Lo más negativo de una película es que no sepa qué quiere contar. Da la sensación de que ese es el gran problema de El fraude, que se queda en un vehículo para el lucimiento (personal, que no interpretativo) de Richard Gere. No le alcanza para ser la historia de una pesadilla sobre el hundimiento de un hombre porque dicho hombre no genera empatía de ningún tipo en el espectador. Tampoco para ser una crítica a la situación económica actual porque es un tema que toca tan brevemente, aunque en los mejores momentos de la película, que no adquiere la entidad necesaria. Y no es una reflexión sobre nada de lo que cuenta porque da la sensación de que la película acaba sin tener claro el mensaje que quiere transmitir. O, simplemente acaba porque sus responsables no saben cómo continuarla. Al final, parece un intento fallido e insulso de conseguir un thriller que ni emociona ni preocupa.
Nuevamente sin revelar nada del argumento porque las sorpresas hacen que el filme cambie tras la introducción, El fraude sigue los pasos de Robert Miller, un billonario que va a luchar para evitar que su vida personal y profesional se venga a pique. Todo esto arranca el día en el que cumple 60 años. Lo curioso de El fraude es que arranca con un impersonal retrato familiar para, de golpe y porrazo, cambiar por completo la imagen de su protagonista. Infiel en su matrimonio y fraudulento en su trabajo. ¿Cómo sentir empatía por un personaje así? Complicado. Y el caso es que el cine moderno nos empuja en muchas ocasiones a tener que respaldar, de alguna forma, a quien ha caído en este lado oscuro de la vida. Aquí es prácticamente imposible sucumbir a los intentos del filme porque no hay nada que conecte emocionalmente al espectador con el protagonista.
Ese es el gran problema de partida de El fraude. Da igual que al protagonista le salgan las cosas bien o mal. El único interés que tiene esa parte de la película es saber, más por rutina que por otra cosa, si consigue sus objetivos. Lo malo es que Nicholas Jarecki, director debutante y guionista del filme, no parece tener claro qué hacer con su protagonista, como evidencia en el intrascendente final del filme. Tampoco ayuda en realidad que el papel principal recaiga en un actor tan inexpresivo como Richard Gere. El conflicto no se intuye, no se palpa, no se vive, sino que se ve solo en la sobreactuación, en los gritos y en los empujones, además de en los extremadamente convenientes giros de guión, que se van sucediendo de forma artificial, siempre uno detrás del otro y cuando el anterior ha terminado. Hay cierta torpeza en la evolución de la trama, hasta el punto de que se acaba haciendo bastante inverosímil.
Miller no cae simpático y no queda claro si la película pretende conseguir ese efecto, el contrario o ninguno en absoluto. Tampoco es fácil empatizar con su amante (una bellísima Laetitia Casta pero poco más), apenas lo consigue con el personaje de su mujer (Susan Sarandon, más impersonal que de costumbre). Ni siquiera se siente simpatía por el policía que interpreta Tim Roth. Quizá el personaje más agradecido, aunque mal rematado, sea el de la hija de Miller (Brit Marling), que al menos se beneficia de las escenas más interesantes de El fraude, aquellas en las que se habla los tejemanejes económicos que tanto interesan estos días. Pecan también estas secuencias de falta de irrealidad, por los escenarios y por los diálogos, pero al menos se acercan a lo que podría haber sido esta película de contar con una dirección más hábil que la de Jarecki.
El fraude es una película mínimamente correcta para pasar un rato y disfrutar sus fans con las poses y el elegante vestuario de Richard Gere. Poco más debido a que no es una cinta que tenga las ideas claras. No llega a ser un buen thriller porque no se siente emoción ni tensión, solo es una acumulación de fuegos que el protagonista intenta ir apagando en busca de un objetivo de dudosa moralidad, pero que tampoco explora el debate ético que parece proponer en algunos momentos. La verdad es que el argumento podría haber dado para una película muy diferente a la que finalmente se ha hecho, pero el resultado final es bastante rutinario e insulso. No necesariamente malo, pero sí insuficiente.
2 comentarios:
Qué pena, ¿eh? Con la buena pinta que tenía el argumento; prometía tanto... y luego nada, un tostón. Yo me aburrí muchísimo.
Key, pues sí, la verdad es que es aburridilla... Yo no me esperaba demasiado, pero sí podría haber dado para más, sí...
Publicar un comentario