viernes, noviembre 04, 2011

'Melancolía', más vacía de lo que vende


Hay pocas cosas con las que conecte menos en el cine que con las elevadas pretensiones filosóficas, aquellas que se quieren colocar siempre por encima del espectador. Los resultados me parecen con demasiada frecuencia películas repletas de una filosofía que aspira a ser culturalmente inigualable, pero en realidad vacías de todo contenido y espíritu. Me pasó hace muy poco con El árbol de la vida, y me ha vuelto a pasar con Melancolía. No sé si Terrence Mallick y Lars Von Trier tienen mucho en común, pero desde luego sí esta capacidad. Por diferentes razones, son directores que consiguen desconectarme de lo que pretenden contar (si es que, en realidad, pretenden contar algo), que tienen cierta habilidad para desarrollar universos sensoriales muy potentes (en el caso de Mallick de una forma más constante que en el de Von Trier, pues éste sólo desarrolla esa capacidad en los primeros ocho minutos de su película), pero que no consiguen que empatice, conecte o siquiera comprenda a sus personajes. Y en Melancolía es más absurdo todavía, pues tiene un puñado de actores a los que se nota en forma. No hay aquí, como algunos habían dicho, ciencia ficción. El drama está oculto. ¿Y de qué va Melancolía en realidad? La verdad es que no lo sé.

Tiene Melancolía dos retos sobresalientes para el espectador, dos cambios de tercio radicales que dividen la película en tres partes que son difíciles de conectar. La obertura, que no llega a los ocho minutos, es un collage de imágenes impactantes, con colores fuertes, con una exageradamente pausada cámara lenta y con música de Wagner de fondo. Visualmente, es de una belleza asombrosa. Narrativamente, tiene sus defectos. Y visto después el resto de la película queda como un momento extraño, muy diferente pero a la vez muy desconectado del resto. En cualquier caso, es lo mejor de Melancolía. El resto del filme está dividido en dos partes más convencionales, cada una de ellas centrada en una de las dos hermanas que protagonizan la historia, Justine (Kirsten Dunst, Mary Jane Watson en la trilogía de Spiderman rodada por Sam Raimi) y Claire (Charlotte Gainsburg, que ya protagonizó el anterior y polémico invento de Von Trier, Anticristo). No merece la pena, por no revelar demasiado, profundizar en el fondo de la historia ni tampoco en los detalles argumentales de una y otra parte, pero sí en las sensaciones que deja.

Para empezar, confusión. Dicen que Von Trier escribió el personaje de Justine pensando en Penélope Cruz. Dicen que el papel se le ofreció a Olga Kurylenko (chica Bond en Quantum of Solace). Están tan alejadas estas tres actrices, pueden dar cosas tan diametralmente opuestas, que es difícil saber qué buscaba el director con el personaje, qué historia es la que quería contar. Es prácticamente imposible pensar que la Justine de la primera parte es la misma que la de la segunda mitad (e, incluso, que es la misma mujer la que entra en la segunda parte y la que sale de ella). Con Claire sí parece haber algo más de coherencia, como con el resto de los personajes. Pero da la impresión de que, en aras de eso pretendidamente superior de lo que habla la película, son precisamente los personajes los que no cuentan para nada. No sé si estamos ante una visión del fin del mundo, ante el retrato psicológico de quienes afrontan un evento de esa magnitud o simplemente ante un episodio social recubierto de cierta extravagancia. Lo que sí tengo claro es que todo parece accesorio. Sólo cuenta lo que hagan Justine y Claire, más Justine y por eso Kirsten Dunst (no sólo por ser el nombre de mayor popularidad) se lleva los focos del cartel.

