Si hay una frase sincera en un cartel que anticipe lo que uno va a ver es "de Stephanie Meyer, la autora de la saga Crepúsculo". Esa es la frase que aparece en el cartel de The Host, con lo que parece lógico que los fans de aquella encontrarán muchísimos elementos a disfrutar en ésta. Creo que esta crítica no va a contentarles, porque creo que ahí acaban los méritos de la última película del no hace tanto tiempo prometedor Andrew Niccol. Y es que la herencia de Crepúsculo parece tan grande que lo único que cambia, lo que más podría llamar la atención, que es el cambio del entorno de fantasía al de ciencia ficción queda tan minimizado que acaba por no tener demasiada trascendencia. El desarrollo es más bien confuso y las decisiones que adopta la película son simples, por no utilizar un adjetivo más sangrante. Sólo merece la pena quedarse con el esfuerzo de Saoirse Ronan por hacer creíble un personaje lastrado por unos diálogos consigo misma que sobrepasan los límites del pasteleo más sencillo.
El gran fracaso de The Host es no hacer creíble su mundo. Cogiendo descaradamente la premisa de La invasión de los ladrones de cuerpos (pero, por descontado, quitándole toda la carga metafórica que tuvo la película original en su momento sobre el mcarthismo), Stephanie Meyer y Andrew Niccol simplemente dan un pretendido contexto de ciencia ficción a una historia de amor basada en el triángulo de siempre, que se convierte en un cuadrado y hasta en un pentágono de la forma más asombrosamente absurda y poco verosímil. La parte de ciencia ficción de la historia acaba prácticamente ahí, añadiendo únicamente los ojos iluminados por un halo de color azul, dos planos digitales, elecciones en cuanto al diseño de producción dudosas e incluso completamente equivocadas, como el lucimiento de los tonos plateados en los vehículos de los visitantes, y saltándose a conveniencia las pocas normas que rigen el comportamiento de los extraterrestres que nos ocupan en esta película.
Cuando The Host pierde un comienzo, por qué no reconocerlo, prometedor en algún sentido y se desboca en su parte más sentimentaloide (que no sentimental, no es lo mismo) es cuando termina de perderse... o de encontrar seguramente al que será su público más fiable, eso también hay que reconocerlo. Pero los diálogos suenan tan inverosímiles que provocan risas nerviosas en lugar de emocionar, que es lo que obviamente persigue. Por supuesto, hay que entender que esta película se hace para ese público objetivo que ha convertido la saga Crepúsculo en un exitazo de taquillazo, por lo que no era previsible nada diferente. Sin embargo, que Niccol se encargara tanto de la dirección como del guión era una esperanza que se ha quedado en nada. Quien quiera ver el futuro distópico según Niccol, que se aleje de The Host y recupere esa pequeña maravilla que era Gattaca. Quien quiera ver personajes sensacionalmente desarrollados, que recupere el guión de esa genialidad que es El show de Truman.
Porque ahí está el gran problema de The Host, en los personajes que mueven la historia, en el nulo carisma de sus protagonistas y en la escasa trascendencia de lo que se nos cuenta, todo ello imprescindible para que el invento funcionara. Saorise Ronan hace lo imposible por convencer, pero parece una tarea más allá de su interpretación. Tiene madera esta joven pero ya veterana actriz y pide a gritos un papel que le haga justicia. William Hurt cumple con lo que se espera de él, como siempre. Pero Jake Abel y Max Irons son simple decorado ornamental. Tiene que haber dos chicos que se disputen a la chica... o las chicas... de la función, porque es lo que toca en este tipo de películas. No tienen fondo, peso ni historia, simplemente están ahí. Y, por supuesto, Diane Kruger como la pseudovillana de la función, un personaje más desbidujado de lo que parece (mérito de la planta que sí tiene la actriz) y muy mal terminado en el guión y que probablemente ejemplifica algunas de las oportunidades que deja pasar Nicol para hacer de esta historia algo diferente.
No hay mucho más en los muy alargados 124 minutos que dura The Host. Se puede afirmar casi sin atisbo de duda que no eran necesarios tantos para contar esta historia mil veces vista y con un referente tan claro y tan cercano. Obviamente, la gallina de los huevos de oro hay que explotarla todo lo que se pueda y por eso el primer nombre que se ve en el cartel del filme es el de Stephanie Meyer. Lo que no parecía tan obvio, aunque eso es lo que se confirma, es que perdería con tanta facilidad al público que acudiría buscando una película de ciencia ficción interesante. Si la hubiera por debajo del envoltorio, éste sería bastante llevadero, pero no es el caso. Así que queda una película que es un 99 por ciento herencia de Crepúsculo y en un 1 por ciento una curiosa ciencia ficción, aunque tampoco sea un planteamiento nuevo. Tendrá su público, pero de la sensación de que poco más.
2 comentarios:
Al final pasé de leer el libro, y con la peli no sé que haré..Con tu advertencia no creo que la vea en el cine. Un beso!
Meg, bueno, es lo que es y creo que está pensada para aprovechar el éxito anterior de Crepúsculo y nada más...
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