es el único objetivo. El gran problema que tiene, decía, está en los tópicos, en que las situaciones ya las hemos visto, en que no hay mucho riesgo en ningún terreno, ni en la historia ni en la forma de rodarla. El guión apenas ofrece elementos nuevos e incluso desaprovecha a algunos personajes (los de Bridget Monyahan y Michael Peña, indudablemente).

Lo mejor de Invasión a la Tierra, además de las habituales escenas de destrucción a gran escala (que, a pesar de todo y seguramente por razones presupuestarias, se antojan escasas; hay demasiado escombro y poca visión de cómo los edificios se derrumban, demasiada consecuencia y poco espectáculo grandioso), es Aaron Eckhart. Pocas veces se encuentra uno a un actor tan dedicado a una película de ciencia ficción como es su caso aquí. Muchos argumentan que la pantalla verde les distrae, muchos no se toman en serio las historias que protagonizan. Eckhart, que habría sido la auténtica revelación de El Caballero Oscuro si la grandiosa interpretación y la muerte de Heath Ledger no le hubiera eclipsado en parte, es un magnífico actor que se echa la película a sus espaldas con una facilidad y una profesionalidad encomiables. Con él, los tópicos no cuentan y se olvidan, porque él hace creíble todo lo que hace en pantalla.

Por supuesto, la película deja el habitual final abierto, lo que en parte limita aún más su alcance como producto. Es la batalla de Los Angeles, sí, pero si tiene éxito y podemos estirarla una o dos películas más tampoco pasa nada por dejar la historia a medias. Hasta ese final, algo abrupto, lo cierto es que Invasión a la Tierra cumple con su cometido, el de ocupar con acierto casi dos horas del tiempo del espectador. No es la película definitiva sobre invasiones alienígenas, pero sí un más que digno y sincero intento de crear un filme de entretenimiento y efectos visuales. Así visto funciona, y, por si alguien quiere comparar, es infinitamente mejor que aquel subproducto llamado Skyline (no hay que olvidar que en el estreno de aquel se intentó meter en un saco parecido a ambas cintas porque los directores de Skyline, los nefastos hermanos Strause, fueron acusados de plagio por trabajar en el diseño de los efectos visuales de Invasión a la Tierra). Si alguien espera algo más, y eso lo provoca quien la intenta vender como algo más de lo que es, seguramente será una decepción.

lunes, abril 11, 2011

'Caperucita roja', fallida reinvención del cuento

La reinvención de historias clásicas (y no tan clásicas) está a la orden del día y el concepto, por sí solo, no tiene por qué ser negativo. Sin embargo, no entender el material que se está reinventando puede producir resultados fallidos. Caperucita Roja es, por desgracia, un buen ejemplo de este fenómeno. El cuento clásico popularizado por Charles Perrault primero y los hermanos Grimm después, se convierte aquí en una intriga de amores y asesinatos, mezclado todo ello con hombres lobo y sacerdotes capaces de combatir la amenaza de la licantropía, plasmado todo ello en un guión plagado de tópicos a todos los niveles: en los personajes individuales, en el triángulo amoroso, en el supuesto salvador del pueblo y cómo reaccionan otros personajes ante él e incluso en la resolución del misterio. Eso desemboca en un final más que previsible, aunque la directora del filme, Catherine Hardwicke (responsable de Crepúsculo, y eso es más que una clara señal de lo que ofrece Caperucita Roja) se esfuerce en trufar el metraje con falsas pistas y cuestiones sin resolver.

Usar el título de Caperucita Roja queda como una excusa para garantizar la inevitable labor de márketing del cine más que como una base argumental para la película. Olvidemos el cuento clásico, eso ayudará a evitar decepciones y odiosas comparaciones, y partamos de la historia que aquí se nos cuenta. Valerie está enamorada desde niña de un leñador llamado Peter y quiere casarse con él, pero su familia ha decidido que despose a alguien mucho más rico, el hijo del herrero del pueblo, Henry. En ese contexto, se produce un asesinato que los lugareños achacan al lobo, una criatura que, dicen, llevaba dos décadas sin atacar gracias a las ofrendas que le hicieron pero que ahora ha vuelto. Ya tenemos al lobo del cuento, que aquí, descubrimos de inmediato, es más un hombre lobo que un simple lobo. Para luchar contra él, llega al pueblo el Padre Solomon, afamado enemigo de brujas y demonios. La ambientación del pueblo y del bosque es, indudablemente, lo mejor de Caperucita Roja. Es el elemento más conseguido y, dicho entre comillas, el mejor personaje de la película.

