viernes, marzo 22, 2013

'Una bala en la cabeza', entretenimiento simplificado

Una bala en la cabeza lo simplifica todo para llegar a ser un producto que llega al mínimo entretenimiento exigible sin demasiados problemas. Sylvester Stallone es ya una versión simplificada de sí mismo, y regurgita en los apenas 92 de la película momentos de su exitoso pasado en el cine (fotografías incluidas). Walter Hill, director del filme, se ve obligado a simplificarse porque su cine de acción, prácticamente de culto en los años 80, es algo ya obsoleto que necesita de nuevas formas para que convenza a alguien en la segunda década del siglo XXI. Y se simplifica, de una forma casi insultante, el cómic en que está basado el filme, hasta el punto de que apenas captura parte de la escena inicial para poner en marcha la fórmula de un policía y un asesino a sueldo trabajando juntos por conveniencia. Y con todo simplificado, incluso la mencionada duración, la película no defrauda. Es un entretenimiento sin más dilemas. Si acaso, el de contar cuántas balas a la cabeza hay en él.

Hay varias razones por las que un espectador puede acabar viendo Una bala en la cabeza. La más equivocada de todas sería que se haya disfrutado del cómic original, escrito por Matz y dibujado por Colin Wilson. Ese cómic no está en realidad en la gran pantalla. Toma menos elementos de los que, por ejemplo, tomó prestados el Wanted cinematográfico de Timur Bekmambetov de la novela gráfica de Mark Millar. No es más que una leve inspiración para el filme, no sigue la historia planteada en las viñetas, no reproduce con fidelidad a ninguno de los personajes (incluso cambia radicalmente a alguno de ellos), y apenas reinterpreta alguna de las situaciones narradas, prescindiendo por completo del trasfondo de corrupción que planteaba. Ni bueno, ni malo, simplemente es así, sin necesidad de entrar en debates sobre purismo a la hora de adaptar. Quitando por tanto su procedencia de cómic, las dos razones más evidentes para ver Una bala en la cabeza son los dos grandes nombres que aparecen en su cartel, el del director Walter Hill y el del actor Sylvester Stallone.

Obviamente, no estamos en la mejor época de ninguno de los dos. Si bien Stallone demuestra estar en mucho mejor forma física que su antaño rival en el liderazgo del cine de acción, Arnold Schwarzenegger (quien incluso acepta con buen humor que su mejor tiempo ya pasó en El último desafío), viene a ser obvio que Una bala en la cabeza no se colará entre los títulos más recordados del actor. Con sus escasas dotes interpretativas, lo que no se le puede negar es carisma, y eso lo mantiene. Tanto como para hacer creíble y divertida la doble lucha que su personaje mantiene con el de Jason Momoa (el nuevo Conan el bárbaro), correcto en su papel de antagonista. De Hill se puede decir más o menos lo mismos. Sigue manteniendo el pulso que le permite hacer atractiva la historia de dos protagonistas antagónicos, como hizo en Límite: 48 horas o Danko: calor rojo, pero tampoco ofrece un sello distintivo que recuerde al vigoroso realizador de los años 80. Correcto, sin más.

En realidad, como toda la película. Falta algo de fondo en el guión, porque no deja de ser al final una convencional historia de venganza y violencia (el título es casi un eufemismo; de verdad, un divertimento interesante durante la película es contar cuántas balas acaban en la cabeza de alguien), aunque lo compensa el rápido ritmo de los diálogos y el choque cultural entre los dos personajes protagonistas, el de Stallone y el de Sung Kang. Y con alguna que otra sorpresa en el desarrollo del guión se compensa lo tópico de todos los personajes de la película, desde la por lo visto imprescindible presencia femenina (personificada en Sarah Shahi, antigua cheerleader de la NFL) hasta el histriónico papel del malo de turno (Adewale Akinnuoye-Agbaje) o el previsible de su segundo de a bordo (Christian Slater, otro que añorará tiempos mejores en su carrera).

Una bala en la cabeza es simple y llana diversión. Probablemente, Walter Hill habría sido capaz en los años 80 de coger este mismo material y hacer una película emblemática de su tiempo y Sylvester Stallone le habría dado toques para recordar como el de películas del nivel de Cobra o Encerrado. Pero como a día de hoy la nostalgia es un poderoso aliado (bien lo sabe Stallone, que ya encara la tercera parte de Los mercenarios con ese único argumento ya), se deja ver con bastante agrado como un thriller sencillo y simpático, que cuenta con las dosis de sangre y violencia que cualquiera puede esperar y la chispa en los diálogos como para entretener entre las secuencias de tiros. Porque tiros hay muchos. Lo avisaban ya en el título, así que no hay equívoco posible.

2 comentarios:

Doctora dijo...

Ni sabía que estaba inspirada en un comic.

Espero que me guste, "El último desafío" me pareció entretenida, pero muy, muy simple y a ratos casi paródica. Supongo que "Una bala en la cabeza" será más seria.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Doctora, sí, era fácil que se escapara ese dato. Si no es un superhéroes, no suele publicitarse esa procedencia. Esta es más seria, sí, 'El último desafío' es de cachondeo total (y, ojo, seguramente la mejor forma de disfrutarla...).