Hay temas sobre los que el cine, sin duda el más comercial, coloca una etiqueta de tabú. El motivo no es otro que el miedo a no saber cómo tratarlos. Maternity Blues, una película italiana que nada tiene que ver con los focos de Hollywood, arranca desde ese punto de valentía. La depresión postparto y el infanticidio no son temas atractivos, no son agradables. Y sin embargo, sí pueden ser el centro de grandes obras de ficción como ésta. En la película de Fabrizio Cattani hay muchos momentos cargados de sensibilidad, aunque el resultado final es algo irregular por cuestionables decisiones sobre todo de montaje pero también en su guión. No obstante, es una notable historia en femenino, que acierta al no quedarse en un retrato personal y mostrar diferentes puntos de vista, incluso el masculino, partiendo desde la honda tristeza melancólica que esconde la mirada de su protagonista, Andrea Osvárt.
La valentía del tema escogido se prolonga en el planteamiento de la película, en sus protagonistas e incluso en algunas de las conclusiones que, aunque abiertas a múltiples interpretaciones, parece dejar Cattani como director y coguionista. Puede que algo del efecto conseguido con este arrojo se vaya en un montaje algo disperso. Algunas escenas, sobre todo del último tercio del filme, parece colocadas ahí por no saber cómo finalizar las subtramas de algunos personajes. Hay irregularidad en el relato, pero ésta no afecta a la historia central, la de Clara (Osvárt), sencilla en apariencia, sobrecogedora desde el principio gracias a la mirada triste, melancólica, profunda y cargada de simbolismo de su protagonista. Es curioso, y elogiable, que una historia de corte tan realista y con mujeres de carne y hueso, la protagonice una antigua modelo. La belleza supeditada a un alma torturada.
Con algunas acertadas incorporaciones masculinas, Maternity Blues se apoya en un reparto eminentemente femenino, efectivo siempre y conmovedor en muchas escenas. Y es una historia femenina que encuentra uno de sus mejores ángulos en no detenerse ahí. Es la historia de Clara, pero también la de su marido. Lejos de dispersar la historia (en unos condensados 94 minutos), eso amplía los puntos de vista y el conflicto desemboca en una de las grandes escenas de la película, cuando tanto él como ella descubren qué es lo que sienten ante la tragedia que ha sacudido sus vidas. Es, y el término se introduce al poco de comenzar la película, una historia sobre la culpa. Y como tal tiene el peligro de caer en el juicio, en la sentencia o incluso en el frentismo, pero se solventa esa papeleta con acierto gracias al enfoque humano y personal por el que opta.
Estamos ante un drama difícil de ver. Duro y emocionante. Quizá emocionalmente algo tramposo, como toda película que afronte tragedias personales tan intensas como las que describe Maternity Blues, pero esa sensación se evapora con el buen trabajo del reparto. Algo fallida en el uso de la música, facilona la diegética y algo artificial en la (por otra parte espléndida) escena de la fiesta navideña. Pero es un filme intenso y emocional, tan triste y melancólico como los ojos de Andrea Osvárt, demoledor en muchos instantes y socialmente relevante y atrevido. Lo curioso es que es una película que, cuentan las crónicas, apenas ha tenido difusión en Italia, su país de origen, y eso es algo que se achaca al tema que trata y a esas conclusiones que extrae, rotundas en la apariencia de una escena en concreto, pero menos menos tajantes en el conjunto de la película y en su posterior reflexión. Sólo por eso, ya es una película necesaria.
2 comentarios:
la quiero ver!!!
Manuela, pues ya me contarás qué te ha parecido, porque seguro que sacas cosas interesantes de la película...
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