Me huelo que Jack, el caza gigantes va a ser devorada por la crítica. Y, francamente, no creo que lo merezca. Sus puntos débiles saltan a la vista de forma inmediata. Le falta tensión al guión, le sobra imaginería digital que se lleva por delante algunos logros visuales de la película, pierde en las comparaciones con otras películas (¿con Oz, con la que compartirá cartelera? Con esa no tanto...), y habría sido más agradecido que no se vieran tan fácilmente los progresos de la historia. Cierto es que Warner se ha gastado 200 millones de dólares en este juguete de Bryan Singer, y las cifras de su arranque en Estados Unidos y otros mercados internacionales indican que será complicado que los recupere, pero, olvidando estos detalles, lo cierto es que como divertimento palomitero cumple sobradamente. Buenas escenas de acción, un mundo de fantasía aceptable, y un entretenimiento digno que, además, se convierte en una de las pocas películas basadas en un cuento que se limita a contar un cuento, sin necesidad de modernizarlo, idiotizarlo, sexualizarlo o ponerlo patas arriba. Y eso también tiene mérito en el cine actual.
Aunque parezca un detalle trivial, puede que sea justo eso lo que más me atrae de Jack, el caza gigantes. Es un cuento, contado como un cuento y que no se sale de su escenario de cuento, algo a lo que contribuye la música de John Ottman ya desde los logotipos de los estudios involucrados en la película. ¿Tan difícil es? Por lo visto sí, y el ejemplo más reciente de como sentirse en la obligación de modificarlo todo para acabar haciendo una película escasamente satisfactoria es Hansel y Gretel, cazadores de brujas. Lo más probable es que sea precisamente éste uno de los motivos por los que la película no termine de cuajar como le hubiera gustado, y es que el público ya no parece dispuesto a aceptar un cuento por lo que es, al menos no en el cine y en este tipo de producciones, pero para mí supone un valor añadido. La pega es que, habiendo construido un buen armazón en torno a la historia más clásica, le falta bastante nervio para que se sostenga por sí sola y sin necesidad de atender a sus muy grandilocuentes efectos visuales.
Esos efectos, de hecho, acaban jugando más en contra que a favor de la película en su bagaje final. Y es que la película arranca con la narración de la leyenda en dibujos animados... y luego resulta que la "acción real" no marca tantas diferencias con respecto a ese prólogo, lo que resta credibilidad a los gigantes, e incluso a la famosa planta que surge de las habichuelas mágicas. No es que chirríe tanto elemento digital, por otra parte muy bien integrado con la imagen real y los actores de carne y hueso, pero sí satura en buena medida porque parece ya la única opción para recrear mundos de fantasía en el cine. ¿Impide eso que la película entretenga? La verdad es que no. La forma de encarar el filme de Singer es sincera y hay que agradecerlo. Busca una aventura para toda la familia, que consigue enmascarar con acierto la abundante violencia que hay en la historia para que sea un filme asequible prácticamente para todo el mundo. Y consigue que los personajes, a los que les falta carisma, sí enganchen lo suficiente como para seguir la historia con agrado hasta el final.
Hay que rebuscar en el guión para encontrar el origen de ese problema de carisma, que no procede del trabajo de los actores, pues el reparto consigue mucho más ante tanta pantalla verde, por insistir en la comparación, que las actrices del Oz de Sam Raimi. Nicholas Hoult y Eleanor Tomlinson son los clásicos actores jóvenes a los que le dan el protagonismo de una superproducción de efectos digitales y que cumplen con su cometido, dejando para los más populares Ewan McGregor y Stanley Tucci los momentos más divertidos y logrados procedentes del trabajo del reparto. Incluso es interesante ver los rasgos y la voz (sólo en versión original, obviamente) de Bill Nighy como el general de los gigantes. Aunque efectivo, todo es tópico, e incluso se pierde alguna ocasión de mostrar elementos socialmente más rompedores. A partir de ahí, lo que queda es el disfrute de las secuencias de acción, del salvajismo de estos gigantes y de lo logrado que está el tramo final de la película (que es tan atractivo como demostrativo de que aquel clímax bélico, aún insuperable, de El retorno del rey... y ya ha pasado una década), por tópicos que puedan ser algunos de sus registros.
Jack, el caza gigantes es un producto entretenido, montado desde su base con oficio. ¿Original? No demasiado, no al menos más allá de volver a las raíces de la historia como fábula (que, insisto, me parece algo novedoso en los tiempos que corren) o de interpretar la búsqueda de la dama en apuros que planteaba King Kong dentro de ese escenario de cuento, pero tampoco hace falta buscarle tres pies al gato. Cierto que es una película que sorprende en la filmografía de Bryan Singer por muchos motivos pero especialmente por la escasa profundidad que adquieren sus personajes (algo que predominó incluso en sus otros grandes espectáculos palomiteros, sus dos entregas de X-Men y Superman returns) o por el giro que parecía haber supuesto Valkiria para alejarse precisamente de productos como éste. Pero su habilidad como director basta para ofrecer una película más que aceptable, mucho más honesta y sabedora del alcance de su propuesta que otras similares, que habría crecido con un libreto más conseguido y que, en el fondo y a pesar del disfrute, hace echar de menos una forma de hacer cine más artesanal que ésta.
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