Poner una película en manos de Annette Benning y Ed Harris debe de ser una de las decisiones más gozosas y sencillas que puede adoptar un director. La explicación es muy sencilla: son dos auténticos monstruos del cine. Da igual lo que les eches, ellos lo convertirán en algo trascendente. Lo que Arie Posin les da, como director y coguionista de La mirada del amor, no es tampoco cualquier cosa. La historia, un drama romántico, es a ratos bastante previsible (lo es sobre todo en su más que previsible desenlace), pero permite a los dos protagonistas muchos momentos de lucimiento desde la naturalidad y la categoría interpretativa. Durante hora y media, dejan de ser actores, dejan de ser personajes y se convierten en personas de carne y hueso con las que sufrir e ilusionarse. Benning y Harris son extraordinarios, de esos actores que de vez en cuando recuerdan al espectador que el cine no tiene por qué estar vinculado al glamour de las bellezas veinteañeras. De verdad que no.
Por eso siempre es espectacular que dos actores veteranos den lecciones como las que dan Annette Benning y Ed Harris en La mirada del amor, con sus 55 y casi 63 años respectivamente. Sus interpretaciones hablan de sinceridad, de humanidad, de sentimientos, y están llenas de matices y recovecos en los que el espectador puede bucear. Ella da vida a Nikki, una mujer que aparenta normalidad pero que en realidad no sabe cómo rehacer su vida tras la muerte de su marido. Y él interpreta a Tom, un pintor y profesor universitario que es la viva imagen de ese marido muerto. Cuando Nikki encuentra a Tom por pura casualidad y en un momento cargado de emotividad, se plantea qué debe hacer y si está bien la relación que quiere entablar con él. Intentar abrirse camino por lo que tienen que estar pensando ambos personajes, sobre todo el de Nikki, es una de las grandes satisfacciones que permite la película.
Se puede hablar de que Posin arranca su filme con un acertado juego de saltos en el tiempo, de planos tan hermosos como los de la playa, la piscina o el museo, de que juega acertadamente con la puesta en escena o de lo precioso que es el final del filme, pero es obligado decir que cualquier logro del director en esta historia pasa irremediablemente por lo que hacen Benning y Harris. Es así. Y también, en el tercer papel en discordia, por lo que ofrece un Robin Williams que destila melancolía y que siempre que tiene uno de esos pequeños personajes demuestra lo buen actor que es. Pero es la pareja protagonista la que marca el ritmo en todos y cada uno de los diferentes estados anímicos por los que pasa la película, con un realismo sobrecogedor, con emociones contenidas y visibles según lo requiere la historia.
Viendo la historia y su desarrollo, también es lícito pensar que sin dos actores de semejante categoría La mirada del amor podría haber quedado como un tópico telefilme. No es así gracias a sus portentosos trabajos y a la apreciable habilidad de Posin (es su segunda película tras la prácticamente desconocida Historia de un secuestro, de 2005) para multiplicar los escenarios. Pero nada puede distraer de lo que realmente importa. Annette Benning y Ed Harris. Viéndoles, un espectador puede llegar a entender la enorme cantidad de matices, recursos y detalles que se pueden plasmar en un trabajo interpretativo. Siempre habrá quien piense que su profesión es sencilla, que no consiste más que en lucir delante de una cámara. Pero siempre quedarán actorazos descomunales como estos dos para recordar la belleza de su oficio y, de paso, de lo hermoso que es el cine incluso en películas que no encontrarán un hueco de honor en la historia. La mirada del amor son ellos.
4 comentarios:
Qué pena eso de que sea previsible, le tengo muchas ganas a esta película, la elección de los protagonistas es genial, sin duda. Un abrazo!
Meg, están los dos soberbios, es una delicia verles actuar. Ya me cuentas cuando la veas...
Hola, estoy pensando en obtener un titulo con uno de estos cursos fp a distancia, y me preguntaba si alguien que haya estudiado me indica que tal son estos curso?
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