No hay mejor forma de definir Los mercenarios 2 que con esa memorable frase que marca la película (y el trailer): "buscarlos, encontrarlos y matarlos". Esa frase, una simple frase de tres palabras y dos comas para separarlas, resume la trama de la película, que no esconde nada más que eso, una refriega descomunal de tiros, golpes y explosiones para acabar con el malo. Explica, también, el nulo esfuerzo acometido en un guión plano, risible, que quiere transformar la nostalgia de la primera entrega en un tono de parodia salpicada de buddy movie en la que ni siquiera cree. Y supone, sin duda, la mejor frase que puede dar el espectador, una vez finalizada la película, para referirse a todos sus artífices. En un sentido figurado, por supuesto. Porque Los mercenarios 2 es para matarlos. La primera era mala, pero se contaba con ese elemento para hacer del visionado una especie de revival de los años 80. La segunda es aún peor. Aunque exploten muchas cosas.
Quizá lo primero que haya que hacer a la hora de valorar Los merecenarios 2 es echar la vista atrás y compararla con la primera entrega. Eso ya se antoja una misión complicada, porque es una película que no dejó huella alguna. El cartel y el trailer, en el que se ve a los protagonistas y en el que se revientan los cameos, está más grabado en la memoria que la propia película. Viendo la secuela, dirigida por Simon West (Con Air, Tomb Raider, The Mechanic), es difícil incluso decir si estaban en la película original todos los actores que, al inicio de la secuela, forman parte del grupo de mercenarios que encabeza Barney Ross (un Sylvester Stallone tan de cartón piedra como siempre). La única novedad que salta a a vista es la que cumple, aunque de otra manera, la doctrina Stallone, la de incluir una mujer por el simple hecho de incluir una mujer. La elegida es Yu Nan, cuyo carisma es equiparable al del resto del grupo protagonista, es decir, nulo.
Porque el carisma emana de donde tiene que emanar, de Arnold Schwarzenegger y de Bruce Willis. A pesar de que son los dos actores que menos aparecen en pantalla, ellos mandan, la película camina a su ritmo y sólo sus apariciones permiten despertar levemente del letargo (si es que es posible el letargo ante el ruido de tantos disparos y explosiones). Lo malo es que el tono paródico de este filme acaba devorándolo todo, sobre todo a un Schwarzenegger al que utilizan casi de mono de feria, repitiendo algunas de las frases más conocidas de las películas que le convirtieron en estrella. Él mismo se ríe de su mítico "volveré", y en el fondo da lástima que sea su principal baza. Eso sí, luego coge dos armas más grandes que su brazo (que ya es de por sí grande) y arregla un poco la situación. Incluso en este sentido habría que hablar de Chuck Norris, pero su carisma aparece por el juego cinéfilo-musical con el que aparece en pantalla, ni siquiera por sus propios méritos.
Resulta curioso que Scharzenegger y Willis lleven la voz cantante cuando la película quiere ser, en realidad, otra cosa. Dado que el grupo de mercenarios va desde lo insulso a lo prescindible, el filme se convierte casi en una buddy movie protagonizada por Stallone y Jason Statham. Ellos son las víctimas de unos diálogos infumables, terribles, malos hasta decir basta. Habrá quien piense que no se le puede pedir más al género o a películas con estas pretensiones, pero es que el guión rebasa lo tolerable con mucho. No es ya que la historia sea mala (¿cuál es el plan del villano de turno que tienen que impedir los buenos?), que no haya momentos de gloria para todos los personajes (¿todavía no se ha aprendido la enorme lección que en ese sentido dio Joss Whedon en Los Vengadores?), que sea aburridamente predecible o que compagine la filosofía de El equipo A televisivo (esa de que ni una sola bala alcanzase a nadie, en este caso a los buenos) con el aumento de la sangre (la de los malos). Es que no hay una sola línea de diálogo decente. Ni una.
Los mercenarios era mala, pero quizá eso podía formar parte del disfrute. Los mercenarios 2 es peor porque ni siquiera sigue la senda que inspiró a la primera, al menos no completamente. Ya no es un ejercicio de nostalgia para reunir a las estrellas de acción de los años 80, sino un batiburrillo en el que lo único que queda claro es que hay que vaciar cargadores y hacer explotar todo lo que se pueda. ¿Explicaciones? ¿Para qué? ¿Una historia sensata? Como si hiciera falta. Mala hasta decir basta. Lo único salvable está en ver a Arnie disparando como un poseso (como en las mucho más entretenidas Commando o Eraser) y a Willis soltando sus socarronerías habituales, que ya devoran cualquier personaje hasta convertirlo en el propio Bruce Willis. Es como si John McLane saltara de película en película y de universo de ficción en universo de ficción. Ya sólo cabe preguntarse qué harán en la tercera y a quién tratarán de convencer para que se sume a este desaguisado que, todo hay que decirlo, da dinero.
2 comentarios:
Me han dicho que al menos Van Damme sí supera a Eric Roberts como villano, pero vamos, no me sorprende tu crítica.
Para la próxima estoy oyendo que suena Nicolas Cage de malo, así que...
Doctora, puede que sí, que el villano sea algo mejor, pero vamos, que apenas se nota... ¿Nicolas Cage de malo? Ahora es cuando digo que entonces ya no la veo y me acabarán convenciendo con alguna otra vieja gloria haciendo un cameo...
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