Un amor entre dos mundos es una de esas oportunidades perdidas en las que la merecida fascinación inicial deja paso a una cierta decepción al final. Es una película francamente disfutable, dinámica y con buen ritmo. Pero adolece de una historia de peso que dé sentido a un brutal esfuerzo visual y a una muy imaginativa base. Pasa mucho en el cine de género que el trabajo se centre en ofrecer un universo creíble y hermoso, imaginativo y rompedor, en el que se mueva una historia demasiado básica o propensa a los errores. Viene a ser lo que le sucede a Un amor entre dos mundos, donde los dos mundos lucen con un esplendor apasionante pero el amor es demasiado facilón como para alcanzar la misma altura y que la película sea todo lo satisfactoria que promete en su arranque. Promete porque visualmente asombra. Y ese asombro se mantiene durante toda la película, pero no basta para elevarla a algo más que un hermosísimo espectáculo visual de 100 minutos y una premisa extraordinaria para un filme que no llegamos a ver.
La mejor decisión que toma el argentino Juan Solanas en este su segundo largometraje, el primero en inglés, es explicar las normas de su universo en el prólogo de la película. Conocidas esas normas sobre cómo funciona la gravedad en estos dos mundos colocados tan cerca el uno del otro prácticamente como para tocarlos, se acaban los pensamientos sobre verosimilitudes físicas o errores científicos. Hay detalles que pueden chirríar, desde luego. Pero es fantasía. Y las normas son conocidas. No son implícitas ni difusas. Esa es la clave para olvidarse de esas cuestiones y disfrutar de unos planos magníficos, de una fascinación visual deslumbrante y de una enorme imaginación que desborda la pantalla. Dan ganas de pensar que el germen, al menos visual, para lo que se ve en Un amor entre dos mundos, está en la conocida escena de la memorable Origen en la que los escenarios se pliegan, pero este concepto es radicalmente opuesto. Es, por qué no decirlo, bastante rompedor dentro de su imposibilidad.
Por eso motivo, la película arranca con muchos puntos a favor, pero se va desinflando poco a poco. Sus trucos visuales no llegan a cansar, pero se repiten con exceso. Incluso las normas de su universo se van combando poco a poco para que no afecten al desarrollo de la historia. Y es que es precisamente la historia la que no termina de cuajar. No es que sea mala. Es, sencillamente, que no está a la altura del mundo que se plantea. Solanas busca exactamente lo que dice el título en español (el título original, Upside Down, hace referencia con acierto a la apuesta visual). Llegando a un rincón elevado y poco accesible, un chico del mundo inferior (el pobre, el decrépito, el oscuro) conoce por casualidad a una chica del mundo superior (el rico, el próspero, el luminoso). Crecen enamorándose y encuentran la forma de que ella llegue al mundo inferior, siquiera para saborear ese amor durante unos momentos. Pero ese contacto es ilegal (poco aprovechada la metáfora de ricos y pobres) y la película cuenta cómo intenta él llegar de nuevo hasta ella y que ese amor perdure.
No es que haya nada especialmente equivocado en el desarrollo de la historia de amor, en cierto modo una traslación a la ciencia ficción de Romeo y Julieta, o en el trabajo de sus intérpretes, pues Jim Sturgess (El atlas de las nubes) y Kirsten Dunst (la trilogía de Spider-Man) establecen una apreciable química, pero no hay nada en el guión del propio Solana que alcance el mérito de la idea original, ni personajes que complementen con excesivo acierto esa relación (salvo el del brillante secundario Timothy Spall, que en el guión se queda como un recurso demasiado facilón para el final de la película). No llega a hacer que las emociones afloren, pero tampoco es un pastel insufrible. Camina entre dos aguas, como los amantes entre dos mundos, mostrando algunas escenas prescindibles (el tango) y dependiendo en exceso del trucaje visual, siempre maravillosamente ejecutado, de voltear la cámara para seguir a los personajes o de mirar al suelo desde el techo y viceversa. Y es una pena, porque con una gran historia la película se habría convertido instantáneamente en un clásico de la ciencia ficción contemporánea.
Se queda Un amor entre dos mundos en una película romántica y de ciencia ficción bastante apreciable en algunos aspectos, pero poco más. Apostando por la fantasía y no por la ciencia ficción, Más allá del tiempo conseguía muchas más emociones y sin duda más poderosas con bastantes menos medios. Y aunque los medios proporcionan un gran disfrute en esta película con imágenes asombrosas e inolvidables, hermosas y originales (la que acompaña estas líneas obliga a pensar en el famoso beso cabeza abajo de Spider-Man, en un simpático ejercicio de cinefilia fantástica), se queda a medias en lo más importante: en ganarse el corazón del espectador. Siendo una película romántica, le falta gancho. Siendo un reto emocional, le falta precisamente eso, emoción. La base era sobresaliente. El andamiaje más que notable. Pero las entrañas de la película están francamente vacías. Definitivamente emocionan más los dos mundos que el amor.
2 comentarios:
Buenas reseña.
No la he visto, pero varias críticas que he leído dicen más o menos lo mismo que la tuya.
Lo mejor, el título de tu post, por lo que parece, lo resume a la perfección.
Loquemeahorro, muchas gracias. A mí en todo caso es que me fascina ver mundos así en el cine, así que no salí descontento...
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