Sin embargo, queda desaprovechado porque no hay ianterés en generar una historia de terror (a pesar de que el lema de la película sea "¿a quién tienes miedo?") y el foco de Hardwicke está puesto en unos personajes que o no llegan o se pasan, empezando por la protagonista, una preciosa pero fría imagen. Amanda Seyfried es Caperucita Roja, Valerie en realidad (se convierte, de hecho, en Caperucita Roja con un giro argumental pobre y forzado, tan forzado como el motivo por el que vuelve a vestirla durante buena parte del metraje), y su interpretación es muy poco creíble. No aporta chispa a la imagen clásica de inocencia del personaje, no desprende la sexualidad que necesita el trío amoroso en que la coloca Hardwicke y no se muestra demasiado a gusto con los efectos especiales que se mueven a su alrededor (su enfrentamiento cara a cara. No hay mucho que rascar en su personaje, aunque sobre el papel tuviera muchas más posibilidades de las que se ven en la película (por ejemplo su mismo epílogo; hubiera sido una película más transgresora y valiente aunque todavía más aleada del mito de Caperucita Roja).

Gary Oldman, Virginia Madsen y Julie Christie están llamados a darle un toque de distinción a la película. Los dos son grandes actores, pero ninguno parece creerse del todo sus papeles. Christie da vida a la abuela del cuento, y con ella se pretende precisamente establecer un vínculo entre la historia clásica y esta película, pero lo más probable es que la escena escogida para llevar a cabo esa misión provoque risas en el auditorio. Madsen es quizá el personaje más estimulante de la película, puesto que Oldman da rienda suelta al histrionismo que caracteriza a algunos de sus personajes anteriores y, aunque eleva el nivel de entretenimiento, resulta demasiado tópico. Por desgracia, como casi todo en Caperucita Roja. Incluso, por si alguien se queda tanto tiempo en la sala de cine en la que vea la película, el susto final después de los títulos de crédito, que también se ve venir. Lukas Haas da vida al cura local y es, seguramente, lo menos tópico de la película. Lamentablemente, su personaje se queda muy desaprovechado y apenas aparece en una película que no pasa de ser un divertimento juvenil.

Si con ese esquema la referencia a Crepúsculo es inevitable, también parece serlo de forma menos esperada la de El bosque. No por la calidad de la película, pues la de M, Night Shyamalan es una fábula turbadora y muy bien orquestada, muy alejada de la fallida propuesta de Caperucita Roja, sino por el entorno en que Hardwicke coloca el misterio de esta historia. El misterio es, obviamente, saber quién es el lobo y por qué mata. Y es un misterio que no está bien llevado. Al margen de lo previsible o no que pueda resultar la resolución (para mí lo fue), el desarrollo es torpe y tramposo. La película no es honesta, no cuenta todo lo que tendría que contar y cuenta demasiadas cosas con el único fin de despistar al espectador. Mucho ruido y poca historia en buena parte de lo que se cuenta, lo que desemboca en la eliminación sin sentido de algunos personajes que parecen tener una importancia capital y nula influencia de otros que sí podrían haber dado mucho juego. Caperucita Roja es una equivocada traslación de un cuento clásico, que visualmente puede ser satisfactoria pero que a nivel narrativo no aporta demasiado.

