El regreso de Mel Gibson a la interpretción después de seis años (en los que ha dejado dos grandes películas como director, La Pasión y Apocalypto) es casi como el reencuentro con un viejo amigo. Es el Mel Gibson de siempre, el deudor para toda la vida del Martin Riggs de Arma letal, pero en una historia un tanto más oscura y truculenta que aquellas que marcaron la cúspide de las buddy movies policiacas de los 80. En realidad, un producto de su tiempo, tanto Arma letal como esta Al límite, un título tan correcto como entretenido pero que no termina de aprovechar todo el material que tenía entre manos. Quizá es que queda poco de aquella época en la que se rodó esta historia en forma de miniserie británica; quizá es que la temática de trasfondo nuclear, pese a parecer profunda (y sin duda quiere serlo), no termina de ser tan impactante como lo podía ser entonces; quizá el salto de escenario a los Estados Unidos de hoy en día no termina de funcionar.
Al límite entretiene, función primordial de este género a medio camino entre el thriller policiaco y la intriga política, pero sabe a poco. Y esto es así porque en el guión quedan bastantes agujeros y personajes no del todo conseguidos, ni en su trazo psicológico ni en sus decisiones a lo largo de la historia (¿cómo es posible que un policía intachable y lleno de ansias de revancha ponga en peligro de forma contínua a tanta gente, incluyendo a la que le puede ayudar?). Se nota el esfuerzo de meter la trama en una película de dos horas, pero se aventuran muchas líneas argumentales (sobre todo por la parte del senador involucrado) que podrían haber dado mucho más juego. ¿Es así en la vieja serie de televisión de 1985? Probablemente sí. No la he visto, pero cuenta con una gran reputación y con algunos premios en su haber. En este sentido, le pasa lo mismo que a la reciente La sombra del poder, una película con el mismo origen (tanto televisivo en forma de miniserie como británico en su realización) y con el mismo esfuerzo de condensación argumental, aunque aquella consigue sacar mucho más jugo que ésta.
Lo que parece garantizado es la fidelidad, pues tanto la serie como la película cuentan con la misma firma, la del director Martin Campbell, un tipo experto en estas lides (y que sobresalió con La marca del Zorro y, sobre todo, Casino Royale) y que ofrece muy buenos momentos. Sobre todo, mantiene intacta la capacidad de sorprender al espectador (lo consigue, sobre todo, con un muy perturbador arranque de la película, con la introducción a la historia y en otro momento más avanzado el metraje) por medio de las imágenes. No así con el guión. A los veinte minutos de la película (los mejores del filme, cuando se intuye algo trascendente pero está perfectamente equilibrado con la historia familiar intimista) ya se adivina todo lo que va a suceder, ya se sabe qué cuenta exactamente la historia y sólo queda contar los minutos para que suceda lo previsto.
Pese a todo, no aburre por un magnífico recurso, que es ir introduciendo algunas pinceladas intimistas en forma de visiones del protagonista. Quizá podría haber acompañado mucho más al desarrollo de la historia, sobre todo viendo el hermoso final que nos depara el filme, que encaja con esa forma de narrarlo que aparece con menos frecuencia de lo deseado. Es ahí donde más destaca Al límite, en esa parte más intimista. Además, y a pesar de contar con Mel Gibson y un director de acción, lo cierto es que no hay grandes secuencias. Es todo muy recogido, muy concentrado, nada espectacular. Y es por eso que sorprende (y, al mismo tiempo, hipnotiza) la sobresaliente banda sonora de Howard Shore. El tipo que permitió el salto más hermoso a la Tierra Media de El Señor de los Anillos sorprende de nuevo. Si entonces, cuando era un músico más atmosférico que otra cosa, nadie le esperaba componiendo fanfarrias, ahora se convierte en el mejor embajador de la película con su trabajo, de una contundencia y ritmo que engrandece las imágenes de forma notable.
En el reparto uno encuentra más de esa corrección de la que hablaba. No hay nadie que destaque especialmente, pero todos funcionan bien. Desde el propio Mel Gibson (siempre limitado como actor pero con un carisma que llena la pantalla, por muchas veces que le hayamos visto en personajes similares; éste se parece muchísimo al de Rescate) a la joven y casi desconocida actriz serbia Bojana Novakovic (que tuvo un breve papel en Arrástrame al infierno), pasando por los siempre eficientes Ray Winstone (Beowulf o Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal) o Danny Huston (visto hace poco como el malo de Lobezno). Todos ellos forman un reparto compacto y serio, al nivel de la película, pero sin enamorar, por seguir con el ejemplo anterior, como el Russell Crowe de La sombra del poder.
Al límite es un thriller correcto y entretenido, con fallos pero rodado con oficio. Lo curioso es, precisamente, su título. El original es Edge of darkness (El filo de la oscuridad), pero en España se ha optado por otro camino que, curiosamente, lo que hace coger un título que ya se ha utilizado en dos ocasiones en este país. Al límite es un filme que rodó en 1997 Eduardo Campoy, con Lydia Bosch y Juanjo Puigcorbé. Dos años después, es el título que se utilizó para estrenar en España Bringing out the dead, un notable pero muy desconocido trabajo de Martin Scorsese. Ahora se usa para esta Edge of darkness. Basta con vender esta película como la del regreso a la actuación de Mel Gibson, pero igual un pequeño esfuerzo en la búsqueda de un mejor título (tampoco es que Al límite haga muchas alusiones a la historia) no hubiera estado de más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario