Son pocos los directores que, con los años, se han ganado que espere sus nuevas películas con impaciencia y con la absoluta certeza de que quiero verlas en una sala de cine sin esperar ni un solo día más allá de su estreno. Tim Burton es uno de ellos. Por eso era preocupante que un autor tan imaginativo, genial y diferente como él hubiera pinchado en dos películas consecutivas, la fría y aburrida Alicia en el País de las Maravillas y la insulsa Sombras tenebrosas. Se acabaron las dudas: Tim Burton ha vuelto. Frankenweenie tiene la culpa. Es un regreso a los orígenes, y no sólo por tratarse del remake de un cortometraje que el propio Burton dirigió en 1984, sino porque es la quintaesencia del cine burtoniano. Tiene la fantasía salvaje, la imaginación desbordante, el humor macabro, la estética singular, el homenaje a sus sueños y miedos infantiles y una historia alocadamente entretenida en todo momento, cálida casi siempre y emotiva casi siempre que debe serlo.
Remake es un término que asusta. Pues bien, Frankenweenie es una de esas obras llamadas a perderle el miedo a las nuevas versiones. El corto que dirigió Tim Burton en los años 80 es una pequeña delicia, pero también la obra de un director primerizo, con defectos visibles y medios limitados. Han pasado casi 30 años y Burton sabe que había genialidad en aquella idea (por eso hay en su remake, por mucho que sea una cinta de animación, planos calcados), pero también que la historia podía dar mucho más de sí. Lo da porque el autor no se queda en lo fácil, en repetir el mismo argumento, sino que lo expande en todas las direcciones. Sigue siendo la historia de un niño, Victor Frankenstein (con ese nombre queda claro desde el principio que es un homenaje a la novela de Mary Shelley y a la película de 1931 de James Whale con el gran Boris Karloff), que decide revivir a su perro, atropellado por un coche, utilizando una tormenta eléctrica. Pero le da vueltas, retuerce la historia y la convierte en algo mucho más burtoniano y completo.
La expansión con respecto al cortometraje original es maravillosa en todos sus planteamientos. Temáticamente, Victor es aquí un personaje diferente al del corto. Aquí es un niño solitario que adora a su perro, su único amigo, y por eso la película encuentra una mejor explicación sentimental. Es difícil, conociendo algo la biografía de Tim Burton, no pensar en este chico como un reflejo del hoy gran director de cine. Crece también la película en su universo, digamos, normal. En sus compañeros de colegio (aunque su clase parece un auténtico freak show con el que parece imposible no disfrutar), en su entorno, en su pueblo, en sus vecinos. Y crece en lo que esconde para los más cinéfilos, un hermosísimo homenaje al cine de terror. Si el corto original era un reconocimiento a los logros de Frankenstein, aquí el repaso es mucho más extenso, desde el terror clásico al de la Hammer de los años 60, pasando por el cine de monstruos que ha cubierto más de una década. E incluso a Disney. Ojo al precioso arranque con el logo y su transformación o a la película que están poniendo en el cine que se ve al fondo durante el climax final.
Es precisamente en ese clímax y en los momentos previos cuando Tim Burton se desata por completo y convierte lo que podría haber sido un remake más o menos rutinario (no lo es en ningún momento) en una explosión de creatividad, todo hay que decirlo bastante inesperada pero genial, porque lleva la película a niveles completamente tan diferentes como complementarios con la historia original. Y el desfile de personajes es todo momento puramente burtoniano. La chica rara y su gato, Elsa Van Helsing (no hay que decir cuántos homenajes esconde su nombre, ¿verdad?), el propio perro protagonista, Sparky, el alcalde de New Holland y, por supuesto, el inquietante profesor de ciencias. El diseño, tan hermoso como en Pesadilla antes de Navidad o La novia cadáver. Incluso más bonito con ese precioso blanco y negro que evoca a otras épocas y que tan bien queda en según qué películas actuales. La historia encuentra también resonancias en la filmografía de Tim Burton. ¿Mejor que aquellas dos primeras películas en stop motion (hay que recordar de nuevo que Pesadilla no la dirigió Burton, sino Henry Selick)? Probablemente.
Aún siendo sobresaliente, Frankenweenie no es una película tan perfecta en su contenido como lo es un su irreprochable continente de animación, porque en algún momento le falta un poco de emoción humana, la que quizá sólo se puede conseguir con personajes reales y a la animación (sobre todo a la stop motion) todavía le falta un pequeño paso para conseguir. Pero es una gozada. Es un viaje maravilloso al interior de la imaginación de un genio alocado, que tiene en la cabeza ideas tan descabelladas como divertidas y que las sabe plasmar en películas gozosas y geniales. Como Frankenweenie, como tantas otras en su filmografía antes de sembrar las dudas más recientes. Y por cierto. En versión original. Siempre. No ver al profesor de ciencias que tanto se asemeja a Vincent Price con la voz de Martin Landau tendría que ser delito.
Aquí, otra crítica de la película en Suite 101.
Aquí, fotos de la exposición sobre la película que se ha podido ver estos días en Madrid.
2 comentarios:
Realmente el niño es igual que el prota de "La novia cadáver", pero de pequeño.
Suelo desconfiar de las pelis basadas en cortos, pero he visto algún trailer y puede estar bien, aunque ni "La novia cadáver" ni "Pesadilla antes de navidad" me molaron del todo.
Doctora, es eso, hay un gran parecido en el diseño de algunas cosas, y no solo en el estilo. A mí me ha encantado, y casi, casi, casi me atrevería a decir que es mejor que las otras dos, aunque para mí Pesadilla antes de Navidad sigue teniendo un encanto especial (igual por ser un musical, que esta no lo es). Ya me dirás (o te leeré) si le das una oportunidad.
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