Pixar y John Lasseter son humanos, y como tales no cuentan con el don de la infalibilidad. Es decir, que no todas sus películas pueden ser obras maestras llenas de genialidad. Nos han malacostumbrado hasta el punto de que, quienes habíamos visto en Cars la más débil de sus películas (¿tan lejos está ya el año 2006 en que se estrenó?), nos habíamos olvidado de ver el logo de Pixar en algo que no fuera sencillamente extraordinario. Cars no era, ni mucho menos, extraordinaria. De hecho, siempre se ha visto como la película de Pixar pensada para vender juguetes, algo que avalan las cifras (tanto de recaudación de la película como de ingresos por merchandising hecho a imagen y semejanza de sus personajes). Cars 2 ahonda en esa sensación, pero con algunos errores que hacen todavía más difícil de ver desde la perspectiva cinéfila a la que Pixar nos empujó con maravillas como Wall·E, Up, Ratatouille o la trilogía de Toy Story. Son humanos, qué le vamos a hacer. No queda sino esperar a la próxima película.
Algo tendrá Cars si gusta tanto a los niños como para hacer a Rayo McQueen su héroe y el juguete que quieren que sus padres les compren. Pero desde la perspectiva de un adulto es difícil encontrarlo. Al menos no con la misma facilidad con la que Pixar ofrece deleite en la mayoría de sus películas. Y eso que esta secuela no empieza mal, con una entretenida secuencia de espías. Ahí es donde el espectador se encuentra con el primer reto: seguir creyéndose este mundo de coches humanizados en el que no hay personas. Tengo que reconocer que a mí esa tarea se me hizo harto complicada, más aún que en la primera parte. No terminan de llegarme estos personajes en estas circunstancias. Las carreras de la primera entrega salvaban medianamente la función, porque participar en una carrera es, al fin y al cabo, lo que se espera de un coche de carreras. Para la segunda entrega, hay más carreras, a lo largo del mundo y con otro tipo de coches (el rival de Rayo McQueen es un fórmula 1... que habla con acento italiano; vaya, como en Transformers 3...), pero la historia, alejada de esos avatares, minimiza por completo su importancia.
Y como las carreras ya no son lo importante, Rayo McQueen tampoco es el actor principal de la historia. No parece el mejor de los movimientos para esta secuela, pero darle el protagonismo a Mater, la grúa, es la decisión que adoptan Lasseter y Brad Lewis como directores y responsables del argumento de la película. Eso aumenta el tan temido nivel de humor fácil y rápido, hasta el punto de que los chistes y los toques de humor, tan hábilmente introducidos en otras películas de Pixar, aquí son continuos, nada sutiles, gruesos a veces. Tan pendiente estaban sus autores de esto, que no se dieron cuenta de que la película es harto predecible y, sobre todo, increíblemente tópica. Eso duele más si tenemos en cuenta la habilidad de Pixar para escapar de los tópicos y los clichés, para convertir en protagonistas de sus títulos a los más inverosímiles personajes, desde un anciano hasta un robot que no sabe hablar. Si en Cars los estereotipos eran ya muy marcados, en Cars 2 esa sensación se duplica.
Ni siquiera el habitualmente muy estilulante Michael Giacchino (que había dado un toque brillante a la infumable Speed Racer, otra película con los coches en primer término) termina de encontrar en la banda sonora el punto de genialidad que ya ha dado a otras películas de Pixar. Sí es cierto que la animación es tan soberbia como cabe esperar de esta casa, difícil decir si mejor o peor que en los títulos anteriores o incluso en el primer Cars, pero se pone al servicio de una historia que no convence en ningún momento y que es rutinaria. Como decía, la apariencia de ser una película pensada para vender juguetes (qué ironía, siendo los juguetes los protagonistas de una trilogía de altísimo valor cinematográfico y firmada por Pixar), su afán de ser una pieza más del rentable mundo del merchandising y sus ganchos fáciles (llamar Fernando Alonso a uno de los coches que no hace más que un cameo o colocar de nuevo a Antonio Lobato, la voz de la Fórmula 1 en España, como uno de los comentaristas de las carreras) hacen que su evaluación como película sea compleja. ¿Entretiene? Pues sí, probablemente sí. Pero, como la primera entrega de la saga, quizá bastante más en el caso de esta secuela, sabe a poco. A muy poco.
5 comentarios:
Recuerdo que en la primera me hizo gracia que el prota ganara la carrera sacando la lengua :D El resto de la peli, un rollo. Y de la segunda no paro de leer que es todavía peor, así que me da que ésta no la veo ni descargada en casa...
No he visto ninguna de las dos pelis,pero porque no me mola nada la idea de los coches que hablan.Y si es sólo uno,como el taxi de Roger Rabbit vale,pero así a cascoporro como que no.Y además creo que en el universo de Cars no hay seres humanos,¿no?,entonces ¿quién coño ha contruido las carretera y fabricado a los propios coches?...nada,que no me gusta...
Pensaba lo mismo que tú cuando vi Cars 1, ¿dónde está la gente? Y, como a ti, me pareció de las más flojas de Pixar. No creo que gaste tiempo viendo la 2 si es peor que la primera.
Key, fíjate que ni me acordaba de ese detalle de la primera... Yo veo esta por debajo de la original.
Doctora, no, no los hay. Y aunque parezca una tontería, a mí eso también me chirría y no consigue meterme en la película...
Utopía, para mí directamente (y considerada una unidad con la segunda película), la peor de Pixar indudablemente.
Me encantan las pelis de dibujos, pero debo reconocer que ni cars ni cars 2 me han apasionado, la segunda, igual que a ti, menos que la primera...
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