La figura de Julian Assange y todo el controvertido trabajo de Wikileaks genera una inmensa y lógica fascinación. Es verdad que vivimos en una sociedad de consumo tan rápido que probablemente muchos de los espectadores de El quinto poder apenas recuerden ya los detalles de las revelaciones más traumáticas de esta organización, pero eso no le resta poder de fascinación. La película está basada en dos libros, uno del integrante de Wikileaks que en la película es interpretado por Daniel Brühl, y otro de dos periodistas británicos, y es evidente que esa fascinación se mantiene en esta adaptación. ¿Pero es una fascinación que procede de la historia real o de la visión cinematográfica de la misma? Al final da la impresión de que importa más lo primero, aunque se agradece que no sea una obra que quiera sentar cátedra y ofrecer una verdad inamovible dando al espectador el poder de informarse. Eso sí, el Assange que compone Benedict Cumberbatch es formidable.
Bill Condon pone fin con esta película al paréntesis que supondrían las dos películas de la saga Crepúsculo en la filmografía de cualquier director. Y no es una papeleta fácil. El referente real amenaza con desdibujar o afectar a muchos de los elementos de la película, y las acusaciones de propagandísmo que el propio Assange le dedicó después de leer su guión dan fe de ello. El quinto poder, en todo caso, no es esa película adoctrinadora que teme Assange. Es cierto que cuenta una historia lineal que ofrece una visión de la misma en la que cree firmemente y sin fisuras. Y en ella, Assange es un tipo como poco excéntrico que no duda en usar a su antojo a las personas que trabajan con él. Sobre todo la media hora final no le deja especialmente en buen lugar. No obstante, es el epílogo lo que forma el corazón de la película. Ahí, el mensaje queda claro: la capacidad de informarse está en la persona. Es un mensaje sobre Wikileaks, sobre Assange, pero también sobre el poder y sus abusos e incluso sobre la misma película, que parece decir "os hemos contado una historia, ahora informaos si queréis saber más".
Ese epílogo es, a la vez, la mejor escena de la película, la que rompe las barreras de la pantalla y la que apela directamente al espectador, casi tanto aunque de otra manera como el hermoso arranque de la película, una brevísima historia de la comunicación. Lo que está entre ambos instantes es bastante correcto, funciona como thriller personal y periodístico pero tampoco aporta gran cosa que no se pueda encontrar en fuentes informativas. Lo que sí aporta, y tampoco es que se pueda decir que sea poco, es una composición sensacional de un personaje, la de Benedict Cumberbacht, un actor que sigue en alza, creciendo y sin techo aparente en todo tipo de géneros (tanto le da meterle en la piel de Assange que ser el villano de Star Trek. En la oscuridad, su trabajo es excepcional... y ojo a su voz, que sigue haciendo esencial ver la película en versión original). Si encima está tan bien rodeado con un reparto del que forman parte Daniel Brühl, Anthony Mackie, David Thewlis, y sobre todo una inmensa Laura Linney y un siempre fascinante (y qué fácil parece cualquier papel en sus manos) Stanley Tucci.
Considerando las dificultades intrínsecas a una película sobre esta cuestión, es obligado reconocer que El quinto poder funciona relativamente bien. Es un acierto fijar la película como la relación entre los personajes de Cumberbatch y Brühl, porque de esa manera el conflicto emocional se equipara al ético y al periodístico, y el guión permite que todo aparezca con cierto equilibrio sin pensar que se están menospreciando temas. Al mismo tiempo, contiene la información suficiente como para que no haga falta estar muy informado para ver la película, y eso siempre es algo a agradecer. Assange, su obra y su controversia están bien reflejados, independientemente de la veracidad que haya en la película, y eso es en realidad lo más evaluable de El quinto poder. Es evidente que nada acaba en la película, que es una aceptable incitación al espectador para que no sea pasivo, para que la información siga siendo un derecho y para fomentar debates que seguramente propiciará en espectador más bien formados pero quizá no tanto en quienes simplemente busquen un entretenimiento de dos horas.
2 comentarios:
No discuto que sea buen actor, pero me chocó leer que han nombrado a Benedict Cumberbatch el actor más sexy del momento, con esa cara de abuela que tiene.
Les ha dado por hacer biopics de gente famosa y no suelen molarme. No me llama la atención el personaje y parece que a poca gente le ha molado, así que...
Doctora, hace nada vi una lista de actores más bien feos a los que se consideraban símbolos sexuales precisamente porque son estrellas de cine. Sí, no le tienen cogido el punto a estos biopics, sobre todo de personas contemporáneas...
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