viernes, abril 08, 2011

'Soy el número cuatro' y el enésimo comienzo de una saga fantástica juvenil

Hay campos en los que sí se puede afirmar con rotundidad que Hollywood se ha quedado sin ideas. Soy el número cuatro es la demostración de que las películas de ciencia ficción o fantasía de corte juvenil son ya todas iguales. Los mismos personajes, los mismos problemas, el mismo desarrollo, los mismos enemigos... y la misma pretensión de que la adaptación del libro que supone el primer capítulo de sus historias suponga el comienzo de una larga y fructífera saga de películas. Es el precio que hay que pagar por el éxito de franquicias como Harry Potter o Crepúsculo. Un precio que ha dejado multitud de películas en apariencia y forma idénticas a esta Soy el número cuatro. Desde las que sin ser nada del otro mundo sí son más destacables como Ga'Hoole. La leyenda de los guardianes o Eragon, hasta las horribles como La brújula dorada, pasando por las inanes como Jumper o Las crónicas de Narnia (el fiasco que supone la tercera entrega obliga a colocarla aquí). Todo suena tan parecido. Soy el número cuatro es más ciencia ficción que fantasía, pero la base es la misma. Chicos jóvenes y guapos enfrentándose a la supuesta misión de sus vidas con un final abierto. Pues vale.

Y el caso es que mala no es esta nueva muestra de ciencia ficción, pero es que aburre este tránsito siempre tan similar siguiendo caminos diferentes, lejos, muy lejos del torrente de imaginación que mostraba el mismo género en aquellos añorados y lejanos años 80. Decían que Soy el número cuatro era una especie de Crepúsculo de ciencia ficción. Sin haber pasado por la saga romántico-vampírica-licantrópica que me despierta tan poco interés, creo que es bastante probable que esas opiniones sean acertadas. Entonces, ¿por qué aquella ha tenido éxito y ésta no (en Estados Unidos ha ganado menos que su presupuesto, aunque el mercado internacional salva la inversión con cierta holgura)? Difícil de decir. Quizá los actores no han despertado el mismo fervor en los fans, quizá no ha habido tiempo material de que la saga literaria acumule tantos fans (quiere ser una saga de seis libros, el primero se publicó en 2010 y el segundo saldrá a la venta este verano; los derechos para hacer la película se compraron antes incluso de que se pudiera adquirir la novela). Se habla de secuela, pero igual es una discusión prematura. Hollywood.

El gran problema que tiene Soy el número cuatro es que cuenta cosas como si tuviéramos que saberlas pero sin dar explicación alguna. Lo que sí se nos cuenta es que vamos a ver la epopeya de nueve jóvenes extraterrestres que han huido de la extinción a manos de una violenta y peligrosa raza de otro planeta y se ocultan en la Tierra como personas normales y bajo la protección de un guardián. Sabemos que no tienen nombres, sólo números. Sabemos que están muriendo en orden. Y, obviamente, sabemos que los tres primeros ya han muerto, porque si no tendríamos un problema con el título y con la numeración del protagonista. ¿El orden sirve para algo? No lo sabemos. ¿Qué sentido tienen las marcas en la pierna que se le producen al número cuatro con la muerte de sus compañeros? No lo sabemos. ¿De dónde demonios sale ese perro y por qué? No lo sabemos. ¿Por qué han tardado años en matar a los dos primeros y apenas unos días en encontrar al tercero y al cuarto? No lo sabemos. ¿Por qué demonios el guardián no parece saber nada de nada hasta que ya no sirve de mucho? No lo sabemos. La película se mueve a ciegas por una razón muy sencilla: nadie sabe hacia dónde va la historia porque ni siquiera se ha publicado. Parece una tontería, pero no lo es.

Da toda la sensación de que Soy el número cuatro película es una fotocopia del Soy el número cuatro libro, como sucede con todas estas sagas ya mencionadas. Hollywood no quiere arriesgar con estas películas en lo más mínimo (si hay una historia que tenía potencial es la de número seis, no la de este número cuatro). Y viendo esta muestra, uno se pregunta por qué no hay una mayor valentía y un mayor trabajo de adaptación. Esta película pedía a gritos una introducción espectacular, plagada de los efectos especiales que aquí quedan sólo para el clímax final y que sentaran las bases de una buena saga de ciencia ficción. No lo tenemos, y por eso el filme se queda ya desde el principio en un rutinario intento de sacar dinero con algún acierto y con cierto vigor en el desarrollo de la última media hora, lo único que realmente tiene interés después de una larguísima (y a ratos inconcebible por ingenua) introducción de una hora (y que tiene un doloroso epílogo justo antes de la batalla final en el que la pareja protagonista, perseguida por media docena de asesinos alienígenas y con sus vidas en peligro... se van a un instituto a revelar un carrete de fotos que consolide lo mucho que se quieren).

