Se veía venir. G. I. Joe era una película mala pero endiabladamente entretenida. Contradictorio, sí, pero cierto. Cuando se anunció que la secuela prescindiría de buena parte de lo que aparecía en aquella, la cosa empezó a oler mal. Pero no fue nada comparado con el hecho de que, cerca de su estreno en julio de 2012, se pospusiera hasta marzo de 2013. Se dijo entonces que era para meorar el 3D de la película, simpático por cierto, pero huele a que hay mucho más. Y una vez vista la película, sólo cabe lamentar que, desgraciadamente, los malos presagios se confirman. G. I. Joe. La venganza es una película difícilmente salvable porque la nota dominante es la incoherencia. En la historia, en el respeto a la película original, en lo que contaban los cómics y dibujos animados originales e incluso en los personajes. El guión es un conjunto de frases manidas y absurdas que desaprovecha algunas buenas ideas y, sobre todo, la buena posición en la que terminó el primer G. I. Joe. Y, sí, explotan muchas cosas, hay muchos disparos y se pelea mucha gente. Pero si el cine de acción sólo puede aspirar a eso, mal vamos.
El primer gran problema que tiene G. I . Joe. La venganza es que no sabe si quiere ser una secuela o un reboot. Y así, quiere aprovechar algunos elementos de la primera película (apenas cuatro actores y la propuesta de tener a uno de los malos suplantando al presidente de Estados Unidos), pero al mismo tiempo elude dar explicaciones de qué ha pasado con los personajes de aquella (Scarlett, Hawk y compañía) o los ventila con una indiferencia que resulta dañina (Destro). No se sabe por qué el Comandante Cobra (Joseph Gordon-Levitt entonces, ahora da igual porque no se le ve el rostro) luce ahora un uniforme más lujoso que en la primera, cómo sobrevivió Storm Shadow (Byung-hun Lee) a su duelo aparentemente mortal con Snake Eyes (Ray Park), ni mucho menos por qué Roadblock (Dwayne Johnson, absoluto protagonista de la película y el mejor acierto del casting, aún malogrado por el guión) tiene tanta amistad con un Duke (Channing Tatum) al que no debía conocer en en la primera película o Snake Eyes, qué pasó con la presa Baronesa (Sienna Miller) ni tampoco por qué Duke tiene que absorber la comicidad que tenía Ripcord (Marlon Wayans) en la primera entrega. Indefinición absoluta.
Otro problema es que los personajes nuevos parecen simplemente rellenar cuotas. La palma se la lleva una Adrianne Palicki que no tiene suerte. Tiene madera de heroína de acción, pero si en aquel fallido piloto televisivo de Wonder Woman sufrió por un guión infumable, aquí simplemente es la chica de exposición sexista ventilada con un intento de darle una historia familiar. Sale mejor parado que Flint (D. J. Cotrona; iba a interpretar a Superman en la finalmente no realizada Liga de la Justicia que hubiera dirigido George Miller), un personaje sin historia, carisma o personalidad que podría ser cualquier otro de la amplia franquicia juguetera de Hasbro. RZA demuestra, en un personaje tan tópico como insustancial, que lo suyo no es el cine. Y, por supuesto, Bruce Willis. Falso reclamo de la película, pues el suyo es un personaje claramente secundario a pesar de aparecer en primer plano en los pósters, su presencia es lo de siempre. Da igual que sea John McClane en La jungla o cualquiera de sus sosias en Los mercenarios, RED o cualquiera de las ya incontables películas que ha protagonizado en los últimos años. Sigue siendo Bruce Willis, pero está a punto de rebosar el vaso de la paciencia.
Pero el problema esencial está donde siempre: en el guión. Limitarse a poner en pantalla una demostración de golpes, peleas o habilidades personales de actores y personajes para que tengan su minutio de gloria no es escribir un guión. Los diálogos son lamentables, pero sobre todo es triste el ensamblaje. No sé cuánto habrá de montaje y remontaje con las nuevas escenas añadidas, pero hay errores de bulto, incongruencias evidentes y elipsis tramposas. Apenas hay tres aspectos salvables. El primero no se puede comentar para no destripar la mayor sorpresa del filme, una que entronca con una bonita historia del G. I. Joe animado de los 80. El segundo, es la mayor escena de destrucción de la película, muy digital pero impactante e insanamente disfrutable, mucho más que la retahíla inagotable de disparos. Y el tercero, el ya mencionado final de la primera película, con Cobra infiltrada al más alto nivel en la Casa Blanca, pero éste último se desaprovecha por la lentitud paralela de esta secuela, que podría haberse abierto perfectamente con una escena que llega a la hora y media de película. Así, sin duda, habría podido ser mucho más interesante.
G. I. Joe. La venganza es una película sensiblemente inferior a su predecesora. No por pretensiones, porque obviamente están a la par en ese aspecto, pero Stephen Sommers sacó más partido de la irracionalidad de este universo que su sucesor, un Jon M. Chu (que dirigió el documental de Justin Bieber, Never Say Never, extraña carta de presentación para dar el salto al cine de acción) que se ceba en los tópicos del género y en mover demasiado la cámara. Sólo quedan algunos detalles divertidos (la cocina de Bruce Willis), el diseño de algunos vehículos (magnífico el helicóptero de Cobra) y el vestido rojo de Palicki. Todo lo demás queda arrollado por los errores que plantea la película, que incluso desvirtúan lo planteado en la primera (la historia de odio entre Sanke Eyes y Storm Shadow), los recortes y cambios que se intuyen (Jinx, interpretada por Elodie Yung aparece en el lado de los malos en el cartel, Snake Eyes duda de ella y... ¿nada?). Escasa como película de acción y poco deudora del espíritu original de la franquicia ochentera en que se basa. Es difícil predecir cómo funcionara en taquilla, pero antes de su estreno, y pese al habitual final abierto, huele a cierre definitivo de la saga, a la espera de un reboot de verdad.
3 comentarios:
Yo había quedado el Jueves que viene,para verla en el cine;pero con esta crítica,de la cual me fio bastante,me hecha para atrás y no sabes de que manera.¿Ni si quiera Bruce Willis salva la película?...
Un día me puse a ver la primera parte y fui incapaz de acabarla, creo que no llegué ni a la mitad.
Sobre la amistad entre Dwayne Johnson y Channing Tatum he leído que cuando hicieron los pases de prueba para ver la reacción del público la relación entre los dos personajes era lo que más gustó, y por eso profundizaron en ello, rodando escenas nuevas de ambos juntos.
Y respecto a Bruce Willis, cuando vi el trailer de la peli (hace meses ya) y le vi aparecer de pronto me salió una sonrisa de esas de cuando te ríes por no llorar.
En realidad si analizas fríamente la carrera de Bruce Willis yo diría que tiene más bodrios que otra cosa, lo que pasa es que ha hecho como 4 o 5 pelis muy buenas y el tío tiene carisma, pero en los últimos años es más un reclamo que un actor.
Luis, es que Bruce Willis me está empezando a dejar miuy frío, porque quiere ser él más que sus personajes, y eso cuela alguna vez, pero siempre... Ya me dirás, a mí desde luego me gustó mucho más la primera.
Doctora, no sé entonces, igual a ti ésta te convence más, je, je... El carisma hace mucho, estoy de acuerdo, pero hace años Bruce Willis sabía marcar diferencias entre sus personajes. Ahora parece que le da igual uno que otro.
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