Si hay un director al que considero pedante (según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, una persona "engreída y que hace inoportuno y vano alarde de erudición, téngala o no en realidad"), ese es Darren Aronofsky. Pi y Requiem por un sueño, ambas películas de este director, ambas con una buena reputación entre la crítica, me parecieron aburridas, vacías, filosóficamente huecas, cansinas y mal realizadas. De la segunda, eso sí, salvo a la siempre maravillosa Jennifer Connelly. Lo demás, pedantería pura, un cine inaccesible e incomprensible. Ahora ha estrenado La fuente de la vida. Y es tan pedante como las anteriores.
A la hora de película (y eso que el invento no dura mucho más de hora y media, lo cual al final se agradece un montón), cuatro personas se salieron de la sala. Si no fuera por lo mucho que duele pagar el actual precio de una entrada, habría hecho lo mismo. En el Festival de Venecia cuentan las crónicas que muchos fueron los que se marcharon. Y los que se quedaron abuchearon la película con insistencia. No me extraña lo más mínimo ante semejante espectáculo de supuesta erudición que, imagino, algún sentido tendrá para su guionista y director...
Porque termina uno de ver La fuente de la vida y se da cuenta de que ha estado una hora y media viendo una película que en realidad no sabe de qué va. ¿Cuál es el mensaje que nos intenta transmitir Darren Aronofsky? ¿Cuál es la historia que nos cuenta? ¿Por qué esa insistencia en repetir tipos de planos y escenas enteras en un montaje confuso y aleatorio, sin sentido en ningún momento? Porque visualmente hay que reconocer que tiene momentos atrevidos y hermosos (también otros realmente vergonzosos, más estos que los anteriores...), pero es que no hay nada más detrás de esas imágenes.
Un guión lamentable e irreal, una puesta de escena inaccesible y tramposa, unos diálogos surrealistas y en ocasiones risibles (y que no dejan de acrecentar la sensación de impaciencia del espectador, desde la primera frase de la película, "acabemos con esto", hasta el "termínalo" que no cesa de repetir el personaje de Rachel Weisz; ¿es un mensaje al espectador que tiene unas ganas horribles de que termine esta tortura cinematográfica...?)... Eso es lo que yo saco en claro de La fuente de la vida.
Quizá haya quien disfrute con esta película (de hecho, conozco a un admirador de Aronofsky, un tipo bastante despreciable, pero no voy a caer en la tentación de calificar al realizador por este hecho...), para gustos los colores, pero mi mente no alcanza conceptos tan elevados como los que al parecer maneja Darren Aronofsky. Lo único que me deja este retrato de un ser humano obsesionado (igual que en sus anteriores películas; cambiar el envoltorio, pero el sustento narrativo es el mismo) es puro aburrimiento. Eso, y ver la operación de un tumor cerebral a un simio, escena que jamás en la vida habría pensado que vería en una película...
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