Que todo siga unas bases preestablecidas es lógico si tenemos en cuenta que no hay grandes nombres en el proyecto. El más importante es el de Michael Bay, que ejerce de productor (y, seguro, es quien ha inducido a que exploten cosas; menos que en sus películas como director, todo hay que decirlo). Dirige D. J. Caruso, realizador de Vidas ajenas con Angelina Jolie o Disturbia y La conspiración del pánico con Shia LaBeouf, y lo hace de una forma muy impersonal. Los actores cumplen con lo que se espera de ellos, que parezcan atractivos y guapos (lo son) sin hacer nada raro (no lo hacen). Es decir, Alex Pettyfer y Dianna Agron son más de lo mismo, chicos fotogénicos que aspiran a ser actores. Todos tienen una limitada experiencia y sólo Teresa Palmer (número seis) ha tenido cierta repercusión con la muy infantil El aprendiz de brujo. Poca cosa. El personaje del guardián recae en Timothy Oliphant (el malo de La jungla 4.0), y es evidente que requería de un actor de mayor carisma y fama para que la película tuviera un cierto halo de prestigio que no llega nunca a alcanzar a pesar de entretener en bastantes momentos.

Lo mejor está en el final, en esa pelea en varios frentes, bien rodada y bien desarrollada, incluso bien resuelta (salvo por el detalle final del perro o ese epílogo buenrollista imposible de creer). Es una más, una como cualquier otra, para pasar un ratillo más o menos agradable y que no deje ningún poso. Nada nuevo en el horizonte, pero tampoco nada demasiado terrible como para salir despotricando del cine. Vosotros mismos.

miércoles, abril 06, 2011

'Furia ciega', de lo malo... lo entretenido

Decir que Nicolas Cage lleva años de capa caída no es ninguna novedad. De hecho, nunca fue un superdotado para esto de la actuación. Pero aún así es un tipo que sigue haciendo películas. Muchas. Y normalmente bastante malas, por cierto (no hay más que recordar sus dos últimas, El aprendiz de brujo y En tiempo de brujas). No sé cómo ni por qué, pero sigue convenciendo a productores y directores para que le den el protagonismo de sus películas. Furia ciega es la última. Y si a Nicolas Cage le añadimos un guión disparatado, unas frases memorablemente horrendas, un tono paródico dentro de la misma parodia, un 3D tirando a infantil, la habitual niña rubia mona minifaldera, el topicazo de protagonista-huraño-pero-de-buen-corazón, unos toques de fantasía y mucha, mucha, mucha acción alocada y descontrolada... resulta que queda algo tan malo que a la fuerza divierte. Porque, que nadie se engañe, Furia ciega es una película mala. Muy mala. Pero como sabe que lo es, sobrepasa sinceramente la frontera de la carcajada y el entretenimiento con una facilidad asombrosa.

Y es quien intente encontrar algo sensato en Furia ciega lo lleva realmente claro. Ya en la primera escena quedan expuestas las pretensiones del filme. Si no le pilláis la gracia, si no pensáis al menos "vaya frikada marciana que ha hecho ahora este tío" con una leve sonrisa, dejadlo, esta no es vuestra película, porque quedan 100 minutos más con el mismo tono. El propio Nicolas Cage ya es casi una parodia de sí mismo, del héroe de acción que durante años se ha empeñado en interpretar. Verle con un atuendo a lo Terminator (rematado con las inevitables gafas de sol y un tupé... rubio) despierta ya hilaridad. Pero añadirle a su primera aparición un 3D tópico de balas que se dirigen a la cámara y cañones de escopeta que pretenden sobrepasar la pantalla e invadir el patio de butacas es el remate que necesita esa introducción para prepararnos: Furia Ciega va a ser un desmadre, ese es el pensamiento obligatorio que esa escena y un a priori surrealista prólogo despiertan. Luego resulta que el prólogo tiene su explicación, ya que no estamos sólo ante una delirante película de acción, sino que se trata de un gozosamente absurdo relato de fantasía.

