Soy poco amigo del cine de terror contemporáneo porque desde hace décadas no produce auténtico terror. El susto puntual es fácil de conseguir, no así el terror que te acompaña cuando sales de la sala. Sinister tiene algo de ambas valoraciones, cae también en algunos de los errores más evidentes que suele cometer este género, y sin embargo contiene alguna idea terrorífica y perturbadora que hace de ella algo diferente. ¿Es una buena película? No desde muchos puntos de vista, porque las situaciones (que no el guión, que no el fondo) son absolutamente inverosímiles, porque la fusión entre tecnología y misticismo siempre deja puntos difíciles de aclarar y porque se hace algo larga en sus casi dos horas. Pero, al mismo tiempo, es una película que sí perturba y que, en contados momentos, consigue sorprender al espectador de la misma forma en la que se sorprende el protagonista de la película. No se puede negar que, siendo lo que es, Sinister tiene algún elemento interesante.
Sinister, y perdón por el chiste fácil que se comprende una vez vista la película, no se anda por las ramas. Desde su primera secuencia queda claro que vamos a ver una película en la que se han producido unos asesinatos que han sido grabados, se supone que por el asesino, con una cámara de super 8. Seguimos a Ellison (Ethan Hawke), un escritor que se se instala con su mujer (Juliet Rylance) y sus dos hijos (Michael Hall D'Addario y Clare Foley) en una nueva casa, alejada del centro de un pequeño pueblo. Lo que Ellison hace para ganarse la vida es escribir libros sobre crímenes sin resolver, y para su investigación de cada caso se traslada a los lugares en los que dichos crímenes se han cometido. En esta ocasión se ha propuesto indagar en el asesinato de los cuatro miembros de una familia y la desaparición de una de las hijas de la misma que tuvo lugar años atrás en ese pueblo. Y lo primero que se encuentra es una caja repleta de cintas caseras en las que se ve ese y otros asesinatos. Ahí es cuando comienzan los sucesos extraños.
Primer problema de la película. La conexión entre unos asesinatos que parecen entrar en el terreno de lo paranormal y unas películas en super 8 parece absurda. Consiguen generar inquietud, sí, pero es dificilísimo de sostener y exige un ejercicio de fe bastante grande por parte del espectador. Segundo problema. En una casa en la que viven cuatro personas, dos de ellas niños, ¿solo escucha los habituales ruidos sospechosos el padre de familia y escritor de crímenes salvajes? Demasiado conveniente. Y no hablamos solo de puertas que chirrían, proyectores que se ponen en marcha solos, pasos en el desván y otros pequeños sonidos que, con sueño pesado (porque, por supuesto, todos estos ruidos suceden de noche) podrían no escucharse. Muy, muy muy difícil de creer. Y también parece complejo de asimilar que conexiones tan evidentes entre los diferentes asesinatos se pasaran por alto o que el experto en ocultismo al que recurre la policía local no se dé cuenta de las cosas hasta que es nuestro amigo el escritor quien recurre a él. Tampoco tiene esta película un buen dominio del tiempo, ni del interno de la historia ni del externo de la propia película.
Son muchos agujeros en el guión como para que la película resista sin más. Pero hay que reconocerle un gran ejercicio de ambientación. Los sustitos, tan habituales de este genero, no están mal llevados porque no son muchos ni demasiado remarcados por una, eso sí, machacaona música. Y los sustos de verdad, los dos o tres que tienen que salpicar toda película de terror, están muy conseguidos. Mucho (especialmente uno, que sobresalta con la misma intensidad al espectador que el protagonista). Según avanza la película se van mezclando esos dos aspectos, las evidentes trampas que Scott Derrickson (director del insoportable e infumable remake de Ultimátum a la Tierra) ha colocado en el filme y los momentos puntuales que generan inquietud (incluso algunos de lo más normal, como la conversación entre el escritor y el agente de policía), además con alguna que otra idea insana que eleva la perturbación que propone la película. Y en esas llega el final, no excesivamente bien rematado en lo visual pero sí en lo argumental. En realidad, es reflejo de toda la película. Que sí da miedo, pero que falla en muchos sitios.
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