El dilema de siempre. Jack Ryan: Operación sombra es una pasable y entretenida entrega de espías, aventura y acción, siempre que se perdonen algunas cosas, pero es una actualización discutible del personaje de las novelas de Tom Clancy en el que se basa, al que en la gran pantalla se pudo ver como debía ser en la película que interpretó Alec Baldwin (La caza del Octubre Rojo) y las dos de Harrison Ford (Juego de patriotas y Peligro inminente), incluso en algunos aspectos de la de Ben Affleck (Pánico nuclear). Pero este nuevo filme se aleja sin querer alejarse, compone un nuevo personaje en un mundo completamente distinto y de repente se quiere acordar de aquel en el que está basado. Esos dubitativos movimientos, unidos a enormes agujeros en el guión, son lo que hace discutible esta actualización de la saga, que busca con descaro una nueva audiencia, mucho más juvenil y tecnológica. Olvidando estas cuestiones, se pueden ver con más claridad los buenos elementos que esconde esta película, dirigida por un Kenneth Branagh definitivamente reciclado para este tipo de cine y que se convierte, como actor, en lo mejor del filme.
Antes de ir con Branagh es conveniente cerrar lo que supone el filme. Tan de moda como se han puesto las actualizaciones y reboots en Hollywood, exactamente eso es Jack Ryan: Operación sombra. Ahora bien, mejor olvidar el referente. No es la bourneización que se podía temer legítimamente, pero tampoco tenemos a ese agente que no quiere estar en el terreno y que prefiere la seguridad de su despacho. Y la película oscila entre los momentos en que quiere recordar precisamente eso (lo dice varias veces, los nervios traicionan su memoria y le tiemblan las manos después de su primer enfrentamiento serio) y aquellos en los que acaba siendo inverosímil esa propuesta (ya desde las dos escenas iniciales, pero sobre todo en el clímax, cuando Ryan se convierte en el agente total que sobrepasaría a cualquier de los más conocidos del cine, desde el mencionado Bourne hasta incluso James Bond). En ese sentido, la película merece algún que otro reproche, porque, adiestrado prácticamente en la Guerra Fría, no parece el más indicado para una historia ambientada en un mundo tecnológico y de redes sociales.
Sin embargo, si nos olvidamos de que el referente es Ryan, la película funciona relativamente bien casi durante todo su metraje como lo que tiene que ser, una película de espías con cierta inteligencia en su planteamientos (que no en la forma en que va encadenando escenas o acontecimientos; ojo al momento de la pintura en el clímax, bastante irrisorio), escenarios cambiantes (Moscú principalmente) y razonables dosis de tensión y acción. No siempre funciona así por una insistencia tópica del cine norteamericano, la introducción de un interés romántico que la historia no necesita, por mucho que acabe encontrándole un sentido, y cuya química no funciona. Chris Pine se sabe de memoria lo que implica el papel de héroe atribulado (y en reboots, como el de Star Trek) y cumple porque no necesita más. Pero Keira Knightley parece salida de otra película y culmina esta floja subtrama en la primera de las dos escenas del hotel, con una réplica lamentable. Al menos los responsables de la película saben cuándo dejar esa historia en su sitio y no molesta en los momentos que tienen que ser los más trascendentes. Algo es algo. Pero la penitencia, como la de los errores del guión, ya está pagada.
Llegamos a Kenneth Branagh, no sin antes reconocer que, también con los defectos de su personaje, es un gustazo ver a Kevin Costner de nuevo en la gran pantalla con cierta asiduidad. No queda mucho de aquel Branagh veinteañero que con sus películas shakespearianas llegó a ser comparado con Orson Welles. Hollwyood le ha tratado francamente mal desde entonces, minusvalorando sus capacidades como director y ahora ya confinado al cine espectáculo después de Thor. Es un director competente, muy interesante a ratos (y eso se ve en la sensacional escena de la cena que monta en la película, con tensión, una espléndida dirección de actores y un buen montaje). Pero de lo que siempre se ha olvidado casi todo el mundo es de lo gran actor que es Branagh. Aquí, sin duda, lo mejor de la película, como evidencia su primer cara a cara con Pine, espectacular a muchos niveles, aunque luego el guión rebaje algunos de los elementos ahí planteados. Branagh consigue sostener una película que hace no tantos años habría parecido imposible para él, y eso también dice mucho sobre él como director. Entretiene lo suficiente, aunque con reservas, y tiene momentos muy logrados. ¿Jack Ryan? Mejor recuperar La caza del Octubre Rojo para verle.
2 comentarios:
Jack Ryan es como Benjamin Button, con el paso del tiempo es cada vez más joven.
Este giro de la saga llega tarde para mí, porque las intrigas políticas de Harrison Ford me aburrían y a estas alturas ando un tanto saturada de espias y agentes secretos con James Bond, Ethan Hunt y Jason Bourne. De hecho, llevo tiempo queriendo ver la segunda parte de Bourne y es que me da pereza. Esta de Chris Pine pues más.
Doctora, ya te digo... Esto de los reboots tiene efectos demoledores... Lo curioso es que es la segunda vez que lo intentan, después de la de Ben Affleck. Y sí, hay muchas sagas del mismo palo.
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