martes, enero 17, 2012

'La hora más oscura' y también la más absurda

Desafiando todas las leyes de la lógica, toca un intento de hablar de La hora más oscura como si fuera una película que se lo mereciera. En realidad, procede hacerlo, porque sirve para analizar unos cuantos de los males que aquejan al cine de nuestros días. Cuando hablamos de ciencia ficción y fantasía, parece que todo vale, que el público desconecta por completo sus neuronas para ver el tópico espectáculo (es un decir) en el que el mundo está amenazado por algo que no entendemos pero que nos explican fenomenal. El invento siempre, siempre, siempre tiene que estar protagonizado por tres, cuatro o cinco actores monos, añadiendo como condición sine qua non que una de las actrices se medio desnude una vez. Por supuesto, la única escena de efectos especiales medianamente remarcables estará en el cartel. El 3D, indispensable... para sacar dinero, claro, porque útil no es en absoluto. Y todo lo demás estará aderezado por unos diálogos terriblemente nefastos. Esto es La hora más oscura.

Resulta que sin saber muy bien por qué o para qué, la Tierra es invadida por unos bichos luminosos que caen del cielo, se llevan por delante la energía eléctrica dejando a oscuras el mundo (es un decir, bien que hay luz para añadir despropósito a la película ya desde su concepción) y fulminan a todo bicho viviente que ose tocarles sin que se sepa tampoco la razón. La escena en la que eso empieza a suceder acontece como a los veinte minutos de película. Antes de eso, hemos visto a dos chicos jóvenes y simpáticos irse a Moscú a presentar un proyecto de red social a una empresa rusa, ver que un impresentable les ha robado la idea (tiene gracia que a Max Minghella, uno de los actores que da vida a estos personajes, le pasara lo mismo en La red social; ¿estamos ante un nuevo tipo de irónico encasillamiento 2.0 en Hollywood?), encontrarse con dos turistas norteamericanas en un garito moscovita de moda y tener que empezar a correr todos juntos para salvar la vida. Por si alguien lo dudaba, la escena de efectos especiales llamativos es justo esa, la que da inicio a la invasión.

Si en este arranque no hay nada que rascar, más allá de encontrarle algún elemento de interés y originalidad a una película de ciencia ficción (tarea ya insuficiente para apreciar una película en su conjunto, porque medios para hacer algo decente tienen todos), lo que sucede a partir de ahí es absurdo y caótico. Los diálogos no es que sean malos, es que acaban bordeando el ridículo más espantoso, y los personajes van entrando y saliendo sin que nada tenga mucho sentido. Las interpretaciones son inexistentes porque no hace falta, no hay personajes en el guión, sólo cuatro actores (el mencionado Max Minghella, visto también en Ágora; Olivia Thirlby, la amiga de Juno; Emile Hirsch, protagonista de Speed Racer; y Rachael Taylor, que no sé dónde pero aparecía en el primer Transformers) que se luzcan física, más en el caso de ellas, o cómicamente, más en el caso de ellos, a los que también se pide por supuesto que sean héroes de acción como a ellas que ejerzan de damiselas en apuros. Uno de los muchos tópicos de la película.

Chris Gorak, director de este desaguisado (su segundo trabajo, cinco años después de la desconocida Right at your door), tampoco pone excesivo esfuerzo en ocultar los puntos más débiles de su narración. La hora más oscura es de esas películas en las que uno se pregunta si nadie es capaz de darse cuenta de todo lo absurdo que tiene el desarrollo de la historia mientras se está rodando. Los personajes no es que sean perfectamente intercambiables, es que ellos mismos cambian de comportamiento porque no importa nada de lo que digan o hagan, sólo que escapan para llegar a la siguiente surrealista etapa del proceso. ¿Que hemos asolado una ciudad tan inmensa como Moscú? No pasa nada, vamos a toparnos con todos los supervivientes. ¿Que un personaje sacrifica a otro ser humano para salvarse? En la siguiente escena será el héroe. ¿Que uno es un tipo que disfruta de la vida? En la siguiente escena resulta que sabe de todo, hasta cómo engañar a unos bichos alienígenas que ha visto durante treinta segundos y mientras corría para salvar la vida. "Es por los documentales", dice después. Claro, los documentales.

"Esto es sólo el comienzo", dice un personaje al final de la película. Y sólo cabe esperar que no sea verdad. Que dejen de llegar estas películas de ínfima calidad, ni mucho menos una hipotética secuela de ésto, y que encima saquean nuestros bolsillos con el añadido de un 3D que no sirve para nada. Con películas como ésta, crece mi nostalgia por el cine fantástico y de ciencia ficción de los años 80, década en la que se produjeron docenas de películas ampliamente superiores a ésta o tantas otras de su calaña. La hora más oscura es bastante mala, hasta un punto cabreante, quizá sólo pasable si se ve en compañía de unos cuantos amigos dispuestos a reírse en cada diálogo absurdo, en cada incongruencia del guión y en cada comportamiento ilógico. Pero, claro, eso es un argumento que se puede utilizar en tantas películas de ciencia ficción de nuestros días, que sólo cabe volcarse cuando aparecen películas sorprendentes como Código fuente o Destino oculto. Eso sí es ciencia ficción. Esto... es sencillamente absurdo.

2 comentarios:

Jo Grass dijo...

Ni siquiera había oido hablar de esta peli. En fin, no creo que la ponga en mi lista de pendientes.
besos
Ya sé que estoy out pero no por placer!

Juan Rodríguez Millán dijo...

Jo, yo empecé a escuchar cosas de ella poco antes del estreno, y sobre todo porque hubo inundación de carteles. Espero que estés bien y volvamos a leerte pronto...

C., je, je, je... Es que es de esas películas que a mí, personalmente, me cabrean... Si quieres salvar el mundo (o salvarte tú del fin del mundo), parece que los documentales son una herramienta imprescindible, sí...