Pacific Rim es, por encima de todo, un mastodóntico juguete que ha costado cerca de 200 millones de dólares y que supone un aumento de escala en la filmografía de un Guillermo del Toro que, apeándose de El hobbit, no dirigía desde que en 2008 estrenó la segunda entrega de Hellboy. Aparquemos por un momento los prejuicios que puedan formarse sobre una película basada en las continuas batallas de robots y monstruos gigantes. ¿Hecho? Bien, entonces ya e puede decir que Pacific Rim es una película muy entretenida. No busca otra cosa, aunque por un momento, sólo por uno y que el propio Del Toro destroza (luego explico cómo), casi da la impresión de que puede aspirar a algo más. Pero habiendo visto lo que otros directores han hecho con material más o menos cercano, lo que procede es alabar la forma en que el responsable de El laberinto del fauno ha llevado a la pantalla esta descomunal frikada.
Mucho se ha hablado, por supuesto antes de ver el filme, del parecido de Pacific Rim con otras franquicias, fundamentalmente Transformers y Godizlla. Podemos añadir otras referencias del anime como Mazinger Z o Robotech. Obviamente, la cinta de Del Toro va de robots gigantes y de monstruos del mismo o mayor tamaño. ¿Es que no se pueden hacer ya películas que traten sobre estos dos asuntos, tan apetecibles para un público friki? Pues eso. Pero es que Pacific Rim suma otra virtud. Si realmente lo fuera, sería mejor Transformers que el de Michael Bay y mejor Godzilla que el de Roland Emmerich. Lo que Del Todo hace es rodar batallas que se pueden seguir, que se entienden, que tienen una coreografía y un lenguaje. A partir de ahí podemos discutir la gracia que pueda tener eso, pero el mexicano da argumentos de sobra para defender su forma de entender un cine de espectáculo grandilocuente por encima, sobre todo, de la de Michael Bay.
¿Y tiene gracia ver a robots y monstruos peleando? Pues sí, la tiene, siempre y cuando se asuma la ausencia de pretensiones. Es casi un videojuego que se ha permitido Del Toro y que ha costado una millonada, pero que acaba ofreciendo lo que se espera de una película palomitera de verano. Eso también comporta un peaje, que además de las habituales incongruencias aquí vuelve a tener la forma de varios secundarios cómicos. Hay dos científicos, interpretados por Charlie Day y Burn Gormann, que, volcándose en la caricatura, dejan escapar algunas de las ideas más perversas y atractivas que había en la parte del guión de Del Toro y Travis Beacham que no va sobre peleas. Y los cameos de los amigos del director, Ron Perlman y, sobre todo, Santiago Segura, son absolutamente superfluos. Con ellos tiene que ver la escena que hay después de los primeros créditos (se está poniendo de moda ubicar ahí el último chiste, sin necesidad de esperar al final), pero sobre todo lo más lamentable de la película: la ruptura del mejor instante.
El descenso de Pacific Rim a lo terrenal sólo se produce en ese en un momento, justo el que hace saltar por los aires el cameo de Santiago Segura, un hermoso flashback que explica el papel en la trama de Mako Mori (interpretada por Rinko Kikuchi, conocida por la sobrevalorada y probablemente bastante olvidada Babel). En esa escena está toda la fuerza emocional que, probablemente, falta en el resto de la película para que Pacific Rim fuera algo más que un juguete, por entretenido que sea. Y es que el resto del reparto viene a cumplir papeles prefabricados. Raleigh Becket y Chuck Hansen, interpretados de forma suficiente por los guapos Charlie Hunnam y Robert Kazinsky, vienen a reeditar el duelo en todo de Maverick y Iceman en Top Gun, mientras que Idris Elba aporta empaque dando vida al jefe militar que está presente en cualquier película de género que se precie. Corrección absoluta por ese lado, conscientes todos ellos de que lo que el espectador ha ido a ver es la brutal batalla de dos categorías diferentes de monstruos.
Me resulta particularmente agradecido ver batallas en las que puedo seguir los movimientos. Eso es lo que ofrece Del Toro. Casi parece una expresión de ese deseo de visibilidad la pelea para probar la compatibilidad entre Raleigh y Mako, un mensaje claro de que apuesta por un cine de acción diferente al que hoy es norma, que se basa en movimientos atropellados e imposibles de seguir. Salgo de Pacific Rim pensando en que sé cómo son tanto los robots como los monstruos, cómo se mueven y cómo es su forma de pelear, a pesar del eterno truco de mostrarlos en la oscuridad y la lluvia para camuflar las flaquezas (muy bien camufladas, por cierto) de los efectos visuales, y eso es algo que no puedo decir de películas como Transformers o Battleship, por recordar aquella copia mezclada con el juego Hundir la flota. Pacific Rim no pasará a la historia como un título imprescindible, pero sus 131 minutos son un acertado y entretenidísimo homenaje al mundo de mechas y monstruos del imaginario de ficción japonés.
3 comentarios:
Me he reservado para ver "Elysium" porque me parecía que iba a ser mejor peli y al final por lo que estoy leyendo creo que he decidido mal.
No he visto entera ninguna peli de Transformers y no me llama tampoco el reparto, pero la verdad es que me gustó el trailer de Pacific Rim, y todo el mundo dice que está muy bien (teniendo en cuenta la historia, claro).
Ya la veré.
Pues como frikaza de Mazinger la veré, aunque no creo que me llene tanto, estoy anclada en el pasado en este sentido, jeje. Un beso!
Doctora, yo te diría que no, porque Elysium me ha encantado. Pero es verdad que esta me ha entretenido bastante. Es lo que es, ni trampa ni cartón, sólo entretenimiento puro y duro con robots y monstruos gigantes.
Meg, bueno, está claro que no tiene un poder de atracción tan mítico como sus referentes (y yo también soy muy clásico para esas cosas), pero para estar más que entretenido durante dos horas basta y sobra...
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