En los últimos años, quizá sólo Tom Cruise haya sido prejuzgado e infravalorado en su trabajo como actor con más severidad que Mel Gibson. A raíz de algunos incidentes desagradables en su vida privada, el protagonista de la saga Arma letal y notable director de Braveheart o La pasión se convirtió en un apestado para Hollywood... y para buena parte de quienes asumen sus dictados al otro lado de la trinchera, desde el patio de butacas a los teclados de las redacciones. Por eso, Vacaciones en el infierno es una película que casi todos han juzgado desde ese punto de partida: la situación personal de Mel Gibson. Eso es, evidentemente, un error. Entre otras cosas porque lleva a interpretar, quizá equivocadamente, el lanzamiento de esta película en Estados Unidos directamente al mercado de vídeo y televisión como un síntoma de decadencia de su protagonista. ¿Y si es una exploración de nuevas vías de explotación para el cine? Da igual, Mel Gibson ahora cae mal. Bueno, pues en esta película, mal que le pese a algunos, se reencuentra con su mejor versión.
Su regreso a la actuación en Al límite fue un tanto descafeinado y El castor fue un experimento tan extraño que muchos ya lo han olvidado (quizá, de nuevo, injustamente). En Vacaciones en el infierno, Mel Gibson hace de Mel Gibson. Es decir, del héroe de acción carismático, decidido y divertido que siempre ha sabido ser. El carisma es algo que demasiadas veces se da por sentado en la maquinaria hollywoodiense y que no todo el mundo tiene. A mí dadme una película de Mel Gibson en este plan, que vale sin duda por diez o doce de Jason Statham, Vin Diesel o algún otros de los más modernos, taquilleros y bien valorados héroes de acción. Ahora es cuando vamos a ver la edad de Mel Gibson y alguno piensa que está ya pasado. Tiene 56 años. ¿Pasado? Lo dudo mucho. Tiene su edad y es la que aparenta en la pantalla, sin necesidad de cabriolas imposibles o escenas inverosímiles. No necesita nada de eso para crear un personaje creíble, aunque sea a base de tópicos.
Los tópicos, he ahí el gran enemigo de Vacaciones en el infierno. No hay mucho en esta película que no esté ya demasiado visto, pero el conjunto funciona como lo que es, una película de acción, de espíritu de serie B, a medio camino entre el thriller y el western. Gibson da vida a un ladrón que, huyendo de la policía y de un mafioso al que ha robado una gran cantidad de dinero (casi un mcguffin personificado en un divertido Peter Stormare) y que no dejará de perseguirle, acaba encerrado en una prisión mexicana de lo más peculiar. En el Pueblito, que es como se conoce a esta cárcel, no hay celdas y sí una estructura de pequeño y corrupto pueblo, con su mafia y su mercado negro. Allí tendrá que aprender a desenvolverse, lo que hará con la ayuda de clásicos personajes secundarios: la madre en apuros y su avispado hijo. Todo desemboca en un final bastante descafeinado y blando, lejos del en ocasiones bastante violento desarrollo de la historia, pero por el camino queda poco más de hora y media de sincero entretenimiento de serie B, muy al estilo del mejor Walter Hill de los años 80.
La película arranca francamente bien, con una gran escena de persecución, bien rodada y planificada por Adrian Grunberg, debutante tras la cámara como cabeza visible de una producción pero director de segunda unidad en filmes como Traffic, Master and Commander o Apocalypto (dirigida por el propio Mel Gibson) y coautor del guión de Vacaciones en el infierno también junto a Gibson y Stacey Perskie. Que el protagonista esté en los créditos del guión explica por qué todo parece funcionar tan bien para él y por qué tanto los secundarios como la trama pivotan en torno a él. Que el parecido de la historia con Payback sea tan claro en bastantes aspectos puede que tenga su origen ahí también. El caso es que Grunberg asume sin complejos este material nada original para montar un buen espectáculo, que tiene su momento álgido en un tiroteo brutal y salvaje, rodado con tanta precisión como sentido del humor y que, junto a esa primera escena, se convierte en el mejor momento del filme. Es la expresión más clara de que ésto es un western moderno y sin contemplaciones.
Vacaciones en el infierno es un tópico hecho película, pero un tópico entretenido al que se quiere dar personalidad a través de la persistente música de mariachi y que se beneficia de un Mel Gibson que disfruta muchísimo con su personaje. Y como Mel Gibson es la película, el espectador también puede disfrutar sin necesidad de pensar en si Hollywood quiere u odia a la estrella o de si el filme ha llegado al mercado de vídeo por desprecio o buscando una nueva forma de explotación comercial. El caso es que Mel Gibson, ahora sí, se reencuentra con su mejor versión como actor, aunque no sea ésta su mejor película y sí un correcto espectáculo de tiros y acción con un trasfondo social más o menos diferentes.
2 comentarios:
Salvando las distancias, a Lindsay Lohan también la han prejuzgado e infravalorado bastante por su vida privada.
Bruce Willis tiene la misma edad que Gibson (de hecho es incluso algo mayor, aunque se conserva mejor), para mí eso no es un problema.
El argumento también me recordó a "Payback", que me gustó mucho, pero en la que Mel Gibson está bastante más serio que de constumbre. Por lo s trailers que he visto de "Vacaciones en el infierno" aquí vuelve a soltarse en plan Martin Riggs.
La historia me llama la atención, sobre todo después de saber que esas cárceles sin celdas y dirigidas por los presos existen de verdad. Personalmente me llama más la atención esta peli que la nueva de Bond, pero todavía no sé si ver "Vacaciones en el infierno" u "Hotel Transilvania". La última vez que fui a ver una peli de Mel Gibson al cine acabé pasando 4 días en coma... me lo tengo que pensar...
Doctora, sí, Lindsay Lohan es otra que se ha ganado mucho cariño en este negocio del cine, sí... Es bastante probable que esa mezcla entre Payback y Arma letal la tuviera en mente el propio Mel Gibson cuando se lanzó a hacer esta película... De Hotel Transilvania (no la he visto) me han hablado bastante mal. Y no tientes a la suerte, desgracias las justas...
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