Von Trier, decía, desaprovecha el trabajo de sus actores. He leído en más de una ocasión que Dunst no ha aparecido nunca más hermosa en pantalla. Y puede ser verdad, pero en el fondo me parece irrelevante. No creo que la valentía de una actriz se pueda medir, como parece que sí lo hacen muchos (incluido Von Trier), en su disposición a aceptar planos desnuda o mostrando sus pechos. Lo que sí es cierto es que aporta registros y matices fantásticos, aunque no sé si ella misma sabe lo que le pasaba por la cabeza a su personaje en cada momento. Gainsburg está igualmente sobresaliente, como casi todo el reparto, formado por nombres muy conocidos. Kiefer Sutherland, John Hurt, Charlotte Rampling, Stellan Skarsgard... Pero son nombres y pinceladas, no auténticos retratos de personajes. Von Trier no parece interesado en eso, y su forma de rodar (sigo sin encontrar sentido a rodar siempre y porque sí toda una película cámara en mano con un tembloroso movimiento tan constante como incómodo) acentúa la sensación de desperdicio, de desconexión, de filosofía tan pretendidamente elevada como en realidad vacía e inane, lejos de dejar el poso que pretende.

Von Trier hace un cine muy personal, eso es indiscutible. Pero incluso las filmografías personales tienen que plantearse inquietudes que conecten con el espectador. Parece evidente que Von Trier sí conecta con la crítica. Conmigo no lo hace. Como espectador de Melancolía, me supone un reto excesivo mantener la atención durante sus 129 minutos. Es todo un esfuerzo seguir adelante después de los dos bruscos cortes que hace en la película. Es una dura prueba conectar los puntos, hilar las escenas, entender sus contextos para así entender sus historias. No porque como espectador me sienta filosófica o intelectualmente inferior al Von Trier cineasta (cuando alguien critica películas como ésta se tiende a despreciar esa opinión con un simplista y altanero "es que no la has entendido"), sino porque no comparto su propuesta. No me llega emocionalmente. Y, quizá, el ejemplo perfecto para explicar esa diferencia esté en 2001. Una odisea del espacio, un referente al que el propio Von Trier parece aspirar de una forma primaria (imágenes del espacio, música clásica). Kubrick era arrogante en su cine. Muy intelectual. A él sí le entendí. Melancolía se queda realmente lejos de lo que Kubrick sí supo conseguir. De hecho, es que ni siquiera entiendo el porqué del título de esta película. ¿Melancolía? No, la melancolía es otra cosa.

6 comentarios:

Doctora dijo...

Desde luego hay directores de cine que deberían haberse dedicado a la pintura. Además no me gusta nada Kirsten Dunst.
Por cierto, vi Tintín y sí, mola, sobretodo la persecución en el sidecar y la escena del avión, pero se me hizo un pelín larga.

VAN dijo...

Este tipo de películas me ponen nerviosa y consiguen que no las vea terminar, aunque es bueno que haya de todo pues gustos hay para todo.
También he visto Tin Tin y me encantó como a ti!! divertida, de acción trepidante y súper bien hecha! Un besote xoxo

Jo Grass dijo...

A estas alturas de mi vida no conecto tampoco con este tipo de cine. Siempre me acaba resultando pretencioso, aunque disfrute de su plasticidad.
Muy buena reseña. No tenía esta peli entre mis prioridades teniendo otras citas pendientes como la de Tintin, que me apetece mucho más.
Besitos

Juan Rodríguez Millán dijo...

Doctora, o a la videocreación, que es un arte muy noble. A mí ella, sin ser de mis favoritas, sí me gusta. Me han dicho por otro lado también que Tintín les pareció larga.

Van, está claro, para gustos los colores... Pero a mí no me convenció. ¡Me alegro de que disfrutaras con Tintín!

Jo, yo tampoco conecto, desde luego. Como siempre, muchas gracias por tus palabras, sabes que las aprecio un montón.

Gallo dijo...

Me resisto Juan, despues de Anticristo la cual me produjo una confusión mayor que la de los protagonistas.

Esta tenía potencial pero creo que me quedaré esperando algun vuelo trasatlantico donde no haya a donde correr.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Gallo, a mí me pudo la curiosidad. Pero Von Trier no es de los que más me llaman, la verdad...