Harry Potter ya tiene su punto final cinematográfico. Y las sensaciones son extrañas. Las reliquias de la muerte. Parte 2 es una película espectacular, eso es innegable. Aquí están, probablemente, los mejores momentos de toda la saga (excepción hecha del dramático clímax de El caliz de fuego). Pero, al mismo tiempo, es una película con una más que peculiar estructura debido a que la mitad de su contenido está en la entrega anterior. Hay esfuerzos de dotar de identidad propia a la película, y es ahí donde reside el principal mérito del director David Yates (sobre todo en el arranque del filme), pero da la sensación de que pesa demasiado el original literario (sobre todo en la segunda y climática mitad, en realidad como en toda la saga) como para esperar grandes sorpresas. El conjunto entretiene de forma honesta y, de vez en cuando, sobresale una pizca de genio, lastrado por el doblaje (sin la voz de Ralph Fiennes, Voldemort pierde capacidad aterradora) y por un 3D innecesario. Los fans la adorarán, seguramente sin medida, como la mejor película de la saga. Sin ser seguidor, y con todos sus defectos, a mí es la que más me ha entretenido.
Para ponernos rápidamente en situación, la segunda parte de Harry Potter y las reliquias de la muerte es a toda la saga del joven mago lo que la segunda hora de El retorno del Jedi fue para la trilogía clásica de Star Wars: un clímax continuo, salvaje, dramático y espectacular. Pero, siguiendo con este ejemplo, hay diferencias. Primero, que este clímax de Harry Potter se ha hecho esperar demasiado. Una vez visto su final, la sensación de ver las anteriores películas como largas transiciones hacia este final (con el intermedio de, insisto, el final de El caliz de fuego) queda corroborada como una certeza. Hemos caminado única y exclusivamente para llegar a este final, y el camino ha sido extremadamente largo. La otra gran diferencia está en el tono. Nacida, al menos desde el punto de vista de la promoción, como una historia destinada al público infantil, ha terminado en las antípodas de ese objetivo, aunque de poco servirá que se intente convencer de ello a la legión de jóvenes aficionados de la saga. No hay toques de comedia barata (¡menos mal!), pero la saga, al final, adolece de una sorprendente falta de sacrificio, a pesar de ir diseminando momentos trágicos a lo largo de esta película y, en general, en la segunda mitad de la serie.
A pesar de estos inconvenientes, la segunda entrega de Las reliquias de la muerte es la mejor película de la saga porque tiene un gran sentido del espectáculo. De principio a fin, se convierte en una montaña rusa de ritmo muy marcado (antes de la tempestad siempre viene la calma... y curiosamente la película destaca más por la calma) pero nada previsible. El arranque del filme de David Yates (cuarto que dirige en la saga) es modélico. Sin insultar al espectador con un resumen de lo ya visto (en las anteriores películas y en la primera parte de este volúmen), todo queda resumido con genialidad en unos pocos planos que nos recuerdan lo que sucedió al final del anterior episodio. A partir de ahí queda marcado el necesario tono adulto y trágico de la película, acentuado siempre por la portentosa música del gran Alexandre Desplat (llamado sin duda a ser el próximo gran compositor de la historia de Hollywood), y sin necesidad de recurrir al mal gusto visual, error demasiado común en el cine de hoy en día. Y también a partir de ahí comienza la mencionada montaña rusa, que acumula escenas de acción (algunas más o menos prescindibles como, precisamente, la montaña rusa del banco de Hogwarts, otras más espectaculares como el vuelo en el dragón) con otras de diálogo y sentimiento.
Harry Potter y las reliquias de la muerte. Parte 2 engaña, porque a priori da la sensación de que lo mejor de esta película tendría que salir de la feroz batalla entre el bien y el mal que se desencadena junto a los muros de Hogwarts, pero no es así. Lo mejor, y ya iba siendo hora después de ocho películas, está en el siempre apuntado pero hasta ahora nunca completado desarrollo de los personajes. Por fin los protagonistas acaban encontrando su camino. Sin traicionar lo que sabíamos de ellos (algo difícil, teniendo en cuenta el origen literario del filme... y que hay una legión de fans dispuesto a devorar al autor de una hipotética traición de ese estilo), pero por fin ubicándoles en el sitio que les corresponde en esta historia. Esa evolución se ve en Harry Potter (Daniel Radcliffe) en escenas tan tranquilas como la conversación que sigue a su enfrentamiento con Voldemort (Ralph Fiennes) o, incluso, en la primera que mantiene con Ollivander (John Hurt). Y da gusto ver la escena en la que evolucionan Ron (Rupert Grint) y Hermione (Emma Watson), adulta al principio, juguetona e infantil al segundo. Esa es la mezcla perfecta, y hasta ahora no se había dado. Y mención especial para el mejor actor de esta cinta, Alan Rickman, perfecto como Severus Snape.
