Hay una asociación directa entre el nombre de Dario Argento y el género de terror. Tuvo su momento hace ya algunas décadas, y aquellas películas le granjearon unos aficionados fieles y esa asociación entre la marca que representaba como director y el género que le hizo popular. Pero el terror ha cambiado. El cine ha cambiado. Y Dario Argento no. Su Dracula 3D es una película que, hecha hace tres décadas, habría tenido sus fieles. Hoy es difícil que los tenga, aunque quizá acabe convertida en una película de culto precisamente por esas características. Quién sabe. Al margen del atractivo que puedan encontrar los aficionados fieles en esta versión (ni siquiera adaptación) de Dracula, lo que parece lejos de toda duda es que es una película inverosímil, de escasa aportación a los mitos vampíricos más allá de lo típico o lo directamente rocambolesco, de dudoso acabado técnico y en la que no parecen haber creído ni los actores, torpes todos ellos en sus actuaciones.
Dracula 3D no es una versión del Dracula de Bram Stoker. Es más una teatralización que prescinde por completo de Londres (como el remake de Total Recall prescindió de Marte, aunque aquí la razón parece solo presupuestaria) y que reubica algunos elementos de la novela original a gusto de Dario Argento. No hay demasiado en este Dracula que merezca forma parte de los mitos y características definitorios del vampirismo cinematográfico. La mayoría de los aspectos que definen al ser sobrenatural de Dario Argento son conocidos, imposibles (¿esas apariciones de la nada significan que Dracula es invisible?), absurdos (no creo que nadie se pueda imaginar en qué criatura se transforma Dracula antes de que, al final de esa escena, uno de los actores pregunte, sin duda con tono autoparódico, "¿qué es lo que he visto?") o tergiversados (eso, o hay mala puntería queriendo clavar estacas en el corazón, además siempre sin martillo).
Lo que más sorprende en esta versión de Dracula es la torpe simpleza con la que parece esta rodada. Y digo que sorprende porque parece intencionada. O eso o es un patinazo de proporciones épicas. Cierto es que Dario Argento no es precisamente un director de blockbusters, pero todo, desde el 3D (que se basa en efectos visuales de lo más simples, que recuerdan a los tiempos en los que aún no existían los gráficos por ordenador) hasta los movimientos en escena de cámara y actores, pasando por la selección de escenarios o los diálogos (de un guión en el que figuran como algunos de sus autores el propio Argento o Enrique Cerezo, productor a la vez de la película y presidente del Atlético de Madrid), se distingue precisamente por no ser lo que uno espera en una película del año 2012. Por eso da siempre la impresión, ya desde unos títulos de créditos con letras rojas y fondo negro con música rimbombante (ni siquiera en la música hay una atmósfera de terror apreciable), de que Argento está fuera de su tiempo o profundamente equivocado. O ambas.
Eso lo corroboran los actores, que entran y salen en la película sin tener fe en sus personajes, que protagonizan escenas de muerte generalmente infames y que hacen bien poco con sus imposibles diálogos. Es difícil creerse a Unax Ugalde como Harker, decepciona rotundamente Rutger Hauer como Van Helsing (y eso que no es una mala elección de casting) y
la presencia de tres bellezas como Marta Gastini (Mina), Asia Argento (Lucy) y Miriam Giovanelli (Tania)
es previsible y fácilmente argumentable en una película de terror que siempre apuesta como baza por el desnudo femenino y los prominentes escotes. Thomas Kretschmann (el capitán del barco del King Kong de Peter Jackson) evidencia a qué aspira este Dracula. Muy lejos de la elegancia de Peter Cushing, del carisma de Gary Oldman, del sincero terror que despierta Bela Lugosi o incluso del misterio de Frank Langella, Kretschmann es simplemente furia desatada en las escenas más sangrientas y movimientos espasmódicos a la hora de actuar como vampiro. Muy flojo.
Hay evidentes signos de que, para bien o para mal, esta es una película de Dario Argento, desde el gore más característico a los desnudos más injustificables. Y eso, indudablemente, forma parte del cine de su director, por lo que, en ese sentido, este Dracula 3D no engaña a nadie. Desde luego, no es una película que vaya a convencer a nadie por ese 3D que se ha colado en el título, ni por sus nada logrados efectos especiales, ni por sus en ocasiones hasta risibles interpretaciones, ni mucho menos por un guión pobre, forzado y extremadamente largo (la película se acerca a las dos horas sin tener demasiado que contar e introduciendo personajes que tampoco tienen mucho sentido). ¿Qué puede llevar a ver esta película? Ser fan de Dario Argento, porque desde esa posición es posible que sí se disfrute, aunque me da que incluso la mayoría de sus seguidores la acabarán juzgando severamente. O verla como la autoparodia que corre el riesgo de ser a todos los efectos si no gusta ni a los aficionados del director.
1 comentario:
Uf, no creo que la vea, idolatro demasiado el clásico :-) Un beso!!
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