Uno de los géneros que menos me llama la atención en el cine contemporáneo es el de terror. La explicación es sencilla: hace tiempo que se alejó de sus principios más básicos. Tengo que reconocer que no esperaba que el director de Saw e Insidious, James Wan, fuera el que me reconciliara en buena medida con el género. Expediente Warren: The Conjuring es una película de terror. Eso que parece una simple obviedad, es un punto de partida esencial. Porque, evidentemente, no es una película perfecta, que deja con la sensación de que no había satisfecho por completo las expectativas de los siempre ominosos anuncios de texto con que empieza el filme, antes de anunciar el consabido "basado en hechos reales". Pero su clásica factura, ambientada además en la década de los 70 del siglo pasado, funciona admirablemente bien durante buena parte de sus casi dos horas de metraje. Y funciona porque da miedo, no sustos, que es lo que hizo que la alabada Insidious no me inquietara lo más mínimo en realidad. Y resulta que Wan ha anunciado que deja el cine de terror tras Insidious 2, justo ahora que me ha convencido. Maldita sea.
Expediente Warren: The Conjuring apuesta por una forma clásica de rodar terror, con sus sombras, sus puertas que se cierran, sus crujidos de madera en la noche, sus rincones ocultos y sus oscuros secretos por descubrir. Hace alguna que otra trampa a ese planteamiento, rompiéndolo de forma innecesaria en algunas ocasiones con trucajes digitales, pero el resultado es formidable por momentos. No es una película que llene las zonas negras de la pantalla con los habituales sustitos que se han apoderado del cine de terror o con criaturas que generan más asco que miedo. Al contrario, y aún controlando a la perfección la planificación de lo que aparece en la pantalla, domina con mucho acierto el terror psicológico, el de verdad, el que genera una sensación continua de inquietud en el espectador. Y quizá lo que más se le pueda reprochar es cuando da el salto de lo psicológico a lo carnal. Eso es mucho más convencional dentro del género y mucho más inverosímil dentro de la historia, sin duda lo que impide que el cierre del filme sea redondo.
El acierto de la película de Wan arranca desde su mismo planteamiento, con una introducción que asienta el tono de la película (aunque su posterior relación con la trama central sea uno de los patinazos de la película, por inconsistente) y presentar a una de las dos partes protagonista, los investigadores Lorraine y Ed Warren (interpretados por Vera Farmiga y Patrick Wilson, que en Insidious era la víctima y aquí es la solución). La otra parte es una familia tradicional, Carolyn y Roger Perron (Lily Taylor y Ron Livingston) con sus cinco hijas, que se mudan a un viejo caserón, que es donde empiezan a suceder fenómenos inexplicables. Una de casa encantada, sí, pero no del todo. A Wan, con guión de los hermanos gemelos Chad y Carey Hayes, no le hace falta reinventar el género. Seguir sus características más contrastadas le vale para hacer un genuino producto de terror, sólo lastrada por no llegar tan lejos como prometía o por el siempre exagerado uso de la música para potenciar más el susto concreto que el miedo que recorre el espinazo.
Ahí radica un cierto placer inexplicable, en la sensación de sentir un miedo profundo, y a eso apela continuamente Expediente Warren: The Conjuring. Ahí es donde la película se convierte en un producto sobresaliente, que consigue hacer sentir como propios el sufrimiento y la inquietud de la familia protagonista, pero también las sensaciones de los dos investigadores. La empatía que se ve en la pantalla traspasa ese umbral y se instala en el patio de butacas. Esa sensación es probablemente lo más difícil de conseguir en una película de terror y Wan llega hasta ahí. Luego es cierto que paga algún que otro peaje al cine actual, pero es inevitable aplaudir las buenas intenciones y la más que notable ejecución de la mayoría de la película. No se acerca a las cumbres del género, pero sí es verdad que bebe mucho más de El exorcista que de las propias Saw e Insidious. Y eso, al menos como alternativa, es una noticia espléndida. El cine de terror merece que se sigan explorando caminos como éste, inteligente en sus planteamientos y en sus imágenes.
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