Decía que uno esperaba que el punto fuerte de esta película estuviera en la batalla. Y el espectáculo pirotécnico y de efectos visuales no defrauda. Pero sigue habiendo un referente insuperado y, por ahora, insuperable, que es la batalla de los campos del Pelennor de El retorno del rey, la entrega final de El Señor de los Anillos. Es el referente indiscutible y es obvio que Las reliquias de la muerte busca parecidos que le acerquen a ese modelo. Pero se queda lejos, muy lejos de lo que consiguió Peter Jackson hace ya ocho años. Aún así, insisto, aquí se concentran algunos de los mejores hallazgos visuales de toda la saga de Harry Potter, y elevan el nivel por encima de lo visto hasta ahora. Seguramente, en eso tiene mucho que decir la tan deseada presencia de Voldemort, que en las anteriores entregas sólo había sido insinuada (salvo, perdón por la insistencia, en el clímax de El caliz de fuego). Con Voldemort en pantalla todo crece, aunque por desgracia ese misma presencia devore lo que en películas anteriores había sido incluso aterrador (sucede con esos mortífagos que flotan en torno a Hogwarts y que apenas tienen algo que decir en esta batalla). Pero Voldemort siempre mejor en versión original, el doblaje mitiga su poderoso efecto.
Los 130 minutos de la película hacen de ella (por paradójico que pueda resultar con semejante duración) una de las más cortas de la saga, muy por debajo de los 146 que duraba la entrega anterior. Y usar 276 minutos para adaptar un libro es, a todas luces, algo excesivo, porque no estamos ante Lo que el viento se llevó. Cada vez estoy más convencido de que Harry Potter necesitaba una adaptación más que una traslación a la gran pantalla, una que cogiera los elementos esenciales del mago y su universo y los incluyera en una saga mucho más corta. Pero, claro, esto del cine es por encima de todo un negocio y todas las películas de Harry Potter han dado mucho dinero. Menos mal que no ha sido hasta la última entrega cuando se han dado cuenta de que podían dividir un libro en dos y ganar el doble (o más, ya que también han llegado tarde a ese 3D, innecesario de nuevo pero que sumará un par de euros o dólares adicionales por cada entrada vendida). Con todo, Harry Potter y las reliquias de la muerte. Parte 2 es la mejor película de la saga. Por ritmo, por personajes, por acción y por narración. Y aunque el edulcorado final nos devuelva al comienzo de la saga, en la ya lejana Harry Potter y la piedra filosofal que se estrenó hace diez largos años.
7 comentarios:
Me ha gustado mucho esta crítica. Mis hijas, grandes fans de la saga, ya están deseando, pero a la vez lamentando ver esta película. Aunque ya se saben el final porque han leido el libro, en realidad se han visto y leido toda la saga.
Yo las he acompañando a ver practicamente todas las películas. Esta última no me gustó demasiado. Si finalmente las acompaño a ver ésta última, espero coincidir contigo y que sea un final digno de tan, ya mítica, historia.
Un abrazo
Muy buena y acertada, Juan. Vi la película me quedó a deber. Pero es el precio de una adaptación. Para mí el mejor sera Snape y su dramatización al final no tiene precio. Fuera de ello siento que a pesar de la acción la note blanda y con una pequeña falta de carácter.
Pero un cierre bueno a tan gran saga. Insuperable al Sr. de los Anillos.
Esta noche la voy a ver!! Mañana comento!!!
José Vicente, muchas gracias. Sí, me acuerdo de esa tradición de verlas con tus hijas, y espero que la hayáis disfrutado.
Gallo, imagino que el hecho de que se pueda ver la acción como blanda es por lo que queda de una saga dirigida hacia un público infantil que quiere ser adulta.
Arual, pues nada, me tienes en ascuas, je, je, je...
Hola Juan, ya he visto la película, la vi ayer, coincido bastante con tu crítica. Realmente es un buen final, espectacular y dramático, creo, que en dosis creo que justas.
Esta si que me ha gustado.
Mi hija mayor se pasó practicamente toda la película llorando, jejeje.
Un abrazo
José Vicente, siendo fan creo que era de lo más previsible que llorara, je, je, je... A mí esta saga ya sabes que no me convence, pero entiendo de sobra a tu hija, yo soy igual para otros títulos. Me alegro de que la disfrutárais en familia.
Llevo desde los 11 años viendo películas de Harry Potter,se acaba una saga y me da pena, pero para mi nada tiene que ver lo literario con lo cinematógráfico....es algo indescriptible poder leer el libro que te lleva a sitios que nunca llegarás a ver en la película, pero bueno,esto es así y todo tiene su final....una pena!
Un abrazo...después de tanto tiempo....
Publicar un comentario