Aclaradas esas premisas, falta por presentar lo inevitable: la rubia que acompañará a Nicolas Cage durante todo el metraje, a veces con un cortísimo pantalón vaquero, a veces con un ajustado vaquero completo, siempre con una muy escotada camiseta blanca, a veces con tirantes, a veces recubierta por una chaqueta pero siempre tan imposible de manchar como el rostro de la bella actriz de tener marcas de las heridas de las muchas peleas en las que se acaba metiendo. La actriz escogida es Amber Heard, un bellísimo maniquí que aún busca la película que coloque su foto en cuantas más páginas de Internet mejor y que hasta ahora sólo había destacado por interpretar al mismo personaje que Charlize Theron de joven en En tierra de hombres. Cuando su personaje, Piper, dice aquello de "putos adoradores del demonio" uno ya no sabe si está inmerso en el mundo surrealista de El gran Lebowski o si, por el contrario, sigue asistiendo a este festival pirotécnico, erótico y desmadrado. El caso es que cada vez que salta una frase tan memorable como la anterior, la carcajada es inevitable. ¿Es lo que buscaban los responsables de la película? Sólo cabe pensar que sí, y por eso, por su sinceridad, casi merecen un aplauso.

El director y guionista de este (siempre y cuando, insisto, se vea con el humor adecuado)desternillante desaguisado es Patrick Lussier, editor de un buen puñado de películas desde los años 90, incluyendo las de la saga Scream, y director de Dracula 2001, White Noise 2 o Un San Valentín sangriento. Dudosas credenciales. Su forma de rodar se acerca a la de cualquier otro. Mucho ruido, muchas explosiones, planos a cámara lenta diseminados por aquí y por allá. Más o menos lo de siempre. Y por eso todo queda en manos de la gracia que pueda despertar su guión y del carisma de los actores. Y si Nicolas Cage tiene algo, aunque sea para odiarle, lo cierto es que el amo y señor de esta película, con permiso de Amber Heard y su pelea contra otra mujer desnuda en plena calle (sí, tal cual), es William Fitchner, un secundario muy habitual que tuvo su última aparición destacada en la primera escena de El Caballero Oscuro. Él, mejor que nadie, entiende el tono absurdo que requiere la película y, en especial, su personaje para que pueda tener una mínima aceptación.

La verdad es que tampoco hay muchas vueltas que dar. Esta es una película en la que un tipo misterioso tiene una misión peligrosísima, rescatar a un bebé de un culto satánico que pretende sacrificarlo para cambiar el orden establecido. Por el camino, conseguirá que una mujer atractiva le acompañe, habrá algunos desnudos, muchas explosiones, peleas de todo tipo (me vais a perdonar que insista en la pelea entre Amber Heard y otra mujer desnuda, porque sí no tendría que deciros que Nicolas Cage mata a cuatro tipos mientras, y digo mientras, protagoniza una escena de sexo y no es plan de apostar por esa secuencia, vaya...), efectos especiales y un 3D casi tan paródicos como el tono de la película y un clímax final que, por supuesto desembocará en un epílogo abierto, no vaya a ser que el invento tenga éxito y todo. Se están empezando a poner de moda estas marcianadas que no hay por donde coger pero que, en el fondo, tienen su punto. Sólo con el espectador en el humor y la compañía adecuadas, pero ésta tiene su punto. Incluso siendo una película de Nicolas Cage. Incluso aunque quien lea lo que estoy escribiendo piense que me he vuelto loco.

sábado, abril 02, 2011

Los superhéroes que vienen

En los próximos meses son muchos los superhéroes que darán el salto de los cómics al cine. Además de los aquí mencionados, también habría que hablar de la esperadísima The Dark Knight Rises (tercera entrega de Batman a cargo de Christopher Nolan, con los añadidos de Anne Hathaway como Catwoman y Tom Hardy como Bane), Superman: Man of Steel (el nuevo reboot sobre el héroe de Metrópolis que tendrá a Nolan al guión y en la producción, a Zack Snyder como director, a Henry Cavill com Superman, Amy Adams como Lois Lane y Kevin Costner y Diane Lane como Jonathan y Martha Kent) o The Avengers (la reunión a cargo de Joss Whedon de todos los héroes Marvel que han saltado a la gran pantalla en los últimos años), pero éstas no han comenzado a rodarse y no hay fotos promocionales todavía disponibles, así que tendrán que quedar para un próximo repaso...

