El más que notable precedente de Expediente Warren obligaba
a recibir Insidious. Capítulo 2 de forma diferente a como se atendió la llegada
de la primera película de esta saga. Aquella fue un gran éxito, cautivó
enseguida al público y fue acumulando una espléndida reputación. Sin embargo,
era una muestra de cómo es el cine de terror contemporáneo, con trampas muy
evidentes, salidas muy fáciles, tópicos constantes y más vinculada al susto que al auténtico miedo. Previsible en
bastantes sentidos aunque, insisto, satisfizo en general al aficionado. Pero
Expediente Warren cambió las reglas porque colocó a su director, James Wan, en el camino del terror más clásico. Era, a diferencia de Insidious, más miedo
que sustos. ¿Y qué sucede con Insidious. Capítulo 2? Pues que mezcla ambas
sensaciones, superando así a la película original pero quedándose por debajo de
su anterior trabajo.
Da la impresión de que James Wan sabe exactamente dónde
pretende colocar cada una de sus películas. Y después de recuperar una forma
clásica de hacer terror quería mostrar algo de lo que le catapultó a la fama. Insidious. Capítulo 2 se va convirtiendo poco a poco en una secuela que juega
sus bazas con habilidad, que amplía y completa la historia ya conocida, sin
dejar de lado la necesaria obligación de expandirse. Es en el encaje con la
primera parte donde el filme alcanza sus propósitos con más claridad. Pero al
mismo tiempo se que ésta contiene trampas muy similares a las
de aquella: ausencias clamorosas y demasiado convenientes de personajes para propiciar el susto fácil, incluso repetición de elementos con los que asustar al espectador (el andador con luces y sonidos del bebé de la familia Lambert, el piano) y
encuadres en los que resulta evidente de dónde va a venir el susto.
Pero también es cierto que Wan es buen creador de atmósferas
de terror (incluso con, otra trampa más, la muy evidente música de género que
ofrece Joseph Bishara, autor también de las partituras de las dos anteriores películas ya mencionadas del director, y las no sé sabe muy bien por qué obligatorias estridencias sonoras
en determinados momentos). No hay nada especialmente rompedor en la historia,
como tampoco lo había en el primer Insidious, pero en esta ocasión sí merece una atención más clara del espectador, porque propone un
conjunto de tramas dobles (en cuanto a personajes y escenarios y en cuanto a
tiempos) y eso aumenta la apuesta y provoca una sensación de estar viendo algo
diferente dentro de lo mismo. Parece una obviedad en una secuela pero hay
incontables ejemplos de películas en las que no sucede así. Incluso visitando
entornos conocidos, no se tiene la sensación de repetición.
Insidious. Capítulo 2 acaba siendo, por esos detalles, una película lo suficientemente satisfactoria, mejor que la primera en muchos sentidos. Expediente Warren había elevado mucho el listón de su director y aumentado el interés por ver qué podía ser capaz de hacer con una secuela de una anterior película suya. Y Wan sale airoso de ese reto. Es factible que el espectador que no sea aficionado al terror la vea como un más de lo mismo, y en cierto modo no le faltará razón, por mucho que el aficionado la disfrute como una película de género más correctamente realizada. Pero su ajustada duración (106 minutos), su buen reparto (Rose Byrne amplía el personaje de la primera entrega, sigue siendo un placer ver a Barbara Hershey, ahora con más minutos en pantalla, y sobre todo sorprende el apreciable cambio de registro de Patrick Wilson, ya fetiche de Wan tras protagonizar también Expediente Warren) y algunos momentos de terror muy logrados justifican con creces la película como una apreciable, aunque sí, tramposa, muestra del cine de terror contemporáneo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario