Ben Affleck es un director espléndido. Y su madurez ha llegado con su formidable tercer filme. Los dos primeros, Adiós, pequeña, adiós y The Town, fueron dos magníficas demostraciones de que se movía detrás de la cámara mucho mejor que delante de ellas. Argo es, sencillamente, la confirmación absoluta de que Ben Affleck no es un actor más o menos conocido o una estrella mundialmente conocida, sino un pedazo de director, alguien a quien habría que seguir dando guiones comprometidos, inteligentes y necesarios como este porque sabe convertirlos en películas que se quedan en la memoria. Argo es una película modélica, emocionante y trascendente, de hermosísima factura y ritmo espléndidamente medido, que oscila entre el thriller político más denso, la trama de espías más entretenida y el análisis agudo y contundente sobre la situación política y social de aquella época (y, por añadidura, de esta), que se convierte desde ya a ser uno de los títulos de referencia en 2012.
Ya desde el arranque, Argo se plantea como una película diferente. Es, efectivamente, un filme sobre la crisis de los rehenes norteamericanos en Irán de 1979 (inevitable, de alguna manera, pensar así en la prodigiosa Munich, de Steven Spielberg, infravalorada como casi todo lo que ha hecho este director en los últimos años) y por ello es evidente que estamos ante una película de peso político contundente. Pero esa introducción con la que Affleck abre su película ya revela inquietudes cinematográficas más elevadas. Le importa la historia, y la convierte en una pieza emotiva y brillante. Pero también le da valor a la forma, a la narración, a cómo se cuenta es historia más grande que la vida. Quién iba a pensar hace no tantos años que un actor tan limitado como el protagonista de Daredevil podía tener una sensibilidad tan notable a la hora de coger una cámara. Se juega con la ilustración, se juega con el storyboard, con la música, con fotografías de la época. Es una delicia visual de unos pocos minutos.
A partir de ahí arranca la historia. Si el prólogo es bueno, la larga secuencia de apertura, la invasión de la embajada norteamericana en Teherán por una turba de iraníes furiosos, es portentosa. Se palpa el miedo dentro del edificio, se siente la tensión en el exterior. Se vive la secuencia como solo el cine es capaz de hacer sentir al espectador. Y no es algo casual, no solo ya pensando en la filmografía de su director sino incluso en el desarrollo de Argo, porque Affleck mete tan de lleno al espectador en la película que se experimenta junto a los personajes todo un caudal de sensaciones en varias escenas (la del bazar, la del aeropuerto). Con este filme, Affleck se reivindica como uno de los más capacitados directores para reflexionar sobre asuntos trascendentes de la política o la sociedad. Y puede que su mirada sea ligeramente parcial (y, por tanto, proamericana), pero eso no es un delito ni deforma la verosimilitud que desprende la historia.
Pero la sorpresa de Argo está en la versatilidad de Affleck en todos los terrenos. La trama es política pero, casi sin aviso, se convierte en una sátira sobre el mundo del espectáculo, sobre Hollywood. El tono cambia (la música, extraordinaria en todo momento, las canciones y la instrumental de Alexandre Desplat, es el indicador) y la película crece cuando se mezclan de forma tan perversa como buscada ambos elementos. ¿Cómo lo consigue Affleck? Primero, con la nostalgia, con el uso adecuado de imágenes reconocibles (desde el mismo letrero de Hollywood y la mención a algunos grandes nombres hasta homenajes a Star Wars, Galactica o El planeta de los simios). Lo hace también con el montaje, un arma de enorme poder que no muchos cineastas saben utilizar y que Affleck parece dominar casi a la perfección (aunque cae en una pequeña manipulación en la escena de la llamada desde el aeropuerto al estudio, alterando el tiempo). Y, sobre todo, con un guión brillante y inteligente, que deja frases memorables especialmente en boca de un Alan Arkin pletórico.
Él no es más que uno de los muchos actores que bordan sus interpretaciones y le dan alma a la película. Es fácil mencionar a John Goodman y, sobre todo, al genial Bryan Cranston (aquí sí está sublime y se aprovechan sus enormes capacidades, no como en Total Recall), pero también quienes componen el grupo de los seis rehenes, que dan una humanidad y una tensión necesarias para que la película se sostenga. Affleck, con un personaje espléndido pero una interpretación apenas correcta, es el eslabón más débil de reparto. Y aunque sus mejores interpretaciones son bajo su dirección, el día que entienda que sus películas serían mejores sin él en pantalla crecerá como director. Pero por el momento ya ha firmado tres títulos irreprochables en una carrera como director en la que cada uno de ellos es mejor que el anterior. Argo se acerca mucho a la perfección y deja las satisfacción de observar a un director en lo que por el momento tiene que considerarse su madurez. ¿Pero será capaz de firmar una película aún mejor en su siguiente trabajo? Ya tengo ganas de averiguarlo.
4 comentarios:
Jo que poco puesta estoy en directores no sabia que había hecho ya dos películas mas como director.
Y la verdad es que me va muy bien saber tu opinión porque reconozco que no las hubiera visto, por jugarle como director igual que como actor.
Gracias!
La evolución de Afflect como director es sorprendente. Un film muy interesante.
No me había interesado nada esta peli hasta que la has comparado con "Munich". No la veré en el cine, pero bueno, todo el mundo dice que es muy buena y a mí Ben Affleck no me disgusta como actor así que la apunto.
Celia, muchas gracias a ti, al final lo que uno quiere cuando escribe de cine es precisamente esto, divulgar títulos. Y así tienes material que recuperar, que eso nunca sobra cuando hablamos de cine...
Juan, bienvenido por estos lares, ya me he dado yo una vuelta por tu blog y prometo comentar, me ha parecido interesante. Affleck ha sido para mí una de las grandes sorpresas de los últimos años en este sentido. Sin duda.
Doctora, es una comparación igual un tanto forzada, pero le veo algunos paralelismos. A mí como actor no me gusta nada, nada, aunque es verdad que ha hecho muchas cosas diferentes y, sobre todo por su carerrera como director, se le intuye inquieto e interesado por temas muy diversos.
C., pues merece la pena, al menos en mi opinión... Me temía lo de la canción, je, je, je...
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