· Thor

El nórdico dios del trueno salta al cine de la mano de Kenneth Branagh. Muchos le consideran undirector acabado, y es cierto que hace años que no muestra la maestría de sus inicios, pero creo que Thor ha puesto ante él una oportunidad de redimirse, de demostrar que tiene futuro y para abrirse camino en un cine de acción serio y adulto. Eso no quita para que las primeras fotos que se distribuyeron asustaran lo suyo. Más que dioses de Asgard parecían Caballeros del Zodiaco, pero el trailer y los nombres de la película tranquilizaron lo suyo, porque el casting parecer acertadísimo. Chris Hemsworth encarna a Thor y Anthony Hopkins a Odín, encabezando un reparto fantástico repleto de nombres conocidos y en el que también destaca Natalie Portman como Jane Foster, la humana de la que se enamora el dios nórdico en la Tierra. Promete ser un festival de acción novedoso para Branagh, pero también tener un poso trascendente que sí le va como anillo al dedo a un director que se hizo un nombre en el cine adaptando a Shakespeare. Llega a finales de abril y ya la espero con impacencia.

· X-Men. Primera Generación
Otro reboot al canto. Tras el final de la saga de X-Men con la tercera película (dirigida por Bret Ratner, quien recogió el trabajo de preproducción y las dos primeras cintas de Bryan Singer), un final que disgustó a muchos aficionados (pero que a mí me pareció correcto más allá de la floja inerpretación de la evolución de Jean Grey en Fénix), Lobezno fue un tropezón claro (tanto que su secuela, ya en marcha, se ha retrasado por la salida de su director previsto, el sobrevalorado Darren Aronofsky). Esta Primera Generación nada tiene que ver con la del cómic y será una especie de precuela de las películas ya conocidas. No parece que la Fox tenga mucha fe en ella, puesto que ha anunciado X-Men 4 y 5 retomando la historia donde la dejó la tercera y olvidando ésta como base para seguir la narración. El caso es que el trailer anuncia cosas buenas, tan buenas como el interesante reparto. Habrá que esperar a comienzos de junio para saber si estamos ante una buena dirección a seguir para los mutantes más famosos de Marvel o si es un nuevo fiasco que hay que olvidar.

· Green Lantern
Ryan Reynolds no es en absoluto el mejor Hal Jordan posible. Quizá algún otro de los Green Lanterns del cómic sí podría haber sido, pero es difícil encajarle como Hal Jordan, y más después de verle como Deadpool en Lobezno o descubriendo la vena más o menos cómica que, a tenor del trailer, va a tener esta película. Eso es lo que puede hacer que patine. A su favor juega lo que se intuye como un gran espectáculo visual (aunque el rediseño del traje, hacia algo totalmente diferente a lo que muestra el cómic, y de algunos personajes como Kilowog son también puntos negativos e innecesarias puñaladas al aficionado de siempre) y el oficio que suele desplegar Martin Campbell desde la dirección en películas de género (suyas son la endiabladamente entretenida La máscara del Zorro o las primeras películas de Pierce Brosnan y Daniel Craig como James Bond, Goldeneye y Casino Royale). Ver a Mark Strong como el diabólico Sinestro sigue siendo a día de hoy el mayor aliciente de esta película. El cóctel puede ser muy interesante o quedarse como una peliculita más de superhéroes. Se estrena en la segunda quincena de junio.


· Capitán América. El primer Vengador
Una que empezó mal y que poco a poco ha ido enderezando su rumbo. Mal porque la elección de Chris Evans (la Antorcha Humana en las dos películas de Los 4 Fantásticos) parecía un claro error, y mal porque su director, Joe Johnston, venía de ofrecer una de las peores películas en muchos años, El hombre lobo. Pero las primeras fotos mostraban una interesante producción de época (la epopeya del Capitán América comienza en el cómic durante la Segunda Guerra Mundial) y una más que notable caracterización, tanto del héroe como del villano (Hugo Weaving dando vida a un Craneo Rojo de aspecto siniestro), algo que confirmó el trailer y las imágenes que hemos visto. Tommy Lee Jones o Stanley Tucci dan además lustre a un muy buen reparto. La cosa puede acabar funcionando, sobre todo si los efectos especiales funcionan como deben (y en las cosas más sencillas como ver volando el escudo del héroe) y convertirse en una más que agradable sorpresa y el capítulo definitivo antes de ver a todos los Vengadores juntos en la película de Joss Whedon. La veremos a comienzos de agosto.

· Conan The Barbarian
Huele a desastre desde el principio. Jason Momoa recogerá el testigo que dejó Arnold Schwarzenegger como Conan en la primera mitad de los años 80, y eso ya es mucho decir. Cierto es que Arnie no era exactamente la versión del héroe que se mostraba en los cómics, pero físicamente era insuperable. Momoa ni se acerca a lo que uno espera ver de Conan y mucho va a tener que remar para convencer a la gente. Se ha difundido ya un primer trailer en el que apenas se ven unas pocas imágenes difuminadas en humo. Si estando ya tan cerca del estreno, en agosto, no hemos visto todavía una escena en movimiento de este Conan lo más probable es que signifique que no se lo creen ni sus mismos responsables. Que la dirija Marcus Nispel (autor de los remakes de La matanza de Texas, El guía del desfiladero o Viernes 13) tampoco parece una buena noticia para los aficionados del bárbaro de Cimmeria. Alguna foto y algún poster sí lucen decentemente, y da la sensación de que el aspecto de este mundo salvaje puede ser lo más rescatable. Quizá sorprenda, pero no parece probable.

· Wonder Woman
Años y años de de especulaciones sobre una película de Wonder Woman han acabado con el anuncio de que será una serie de televisión... si el episodio piloto convence. No obstante, todavía no está enterrada la idea de hacer un filme, que podría incluso convivir con la adaptación de la pequeña pantalla. Hace no muchos días se hizo pública la primera foto de Adrianne Palicki vestida como la amazona más famosa de DC Comics y unos días después se vieron las primeras imágenes del rodaje... donde el traje ya había sufrido modificaciones. Luce mejor en el rodaje que en su debut, pero sigue pareciendo raro. Como raro es ver a Palicki intentando ser Wonder Woman, quizá la heroína con la que parece más difícil acertar (en buena medida porque Lynda Carter en la serie de los años 70 lleva mucho tiempo siendo una especie de Wonder Woman definitiva). Se ha querido mezclar el uniforma tradicional y su más moderna modificación y de momento queda una amalgama rara. Si tiene un buen guión y se rueda con eficacia, convencerá. Si no, lo tiene difícil. Todavía no se sabe cuándo se estrenará el episodio piloto.

· The Amazing Spider-Man
Otro final controvertido para una trilogía, la de Spiderman de Sam Raimi, derivó en un reboot. Y un reboot que tiene su miga, porque se lo encomendaron a un semidesconocido, Marc Webb (director de 500 días juntos). Andrew Garfield demostró en La Red Social que es un buen actor y que puede ser un gran Peter Parker, aunque su edad no encaje con el Spiderman adolescente que al parecer se quiere recuperar en esta película. Emma Stone también pinta bien como Gwen Stacy, la primera novia del héroe en los cómics. Las primeras fotos promocionales y del rodaje han sentado como jarros de agua fría, porque el traje del héroe es extraño, diferente al tradicional. Da la sensación de que quieren innovar mucho y acercarse más a la versión Ultimate que a la clásica del héroe de Marvel. A estas alturas no se sabe mucho de la historia, sólo que el villano será el Lagarto, lo que convierte a esta película es una enorme incógnita. Sam Raimi dejó el listón muy alto, sobre todo con sus dos primeras películas, fabulosas demostraciones de que el cómic y el cine de acción real son un matrimonio capaz de ofrecer diversión y entretenimiento a raudales. La veremos dentro de mucho, en julio de 2012.